Opinión

Habemus Magnifica Rector

[dropcap]L[/dropcap]a felicidad radica en los pequeños saltos evolutivos que hace que crezcamos en el presente con una clara proyección hacia el futuro incierto. De nada te sirve que te expliquen que después del día sucede la noche si no lo experimentas. No comprendes la muerte hasta que no la vives de cerca. Tampoco entenderás qué significa tener miedo si nunca has estado a solas intentando entender qué ocurre a tu alrededor. Para entender hay que experimentar, hay que vivir. Para comprender hay que jugar un doble o nada, arriesgar sin saber si quiera cuántas posibilidades tienes de ganar.

El miedo, al igual que tener los ojos vendados con una cinta negra, no nos hace libres. Nos convierte en personas mezquinas, capaces de vender nuestra alma al mejor postor o la de cualquiera que nos rodea. La mezquindad nos convierte en secuaces de un poder que promete ciertas ventajas a quien lo siga como ocurrió con los judíos delatores de judíos durante el III Reich. Pero no nos damos cuenta en esta vida que hasta la vida se termina. Para los creyentes queda el juicio divino. Para los ateos, la oscuridad absoluta.

En esta vida deberíamos defender la libertad como bandera y la capacidad de disidencia como forma de alcanzar nuestro máximo. Dejaremos tanto como luchemos. Valdremos tanto como hayamos defendido. Nos recordarán por nuestros actos, nos valorarán por nuestras victorias. Defender la justicia, alejarnos de las amenazas, ayudar al que tenemos al lado, alegrarnos de quien consigue ganar la batalla y entristecernos cuando alguien no alcanza aquello que persigue nos hace humanos. Y esa empatía de la que hablo, por desgracia, en estos momentos se echa mucho en falta.

La convicción de querer dedicarme a esto de juntar letras me ha hecho ganarme más de un disgusto; pero satisfacciones como la de ayer, la de ver a la catedrática de Derecho Eclesiástico del Estado ocupando el escalafón más alto que se le confiere a un Catedrático en nuestra Universidad, la Pontificia de Salamanca, hace que las decepciones se olviden. Y en esa defensa por el conocimiento UNIVERSAL se nos ha colado Miriam. Quien la conozca la reconocerá como una persona con gran capacidad de diálogo. No quiero con este texto descubrir nada nuevo que no se le atribuya.

El acento radica por dos motivos: primera mujer y primera laica. Hace semanas que en los pasillos se rumorea y ella, discreta como siempre, ha intentado apaciguar los dimes y diretes que la ponían frente a la institución eclesiástica. Y con el silente transcurrir de los días llegó al fin el ansiado nombramiento que la ha hecho Rectora. La Iglesia no está preparada, decían algunos, pero Francisco ha traído bajo su brazo desde Argentina un tiempo nuevo para la historia.

Miriam desde aquí sólo puedo darte la enhorabuena. Por tu talante, tu capacidad de empatía. La enhorabuena por el optimismo que has traído con tu recién estrenado mandato. Por ser la primera persona laica en setenta y cinco años. Por ser la primera madre y la primera mujer. Te deseo un gran mandato; los comienzos no pudieron ser mejores.

Por: @FJRebollero

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