«No sé si realmente los milagros existen pero lo que sí sé es que nada sucede si no lo deseas» (Juan Ávalos)
[dropcap]D[/dropcap]ecía Einstein que hay dos formas de estar en el mundo: sí al milagro o no al milagro. El término medio no existe… ¿o sí? Tal vez no tenga realidad pero vive entre nosotros y le damos no verdad (desde luego) pero sí ilusión multiplicada cada día. El término medio es éste: sí al milagro… pero no a todos. Un poquito de milagro sí, pero no el resto. Yo elijo qué milagro me conviene y cuál es suficientemente imposible para que no llegue jamás.
Por ejemplo: sí al milagro de conseguir mayor proyección profesional, poder, influencia, estabilidad, despreocupación, comodidad y dinero. ¿Cuántas veces lo hemos pedido? Miles: «Hágase en mí el milagro». Queremos un cambio, sí. Necesitamos un cambio, sí… Pero, acto seguido decimos «no» al siguiente milagro: «El cambio requiere un cambio» ¿Cómo? (preguntamos) «Sí (responde el Universo). Lo sabes, lo has leído, lo has estudiado: todo cambio real hacia la abundancia que pides llega con un cambio profundo desde dentro de ti. Nada hay externo a ti. Todo se genera desde tu interior. Lo sabes, ¿verdad?» El Universo nos mira esperando respuesta… y es cuando nosotros desviamos la mirada y decimos «no, no existen los milagros. ¡Cuánta dificultad!». El Universo concede… y llega ese cambio; un cambio tal cual lo pedimos: absolutamente ilusorio, esto es: completamente superficial. Un cambio que no nos complece, que nunca jamás nos llenará, que multiplicará por mil la insatisfacción al cabo de muy muy poco tiempo. Y será entonces cuando miremos al Cielo, gritando: «¿Por qué me pasa esto a mí, por qué tengo tan mala suerte, por qué me encuentro con gente tan sinvergüenza?» El Universo responderá: «Porque tú así lo has pedido». Pero haremos, una vez más, oídos sordos a la respuesta.
En la lista de los milagros más demandados está el amor. El amor se pide consciente e insistentemente o inconsciente e insistentemente también. «Ser feliz con alguien a mi lado, ése es el milagro que quiero». «¿Y para qué quieres a alguien a tu lado?» (te pregunta el Universo). «Ya lo has oído: para ser feliz, para construir algo. Porque dos llegan más lejos que uno» pero, en tu interior, gritan las verdaderas respuestas: «Porque así no estaré solo, porque así podré formar parte de un grupo social; quiero a alguien a mi lado para que me adore y me suba el ego, que me cure y me quite el daño que me han hecho; necesito a alguien inferior a quien pueda mandar, enseñar, encaminar, con quien me sienta fuerte y seguro; quiero un hombre porque ¿qué sentido tiene una mujer sin él?» El Universo, una vez más, escucha (somos ilusos si creemos que los pensamientos no van a ninguna parte) y, como siempre, concede. En poco tiempo nos vemos con pareja… y aquí les dejo que imaginen el tipo de pareja que llega, o el tipo de acompañante… o lo que sea. Revisen conmigo su historia personal y encontrarán romances atroces, modelos histéricos, comportamientos de locura, meses jalonados de ‘aguantar para mantener’. Comprobarán que el Universo siempre, siempre, siempre nos da lo que REALMENTE pedimos: mentira, mentira y más mentira.
¿Por qué tanta queja? No hay grados de dificultad en los milagros, ¿lo creemos?
Verdad es lo único que necesitas, ¿estamos dispuestos a asumir que la felicidad tiene un precio? ¿Alguna vez lo pagaremos?