[dropcap]E[/dropcap]s bien conocido por quienes siguen estos temas a través de los medios de comunicación, que el Presidente Obama ha planteado ya los objetivos de EE.UU. para la Conferencia del Clima de París de diciembre del año en curso. Reducir de aquí al 2030 las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en un 32 por 100 respecto a 2005.
En perspectiva, ese objetivo no parece tan contundente. A poco que se subraye que las emisiones de GEI de las plantas energéticas a base de carbón, cayeron un 15 por 100 entre 2005 y 2013; debido, sobre todo, al menor consumo durante la recesión que comenzó en 2007, a la fuerte caída de los precios del gas, y a la expansión de las energías renovables.
Por otro lado, las emisiones de GEI del carbón en EE.UU. solamente suponen el 31 por 100 del total. Por lo cual, las reducciones previstas para las estaciones termoeléctricas de carbón (32 por 100, ya se ha dicho) solo contribuirían a disminuir en un 6 por 100 las emisiones totales para 2030. Si bien es verdad que a través de la EPA, Obama ha previsto otras medidas contra los GEI, como las de limitar las emisiones de los vehículos.
En cualquier caso, lo que Obama plantea es “el paso más importante que EE.UU. va a dar en su lucha contra el cambio climático global”. Con un proyecto que ocupa 1.560 páginas de contenidos; en los que late el mismo espíritu de Ley General sobre el Clima que no pudo superar la prueba del Congreso durante su primer mandato.
En cualquier caso, lo que parece evidente, es que el Plan Obama será difícil de instrumentar. A causa de la oposición, sobre todo, de los estados que más dependen del carbón, como Virginia Occidental o Kentucky, por mucho que precisamente a causa de su gran producción, presentan objetivos de reducción muy inferiores a la media de todos los estados, calculándose que 25 de ellos recurrirán ante el Tribunal Supremo la normativa de la EPA. E incluso muchos gobernadores se negarán a cumplirla desde un primer momento.
[pull_quote_left]EE.UU. está entrando en una fase de gran inquietud para el cambio. Lo mismo que está haciendo China, según podremos ver otro día[/pull_quote_left]Esa oposición al Plan Obama tiene especial relevancia en el caso del candidato republicano a la presidencia Marco Rubio; senador hispano por Florida, que calificó la política presidencial de catastrófica. Debiendo recordarse, ex ante, que Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado, hizo campaña para su escaño en 2014 con el lema “carbón, armas, y libertad”; llamando a los estados a desobedecer las nuevas regulaciones ya anticipadas. E incluso, Jeb Bush -hijo y hermano de presidentes-, que trata de sonar con cierta racionalidad sobre la cuestión energética, condenó la iniciativa del Presidente como francamente “irresponsable”.
También hay acusaciones en el sentido de que el Plan Obama castiga especialmente a los pobres, porque las alternativas son más costosas que la producción con base en el carbón o en el petróleo, ahora que los precios están tan bajos. Por ello, los autores del informe de la EPA han tenido que ser muy cuidadosos en este aspecto; insistiendo en que “los beneficios del Plan superarán ampliamente los costes, que no han de caer desproporcionadamente sobre los que menos pueden pagarlos”.
En cualquier caso, el shale gas o de esquisto, generado por fracking, podría ser el perdedor inesperado del Plan Obama, quien ha perdido su anterior entusiasmo por una alternativa más limpia que el carbón; contrastando su actual actitud con lo que había dicho en 2014: el shale gas es un combustible puente para suavizar la transición del carbón contaminante a la energía renovable y libre de GEI.
En su presentación del Plan, Obama recordó las acciones de presidentes republicanos anteriores, como Richard Nixon o George H.W. Bush, que impulsaron importantes reformas medioambientales, a pesar de las voces contrarias de por entonces, similares a las que hoy se escuchan en las filas del viejo partido de Lincoln: «Esto es un desafío -reconoció Obama, que repitió una vez más las palabras de Jay Inslee, gobernador del estado de Washington-: Somos la primera generación en sufrir los efectos del cambio climático y la última que puede hacer algo para remediarlo». Y el Presidente agregó de su propia cosecha: «Solo tenemos un planeta, no hay plan B».
Por otro lado, cabe subrayar que Obama ha sido el primer presidente de EE.UU. en viajar al norte del círculo polar ártico, en septiembre de 2015. Cuando llegó a Kotzebue, una población de unas 3.000 personas en el rincón noroeste de Alaska. Durante esa visita, el presidente mostró su apoyo a las comunidades indígenas, y sobre todo subrayó lo que está siendo ya una de las principales materias de su legado presidencial: ante el glaciar Exit, que es la viva imagen de los efectos del calentamiento global (ha retrocedido algo más de dos kilómetros desde que se midió por primera vez en 1815, y 57 metros solo en el último año), manifestó que era necesario poner fin al deshielo generalizado.
La excursión presidencial se produjo después de una conferencia de países del Ártico para tratar el cambio climático, organizada por la Secretaría de Estado de EE.UU. en Anchorage. Donde se anunció la adquisición por Washington DC de dos nuevos rompehielos para la Guardia Costera; un compromiso de compra que tuvo gran resonancia en Moscú, donde Vladimir Putin busca la manera de materializar sus intereses en el Océano Glacial, para lo que ya cuenta con 40 rompehielos.
En resumen, en los prolegómenos de lo que va ser la gran Conferencia del Clima en París, a partir del 30 de noviembre y hasta el 12 de diciembre de este año, EE.UU. está entrando en una fase de gran inquietud para el cambio. Lo mismo que está haciendo China, según podremos ver otro día.
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