Galinduste inauguró este sábado el caño rehabilitado, los pilones bajo cubierta que servían para que las mujeres lavaran la ropa antes de la aparición de la lavadora. Si aparecía algún hombre por allí iba al agua.
Esta infraestructura «revolucionó la vida cotidiana de las mujeres«, dijo el alcalde de la localidad, José Lucas.
Hasta su invención, en el siglo XIX, las mujeres tenían que lavar la ropa en los arroyos y fuentes. El uso de los caños se extendió en el siglo XX y permanecieron activos hasta los años 70, cuando el agua corriente y la electricidad se generalizaron en las casas de los pueblos.
Además de facilitar el lavado de la ropa y hacerlo bajo techo, los caños también servían como lugar de encuentro para que las mujeres y de socialización. De hecho, si aparecía algún hombre por allí solía acabar en el pilón.
El caño de Galinduste consta de tres pilas, como mandan los cánones: una de prelavado, otra de lavado y la más próxima a la salida del agua limpia, para el aclarado.
El caño renovado del municipio tiene el suelo empedrado y las paredes con piedra cara vista. Se ha colocado una cubierta nueva, que en su interior es de madera.
Un trozo de historia
Todo ello se ha hecho con recursos propios del Ayuntamiento, un esfuerzo «para arreglar este trozo de nuestra historia«, dijo el alcalde.
La inauguración tuvo gran eco en la zona. Acudieron vecinos e hijos del pueblo de Galinduste, así como de otras localidades próximas, que no quisieron perderse el acto y ver cómo había quedado algo tan querido en los pueblos. También estuvo el secretario provincial del PSOE, Fernando Pablos.
Una agrupación de teatro local escenificó una jornada cotidiana de lavado, con la llegada inconveniente de dos hombres.
