«Cuando una mujer se completa a sí misma, ya no atrae a su vida aquellos que vibran en su carencia. Ella al fin ha dejado de necesitar que alguien venga a iluminar sus días. Ella se vuelve luz para quienes la rodean y más aún para sí misma» (Alejandra Baldrïch)
[dropcap]A[/dropcap]cabo de cumplir 43 años. Éste es mi presente y algo, al cabo de todo este tiempo, un pedazo de algo he aprendido. Las relaciones por las que he pasado me han ido enseñando lecciones y una y otra vez los hombres que han ido apareciendo en mi vida fueron formando un mapa con un único sentido: «quiérete a ti misma».
Acabo de cumplir 43 años y escribo este artículo frente al mar Atlántico azul índigo, este océano que tanto amo, y en la isla que me invita siempre a volar envuelta en su viento, Tenerife soplando poderosa hacia el futuro. Hoy quiero compartir con vosotros esto y es mi regalo para el mundo, ese pedazo de algo que, creo, al fin he aprendido.
Hoy, con 43 años, puedo decir que me gustaría que las cosas fueran de otro modo. Que personas que no están en mi vida volvieran a ella, hombres a los que quise y quiero tanto. Miro y recuerdo, pero veo que ya no estoy ahí donde estuve hace no tanto. Comprendo que no puedo aceptar invitaciones del pasado y que nadie llega para completar a nadie y que nadie es el agua que ha de beber alguien para mantenerse con vida.
Conocí esas relaciones en las que vivía pendiente de un mensaje de teléfono, de un mensaje de facebook, de una llamada. Conocí esas relaciones en las que no saber de alguien era sufrir, que las horas se volvían suponer. Conocí esas relaciones en las que me creí salvada por un salvador, mujer sola que necesita de alguien que la ayudase y en todo momento le dijese qué tenía que hacer y cómo ser, de qué manera vivir. Os lo aseguro: las conocí muy bien e inténsamente como vivo las viví.
Hoy, con 43 años, contemplo a esos hombres con gratitud y con mucho cariño. No puedo llevarles en mi viaje porque sé que navegan otros mares, que andan otros territorios. Pero esto también lo aprendí: dejarles navegar, dejarles ser, dejarles vivir a su modo es dejarme navegar yo, dejarme ser y dejarme vivir. Y yo quiero ser yo y quiero ser libre; intensamente yo e intensamente libre.
Y puede ser que en algún momento os pueda contar que aprendí otra cosa: un amor tan libre como yo, que se mantiene a mi lado sin apegos y sin directrices, sin decirme lo que tengo que hacer o cómo tengo que ser. Sin carencias, sin miedos, sin ataduras, sin dictámenes antiguos, sin viejas herencias, sin rancios criterios: todos los que tuve y todos los que voy rompiendo.
Pedí un regalo a mis 43, a babor, a estribor, a barlovento y sotavento. Quiero un milagro para mí y para el resto.
Feliz vida a todos. Gracias a cada uno de los que me trajistéis aquí. Os llevo conmigo.
Nos leeremos en todos los puertos