Concluyó. Los diez días de la Semana Santa procesional en Salamanca son historia. Y en el balance uno encuentra de todo, como en botica. Pero juzgar lo bueno y lo malo que hemos visto desgasta mucho, la verdad. Vivimos en una sociedad completamente adocenada, acrítica a más no poder y que traga absolutamente con todo, sin plantearse siquiera los porqués más elementales. Por eso me quedo solo con aquello que más valoro, la aceptación que siguen teniendo, al menos entre las minorías instruidas y con capacidad analítica, los desfiles y tradiciones que hunden sus raíces, con mayor o menor profundidad, en el sustrato cultural de nuestra tierra.
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