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La máscara de la tristeza

A veces la tristeza se nos viene de golpe y nos ocupa la vida sin pedirnos permiso. No sabemos cuánto tiempo se quedará con nosotros ni el dolor o las heridas que hablarán de su presencia. Otras veces la esperamos, porque ha sido compañera de viaje tanto tiempo que bajamos la guardia y simplemente permitimos que se adentre y se acomode a sus anchas. También es posible que parezca otra cosa y no reconozcamos su verdadera naturaleza; entonces nos abrazará lentamente con sutiles apariencias, hasta que el pozo sin fondo de la infelicidad ya no pueda ocultarse ni ser sustituido. Hay quien busca el ardor de la tristeza, quien desea extrañamente su zarpazo invisible, porque solo bajo la presión de sus efectos se activan mecanismos de lucha y resistencia. Es un modo de perdurar, de extender la supervivencia.

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