[dropcap]A[/dropcap]nte la escasez de noticias en verano, nuestros pueblos toman protagonismo y se visibilizan más que nunca en los medios de comunicación. No es para menos, miles de veraneantes buscan como destino nuestros pueblos, unos para reencontrarse con sus raíces y familiares y otros para disfrutar del campo, la naturaleza, descansar y desconectar del agobio de las ciudades. No podemos destacar tampoco que se convierten en una opción más económica para veranear, factor importante, dada la coyuntura económica actual.
[pull_quote_right]Cuando se va el verano muchos de ellos seguirán luchando contra el problema de falta de infraestructuras, despoblación y aislamiento que los ahoga, ante el abandono y la impasible mirada de las diferentes administraciones[/pull_quote_right]Los pueblos rebosan vitalidad y se llenan de vida en verano en toda España y nuestra provincia no es una excepción. Este verano algunos Ayuntamientos han estrenado alcaldes y alcaldesas y han tenido que acelerar los preparativos para celebrar las fiestas de la localidad y honrar a su patrón aprovechando la llegada de los “forasteros”. Aprovechan el buen tiempo para programar toda clase de actividades al aire libre, gastronómicas, deportivas, culturales, actividades festivas, verbenas etc. Los jóvenes se conforman entorno a las peñas, pandillas o asociaciones y los niños disfrutan del contacto con la naturaleza. Montan en bici, se bañan en el río o piscina, suben a los árboles y viven en libertad. Muchos de nosotros guardamos un recuerdo muy positivo de nuestros pueblos sintiéndonos privilegiados y orgullosos de haber vivido esa experiencia de “tener pueblo”. Mucha gente que no lo tiene raíces en los pueblos los adoptan como propios y se instalan en ellos.
Pero la imagen de nuestros pueblos no son solo fiestas, procesiones y vacaciones. Cuando se va el verano se vacían de habitantes y vuelven a la rutina. Muchos de ellos seguirán luchando contra el problema de falta de infraestructuras, despoblación y aislamiento que los ahoga, ante el abandono y la impasible mirada de las diferentes administraciones, incapaces de ofrecer alternativas a sus habitantes. Muchos alcaldes y alcaldesas afrontarán como puedan, y con más voluntad que medios, todos los problemas que afectan al medio rural intentando mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos con presupuestos y servicios que no pueden soportar económicamente y que deberían proporcionar y resolver otros niveles de la Administración. El no ayudar a resolver estos problemas es contribuir a seguir con la precariedad y a romper el principio de igualdad entre el medio rural y urbano.
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