[dropcap]L[/dropcap]a semana pasada iniciábamos este artículo de reflexiones, que terminamos hoy, sobre la política económica en torno a los presupuestos para 2016. Y hacíamos una serie de referencias, sobre ingresos y gastos públicos, estableciendo las inevitables relaciones entre los gobiernos de Rodríguez Zapatero y Rajoy, sin olvidar al tándem Guindos/Montoro.
Al comenzar esta segunda parte del artículo, podríamos abordar el debate de si la mejora de la economía española entre 2012 y 2015 se ha debido a las medidas económicas adoptadas por el Gobierno durante los últimos casi cuatro años; o si, simplemente, es un resultado de los esfuerzos de los empresarios y los trabajadores, que han sabido encontrar fórmulas para vencer la adversidad de la Gran Recesión.
Una polémica así, podría ser muy larga, y al final bastante estéril. Y creo que puede superarse, observando que en Francia, Italia, y no digamos en la tragedia de Grecia, sus respectivas organizaciones empresariales y sindicales han tenido las mismas oportunidades que en España. Sin que se hayan conseguido los efectos de la recuperación que afortunadamente están vigentes por estos pagos, simplemente porque no ha habido decisiones políticas que se hayan cumplido con rigor: los helenos son el caso límite, pero Italia no le ha ido a la zaga, y en Francia se mantuvieron muchas dubitaciones.
Así pues, sin olvidar que, efectivamente, empresarios y trabajadores han llevado el peso de la economía española -como siempre, pero con mayor decisión de los primeros y mejor comprensión de los segundos-, en las fábricas, talleres, oficinas, centros de investigación, etc., las medidas adoptadas por el Gobierno para la austeridad y la reforma han desempeñado un papel importante en el teatro del cambio económico. Lo demás, diría un escéptico, son garambainas o músicas celestiales.
[pull_quote_left]Al comenzar la crisis, si tengo bien los datos ahora en la cabeza, teníamos 50.000 empresas habituales exportadoras, y ahora esa cifra se ha multiplicado por tres.[/pull_quote_left]Y dentro de los cambios experimentados en este bendito país donde todavía hay seres irracionales que pretenden separarse para irse a no saben dónde, lo más importante de la nueva situación, se ha generado en el frente exterior. En cuatro años casi se han duplicado las exportaciones, que en 2015 podrían alcanzar la cifra realmente espectacular de 300.000 millones de euros, equivalentes casi al 30 por 100 del PIB. Un porcentaje que aplicado a China, significaría que ésta vendría a exportar 4,2 billones de dólares, cuando realmente está exportando la mitad.
Esos niveles exportadores, son resultado -en algún lugar lo he escrito también en los últimos meses- de lo que cabe llamar la ecuación de la competitividad. Que en su segundo término tiene dos monomios; uno referente al tipo de cambio, y el otro a la productividad.
En el tipo de cambio, desde luego, España no puede tener una influencia determinante. Pero no cabe duda de que la posición de nuestro país en el tema ha estado claramente en pro de una depreciación de la moneda común, para hacer posible mayores exportaciones. En ese sentido, con un euro equivalente a 1,5 dólares (2008), era muy difícil sacar producciones al exterior fuera de la Eurozona. Pero con un euro en torno a 1,10 dólares, la situación es completamente distinta, y eso es lo que está sucediendo ahora, cuando estamos alcanzando marcas históricas en nuestras ventas al exterior.
Porque no cabe olvidar que en los servicios está sucediendo lo mismo que con la venta afuera de bienes. Y no sólo por el siempre bendecible turismo, sino también en toda una larga serie de manifestaciones, desde la ingeniería hasta las patentes y licencias; pasando por prestación de servicios bancarios, de seguros, así como otras muchas facetas. Con la consecuencia, que hace pocos años sería casi increíble, de que las exportaciones de servicios representan casi el 50 por 100 de las de bienes, y bastante más de dos veces de lo que es turismo.
El segundo monomio de la parte derecha de la ecuación de la competitividad está en los rendimientos que permite el trabajo combinado con el capital. Es decir, la productividad. Y en esa dirección, cabe recordar que España puede haber aumentado sus rendimientos per cápita en no menos de un 30 por 100 desde que empezó la crisis. A lo cual algunos se refieren, críticamente, diciendo que eso se ha debido a la reducción de salarios, en lo cual no les falta una parte de razón.
Lo que sucede es que para exportar más, hay que vender más barato, o con mejor calidad al mismo precio. Y si eso no se consigue con los efectos puros y duros de la tecnología impulsada por el I+D, hay que lograr una mezcla de eso mismo y también de menor coste laboral unitario (CLU). Se lo dijo muy bien Paul Krugman en Sevilla a ZP en una mañana de debate: O Vds. exportan más, o se van al garete. Y para exportar más, o reducen los salarios en un 30 por 100, o aumentan la productividad en un porcentaje similar (la cita no es textual).
Y eso es lo que ha sucedido: ha aumentado algo la productividad por una mejor organización del trabajo, mayor nivel tecnológico, y logística más afinada; y también porque ha habido una reducción de los CLU.
[pull_quote_left]Cuando la recuperación ya está en marcha, cabe pensar que España es hoy una economía mucho más sana, con empresas más competitivas, y también con trabajadores que han sabido ceder en sus reivindicaciones en muchos casos, para mantener su propio empleo[/pull_quote_left]Habría que hacer más consideraciones sobre la ecuación de la competitividad, porque dentro de ella hay muchas precisiones que convendría destacar. Empezando porque al comenzar la crisis, si tengo bien los datos ahora en la cabeza, teníamos 50.000 empresas habituales exportadoras, y ahora esa cifra se ha multiplicado por tres. Y es que para resistir, cuando el mercado inmediato que antes llamábamos nacional (y que ya no tiene ese nombre, no por razones políticas, sino porque nuestro mercado nacional ya es el del euro), entraba en declive, hay que conquistar otros mercados: un postulado tan perogrullesco que no será preciso remacharlo.
Pero en esas circunstancias, es cuando entran muchas fuerzas que actúan con decisión, con servicios de exportación que antes no existían en la mayoría de las empresas, con misiones al extranjero del ICEX, con el trabajo de las oficinas comerciales que regentan los Técnicos Comerciales del Estado y los Diplomados de Comercio Exterior, etc., etc.
Afortunadamente hemos dejado de ser un país en el que antes casi sólo se pensaba en los subsidios, en las primas a la exportación, en los precios casi garantizados por un mercado también casi cautivo, etc. Hoy lo difícil en un viaje fuera de nuestras fronteras, es no encontrarse españoles en cualquier lugar intentando vender algo, o fabricar algo in situ, o prestar servicios a las empresas locales, o contratar turistas para traerlos a España.
En definitiva, y para no alargarnos mucho más, y sin intentar entrar en la selva de números del presupuesto -en contra de lo que quizá muchos pensaban que yo iba a hacer-, diré, para terminar, que la idea schumpeteriana de la destrucción creadora está funcionando en España.
Es doloroso, en ese sentido, que tantas empresas hayan desaparecido, pero esa es la purga del sistema capitalista de competencia, de modo que en una fase difícil de la evolución (darwinismo puro, dirán algunos), caen inevitablemente los peor dotados, o aquellos que no han sabido prepararse para la crisis. De ahí que cuando la recuperación ya está en marcha, cabe pensar que España es hoy una economía mucho más sana, con empresas más competitivas, y también con trabajadores que han sabido ceder en sus reivindicaciones en muchos casos, para mantener su propio empleo; en una nueva situación económica en la que el motor del progreso ha sido precisamente la internacionalización.
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