Las luces y sombras de Fernández Díaz

[dropcap]L[/dropcap]a política apesta, pero ahora más que nunca. Mientras a la gente se la machaca por defender el derecho a una vivienda digna, por luchar por una educación pública de calidad, por dejarse la piel para que todos tengamos una sanidad pública, universal y gratuita, o porque se haga justicia contra los crímenes del franquismo, entre otras muchas causas justas que no puedo enumerar porque me faltaría espacio para ello; sin embargo, el gobierno del PP y su ministro del interior, con su predicamento y dicción propia de aquellas épocas en las que a los policías nacionales se les llamaba “los grises”, otorga protección a un presunto delincuente, sólo por el hecho de haber recibido más de 400 tuits con amenazas en insultos. Circunstancia que de haberla padecido un ciudadano cualquiera la hubiese tenido que denunciar ante la policía, para que luego un juez tomase medidas cautelares, y si acaso.

Este es el ministro justo, dicen que un fiel servidor de Monseñor Escrivá de Balaguer y, por tanto, un católico de pro, que otorga un trato de favor a un imputado por cometer presuntamente cinco delitos fiscales, otro de blanqueo de capitales y también por el alzamiento de bienes; bajo el argumento de que su deber es garantizar la seguridad de las personas, máxime cuando se trata de un exvicepresidente del gobierno y exdirector generente del FMI, como es Rodrigo Rato, siendo lo propio de un Estado de Derecho. Sin embargo, a este mismo ministro no le tiembla la mano en ordenar a las fuerzas del orden público cargar contra inocentes ciudadanos que lo único que hacen es manifestarse en las calles y plazas de nuestros pueblos y ciudades con la única intención de defender lo que por derecho nos corresponde y nos han quitado para favorecer a los de siempre, es decir por lograr la justicia social.

Esta situación de privilegios en la que se mueve la clase política hace que se agolpen mi cabeza imágenes que propician que surjan en mi interior sentimientos de repulsa contra este ministro con olor a santidad. Cierro los ojos y no veo más que sirenas enloquecedores y luces azules que giran sin parar, gente que corre y grita, otros tirados en el suelo con las manos en la cabeza tratando de parar esa sangre que sale a borbotones de una brecha abierta por porras usadas con saña a las órdenes de aquel; y sólo por el único delito de manifestarse, como he dicho antes.

[pull_quote_left]Esta situación de privilegios en la que se mueve la clase política hace que se agolpen mi cabeza imágenes que propician que surjan en mi interior sentimientos de repulsa contra este ministro con olor a santidad[/pull_quote_left]Imágenes que contrastan con otras en las que aparece su protegido, un vividor del cuento y de la política, con una copa de champagne en una mano y la otra haciendo que suene esa campana que señala el inicio de una de las tantas jornadas de la Bolsa de Madrid, publicitando la emisión de Bonos de esa entidad bancaria tan conocida por estafar a sus propios accionistas a través de las preferentes, cuya venta aquel autorizó, llamada Bankia, y que tanto nos ha costado a los españoles en el rescate financiero, como el de sus primos y primas hermanas cuyos consejos de administración estaban llenos de políticos y sindicalistas con sueldos y dietas astronómicas.

¿A dónde hemos llegado en este país?, porque si Hacienda somos todos ¿cómo se explica que un ministro del interior otorgue protección a quien está procesado por cometer delitos contra todos los españoles?, protección que, con más escarnio pagamos todos y cada uno de nosotros mientras él se corre unas excelentes vacaciones, inalcanzables para la gran mayoría de los ciudadanos, en yates y resortes turísticos de lujo, a los que sólo personas “importantes” pueden acceder.

No seré yo el que no defienda la presunción de inocencia, pero esta presunción no debe convertirse en una burla a los ciudadanos que tenemos que soportar tantas afrentas políticas, tantos desmanes y abusos de poder por parte de ciertos políticos cuyo comportamiento dista mucho del que los ciudadanos y ciudadanas de bien esperamos; casi un centenar en el partido al que pertenece el Sr. Ministro y que están haciendo de España una denominación de origen de la corrupción por su forma de hacer política.

Tal vez, la próxima media de este Gobierno sea hacer cárceles sólo para sus condenados…. quién sabe.

[pull_quote_left]No seré yo el que no defienda la presunción de inocencia, pero esta presunción no debe convertirse en una burla a los ciudadanos que tenemos que soportar tantas afrentas políticas, tantos desmanes y abusos de poder por parte de ciertos políticos[/pull_quote_left]Siento mucha indignación, sí, máxime cuando esta medida privilegiada del Sr. ministro del interior hacia un imputado, coincide con la muerte de un padre de familia, Gustavo, de 37 años, casado y con dos hijos de corta edad, quien decidió desesperadamente quitarse la vida debido a su precaria situación económica al llevar en el paro más de cuatro años. La última víctima por los desahucios. A personas como éstas nadie las protege, ni el susodicho ministro, ni su gobierno. A él quiero dedicar este artículo, un artículo que hoy más que nunca tiene una carga de indignación muy difícil de contener, porque Rato y su protector han vuelto a poner de manifiesto algo que ya viene siendo habitual en la política del partido de la gaviota, como es el hecho de que no todos los ciudadanos somos iguales ante Ley.

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