EPITAFIOS A QUIEN FUI
[dropcap]Q[/dropcap]uieres realmente hacer lo que haces? Me explico (y el argumento también me lo aplico a mí): ¿Por qué quedas con esa persona con la que quedas; te apetece y te sientes bien realmente al hacerlo? ¿Por qué buscas entre la noche, entre las redes sociales, entre la gente, al hombre o a la mujer que te hará supuestamente feliz, con el que tendrás sexo del bueno siempre que quieras y con el que (o la que) nunca estarás sol@? ¿Por qué viajas de acá para allá, continuamente con la maleta a cuestas y un escenario nuevo a la vuelta de la esquina para descubrir o redescubrir? ¿Por qué llenas constantemente tu agenda social? ¿Por qué te rodeas de ruido, de conversaciones, de argumentos, de personas, de llamadas, de trabajo, de nervio, de prisa? ¿Por qué buscas siempre tener algo qué hacer, sea lo que sea? ¿Por qué la llegada inmediata de unas fiestas o del fin de semana te llena de angustia si no tienes plan (amigos y fiesta, cena, novio o novia, ligue de turno, excursión, escapada, casa rural, playa…)?
«La felicidad -piensas o has pensado, consciente o tal vez inconscientemente- es de los que tienen una pandilla numerosa y enrollada, pareja, una buena agenda de ‘folla-amig@s, mucha vida social, dinero para ir de acá para allá, un buen trabajo, un buen físico, posición, poder… A los que siempre les están llamando y les quiere la gente. A lo que tienen mucho ‘tirón’ en las redes sociales es, de veras, a los que les va bien».
Pero, ¡ah, sorpresa! Puede que ya hayas probado todo eso. TOOOOOODO eso: ligues hasta aburrir, éxito y tirón, amigos en las redes sociales, marcha nocturna, drogas y fiesta, sexo hasta el hartazgo y una buena lista de parejas. Incluso, con un poco de suerte, saboreaste el dinero, el poder y la influencia. ¡Ah, sorpresa! Todo eso, lejos de darte el paraíso, te aportó raciones abundantes de infierno. Te dejó enferm@, nockead@, con ansiedad o depresión, muert@ de pena y llorando por las esquinas, angustiad@, llen@ de miedo, sol@, vací@, a la deriva entre la rabia, la ira, la confusión, el desamparo, las pastillas, los psicólogos y la vergüenza.
Seamos honestos, tú que lees esto y yo, que lo escribo: ¿Todo eso nos dio paz alguna vez, nos hizo felices, nos brindó salvación, ensanchó nuestros horizontes, nos llenó de Vida (sí, la de ‘con mayúsculas’), ratificó nuestra confianza? Yo ya tengo la respuesta, ¿y tú?
¿De veras crees que necesitas algo externo a ti porque no puedes y porque estás muy sol@? ¿De veras confías tan poco para seguir agarrándote a una tabla que se hunde, a un minúsculo clavo ardiendo? ¿Dónde estabas tú mientras todo esto sucecía, a todo esto?