[dropcap]E[/dropcap]l dúo musical Gemeliers, formado por los hermanos Oviedose ha convertido en todo un éxito desde que participaron en el programa La Voz Kids. Una vez terminado el concurso firmaron un jugoso contrato con Pep´s Records y actualmente se encuentran inmersos en grabaciones, conciertos y la promoción de su libro. Alrededor de toda esta actividad gira un negocio millonario y no es de extrañar que sus representantes los comparen con el éxito que tuvieron Los Pecos en los años 80.
Pero esta fama no es cosa de un día; ya con 4 años aparecieron en el programa “Menuda Noche” de Canal Sur, con Juan Y Medio a la cabeza. Y aquí es a donde quería yo llegar; a esos sórdidos programas de variedades. No los soporto. No aguanto esos zoológicos televisivos donde su leitmotiv es tener a niños que hacen cosas. Niños cantores, niños humoristas, niños imitadores, niños cocineros, niños modelo… Niños explotados.
Seguramente cuando os hablan de explotación infantil os vienen a la cabeza imágenes de plantas de costura inmensas con cientos de niños del sudeste asiático cosiendo zapatillas pero ¿por qué no os imagináis a los tutores legales de esos “niños que hacen cosas” como explotadores si, ciertamente, están apropiándose del fruto del trabajo de sus hijos?
Que si, que ya sé que Gemeliers no se acercan ni por asomo a las condiciones laborales, por llamarlas de algún modo, de los niños esclavos de la industria textil o de los niños mineros o los niños soldado. Pero no me negareis que la explotación en el estilo de programas que he dicho antes no existe, ni tampoco negareis que todos esos niños que “triunfan” son carne de cañón y futuros juguetes rotos. O es que acaso, alguien se acuerda de Los Caños, Melody, Santa Justa Klan, María Isabel, Raulito o aquellos celebérrimos niños prodigio Marisol y Joselito. Todos ellos subproductos de unas industrias, la televisiva y la musical, que generan dinero y asco a partes iguales.
Lo que sí es seguro en la corta carrera de estos chavales es el linchamiento público al que se les somete, sobretodo, en redes sociales. Es muy fácil reírse de un niño que sale por la tele haciendo, muchas veces, el ridículo. Es fácil porque ese no es su sitio, ni tampoco lo es, repito, una fábrica de zapatillas. Su sitio es la escuela y el parque; que con 15 años deberían estar jugando en la calle y no llenando los bolsillos de nadie ni empolvando narices de adultos sin escrúpulos.
Son pequeñas marionetas, los niños digo, con las que se juega para generar dinero gracias a su gracejo o a su talento y en algunos casos incluso se abusa sexualmente de ellos. Como el caso de Corey Feldman, uno de los chicos de Los Goonies, el cual relata en su libro que los abusos sexuales y el consumo de drogas en los rodajes era algo habitual y prácticamente era lo que se esperaba de él.
No sé lo que vosotros esperáis de la televisión, yo hace tiempo que no espero nada. Pero si os repugna y os duele ver a un oso tocando la trompeta, os deberían producir lo mismo los programas de niños que hacen cosas.