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Opinión

Gloria y pasión

Un telescopio. Imagen. Pixabay.

Quizás quien no sepa agradecer no sepa valorar lo importante que es a veces tener un hombro en el que apoyarse y llorar. O reír, pero sabiendo que quien te presta su hombro lo hará contigo.

La lealtad es algo que no se estila mucho al igual que el agradecimiento y sin embargo pensamos que se puede dar un portazo y olvidar quien estuvo contigo en tus peores momentos. Afortunadamente, no todo el mundo vale para dar ese portazo y aun queda un poquito de lealtad, de nobleza y de saber estar.

Quienes conviven con ciertos valores y están educados en ellos son conscientes de lo que sucede alrededor, aunque no lo digan o no quieran darlo a entender.

La picardía y la supervivencia son estados de la vida que necesitan de complicidad para que funcionen y de eso algunos son verdaderos expertos, pero quizás otros tengan el don de darse cuenta de quien sí, quien no y quien nunca y aunque la decepción reine por un rato, el as en la manga siempre estará presente y el derecho al olvido no tardará en aparecer.

Como nunca están quienes viven de esperar al otro lado de la vía a que pase el tren de la oportunidad, en el que se suben mientras buscan un aliciente con el que entretener su vida y aliviar la conciencia que dicen que tienen.

Ni sensibilidad, ni conciencia, ni empatía, ni por supuesto vida propia.

Pero de esto hay tanto en cualquier lugar del mundo, que ya no me extraña encontrarlo en el día a día mientras vuelve a una realidad en la que a veces quisieras no estar.

Acaba de pasar la Semana Santa, con toda su pasión, su gloria y tampoco hemos cambiado tanto, al igual que en aquella época el mercadeo, las treinta monedas de plata con las que se traiciono a Jesús y el beso que lo vendió siguen estando presentes alrededor de estas mesas como relata la historia tantas veces narrada.

Eso resalta lo poco que evoluciona la especie humana, que se deja cegar por tan vil metal o por un poderío que tampoco es para tanto.

Egoísmo, vanidad, soberbia y un largo etc., que deja con el trasero al aire a quienes tienen un precio no muy difícil de averiguar y pagar.

No todo en esta vida se puede comprar y la ética brilla por su ausencia como en aquella reflexión en la que el sapo atrapaba a la luciérnaga solamente porque el brillo de esta lo cegaba y no podía soportar que brillara más que él.

Como la vida misma, con moraleja, reflexión y mucha pasión otro año más

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