[dropcap]C[/dropcap]irculan entre los médicos de Atención Primaria publicaciones que recomiendan no llevar a cabo ciertas pruebas, ciertos tratamientos que se mantienen por la inercia sin haber demostrado utilidad, ciertas búsquedas activas de situaciones falsamente patológicas…
La sobreactuación en la práctica médica tiene diferentes causas, unas achacables a las expectativas más o menos realistas generadas en la población, otras achacables a la presión del mercado de la industria sanitaria y otras que sin ser ajenas a las dos anteriores dependen más directamente del propio profesional. Es esto último lo que pretendo comentar en este espacio.
Las consecuencias son muy negativas cuando se llevan a cabo actuaciones que no hacía falta hacer o incluso que era mejor no hacer. El perjuicio tiene que ver con el consumo inútil de recursos pero también y, sobre todo, hay aspectos relacionados con la seguridad del paciente.
En el documento recientemente publicado por la Semfyc (sociedad española de medicina familiar y comunitaria) y titulado “NO HACER” se exponen unas cuantas actuaciones habituales que deberían dejarse de hacer.
Voy a poner un ejemplo (aunque quizá no sea el mejor): La primera recomendación de la Semfyc de No Hacer es: “No ajustar de forma estricta el tratamiento en el diabético mayor”.
[pull_quote_left]Ha llegado el tiempo de las decisiones compartidas porque la medicina no es ni nunca será una ciencia exacta y el paciente ya no puede ni quiere depositar en el médico toda la responsabilidad[/pull_quote_left]Hace unos años, se publicó un importante estudio sobre diabetes que se convirtió, y aún lo es, en la biblia para tratar y manejar esta patología. Aquel extraordinario estudio demostró la importancia de un estricto control de la glucemia para evitar determinadas complicaciones y reducir la mortalidad. Todas las guías de práctica clínica se basan en aquel estudio que clarificó cuál es el buen hacer con el paciente diabético.
Pero lo que vale para la mayoría en un estudio controlado no vale para todos. En determinadas circunstancias y/o pacientes, como son los ancianos, intentar un ajuste estricto puede ser contraproducente pues se producen hipoglucemias que pueden tener importantes consecuencias.
Han tenido que pasar años para que se publique algo que ya sabíamos y es que para hacer bien las cosas el médico necesita conocimiento de la evidencia científica, pero además una gran dosis de sentido común y el apoyo de la experiencia propia y de la transmitida; tanto las indicaciones de las guías como las recomendaciones de no hacer deben ser aplicadas según las circunstancias de cada individuo de forma flexible.
No sé si el ejemplo ilustra la realidad de que la toma de decisiones en la práctica clínica es algo sutil y dinámico. Los pacientes confían en su médico, como ha vuelto a demostrar un año más el Barómetro Sanitario, y esta es la grandeza y la responsabilidad de este oficio.
Pero en la era de Internet, en un mundo complejo y cambiante y esto incluye también a la ciencia médica, en una época en que las personas tienen acceso a la información y en muchos casos poseen formación para interpretarla, ha llegado el tiempo de las decisiones compartidas porque la medicina no es ni nunca será una ciencia exacta y el paciente ya no puede ni quiere depositar en el médico toda la responsabilidad.
Concha Ledesma
Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública
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