Opinión

La más-cara política

[dropcap]C[/dropcap]reo que una de las peores cosas que puede tener una persona es carecer del sentido del ridículo, lo cual es diferente al miedo al ridículo, porque mientras el primero constituye una cualidad que hace que las personas puedan llegar a ser más sensatas, el segundo supone un obstáculo para actuar en público. Dicho de otra manera, el sentido del ridículo hace que las personas estén alerta de no hacer en presencia de los demás algo inconveniente.

Pues bien, parece que de este sentido carecen muchos de nuestros políticos, yo diría que la mayoría, resultando molestos y fuera de lugar con actitudes que, aun estando programadas dentro del marketing que les rodea, a las personas normales, entendiendo por éstas aquellas que tenemos una inteligencia normal, nos produce vergüenza ajena, pero sobre todo, un rechazo hacia quien con esas conductas están tomando por idiotas a quienes los observamos, no porque nos interese su proceder, sino porque por narices nos las tenemos que tragar, sí o sí, al hacerse eco de ellas los medios de comunicación, en ocasiones como colaboracionistas de la propagada política de un determinado partido, bien por coincidir con su línea editorial o porque se han convertido en deudor de algún favor político.

En el caso del presidente del gobierno la falta total de este sentido no hace que me sorprenda, pues desde su etapa como ministro de varias carteras y vicepresidente con Aznar, ya dejaba vislumbrar su automatismo, propio de un registrador de la propiedad empollón, para el que la vida ha transcurrido entre temas de oposición y legajos, de manera que sus frases aprendidas unidas al tic nervioso de su ojo izquierdo lo convierten en una persona con apariencia grotesca, aparte de evidenciar la poca veracidad de cuanto quiere o pretende transmitir al público haciendo que el referido tic a modo de guiño se convierta en un verdadero polígrafo al que sólo le falta la voz en off que diga “eso es mentira”.

[pull_quote_left]En definitiva, aunque el marketing es necesario en cualquier actividad que se traduzca en algún tipo de rentabilidad para quienes lo usan, sin embargo, en política tengo que decir que me resulta la mayoría de las veces ridículo porque transmiten algo que dista mucho de la realidad[/pull_quote_left]Pues bien, la campaña iniciada ahora por el Partido Popular de cercanía a la ciudadanía con esas imágenes forzadas captadas al Sr. Rajoy durante sus vacaciones estivales, tomándose un café en la terraza de un bar, dando abrazos por doquier o haciéndose selfies con todo aquel que se lo pedía, eso sí, bajo la mirada atenta de los guardaespaldas, hace que no se nos haya escapado a aquellos que estamos hartos del marketing político, que lo que se pretende transmitir dista mucho de la realidad; porque la cercanía a los ciudadanos no consiste simplemente en una proximidad corporal o en un apretón de manos, o en un “afectuoso abrazo” sin afecto, sino en la empatía con las necesidades y el sentimiento de la mayoría de nuestra sociedad, lo que les llevaría si así fuese a hacer políticas más humanas, o lo que es lo mismo preocuparse más por las personas y menos por el dinero y la rentabilidad política de cara a futuras elecciones para volverse hacer con la poltrona.

Pero, como he dicho al principio, esta falta de sentido del ridículo no es algo que sólo sea predicable al Sr. Rajoy y su Partido Político, al que le importa un bledo el pueblo a pesar de su nombre; sino que por desgracia es un mal muy generalizado dentro de la política, valga como ejemplo la “pega de carteles” al inicio de cada campaña electoral, donde, si acaso sus protagonistas llegan a pegar tan solo el cartel con el que aparecen en las fotos de los periódicos o en la imágenes televisivas, o cuando se visten con un tipo de ropa propia de grandes almacenes para dar la imagen de sufrido trabajador o de hombre o mujer de barrio cuando el mensaje va dirigido a las clases más populares, o con traje y corbata cuando el foro es de personas que llevan en la solapa la etiqueta de VIP.

cercano ciudadanosEn definitiva, aunque el marketing es necesario en cualquier actividad que se traduzca en algún tipo de rentabilidad para quienes lo usan, sin embargo, en política tengo que decir que me resulta la mayoría de las veces ridículo porque transmiten algo que dista mucho de la realidad, hasta aproximarse en muchos casos casi al esperpento. Pero, sobre todo, porque la actividad política tendría que estar lejos de cualquier tipo de rentabilidad que no fuese la de los propios ciudadanos, y no la de quienes nos quieren meter con calzador en nuestras vidas como si de gente especial o de super-hombres o super-mujeres, en algunos casos, se tratase; o de grandes intelectuales o mujeres y hombres del saber, con curriculums magníficos, cuando lo único que se necesita en la política es gente honrada que entre sus actitudes o cualidades se encuentre la de saber gestionar bien lo público en beneficio de todos. Algo muy distinto a lo que tenemos ahora. Así que, un poco de por favor, y a ver si abrimos bien los ojos y no nos la dejamos pegar más por tanto monigote metido a político, pero sobre todo no nos dejemos engañar por la vestimenta, porque ésta no deja de ser algo que encubre la realidad.

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2 comentarios en «La más-cara política»

  1. El problema que tiene España y los españoles es que todavía viven anclados en las dos Españas, en la derecha y en el izquierda, en ricos y pobres. Todavía siguen idealizando a sus líderes convirtiéndolos en medias, sólo cuando lleguen la convencimiento de que no hay nadie que sea más que nadie, que nadie tiene que estar por encima de nadie, ni tampoco por debajo, entonces se habrá dado un paso hacia el cambio. Mientras tanto los polacos son máscaras, marketing, en definitiva, un cara puesta ahí por

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  2. El problema que tiene España y los españoles es que todavía viven anclados en las dos Españas, en la derecha y en el izquierda, en ricos y pobres. Todavía siguen idealizando a sus líderes convirtiéndolos en mesías. Sólo cuando lleguen la convencimiento de que no hay nadie que sea más que nadie, que nadie tiene que estar por encima de los demás, ni tampoco por debajo, entonces se habrá dado un paso hacia el cambio. Mientras tanto los políticos son máscaras, marketing, en definitiva, un cara puesta ahí sin otras pretensiones que ganar unas elecciones para chupar más de bote y manejar los hilos del poder su antojo, o mejor dicho al antojo de quienes tienen realmente el poder, el capital.

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