[dropcap]N[/dropcap]o hace mucho, José Vicente González, un perfecto desconocido para todos fuera de su región, la Comunidad Valenciana, reclamaba a su gobierno autonómico que pagara puntualmente los 14 millones de euros que le debía a la patronal valenciana que él preside por los cursos de formación que había impartido.
Ahora ya se ha hecho más popular, no por sus méritos empresariales, sino por sus declaraciones en las que ha dejado patente la necesidad de que se apunte a uno de esos cursos para ver si se pule un poco.
La criatura acaba de decir, poco menos, que de qué van los parados. Que después de haberse puesto las botas cobrando el paro quieren un trabajo con derechos y un sueldo que dé para vivir. Para él, eso es ponerse “exquisito” y ahora no están en condiciones de exigir nada.
De ahí al esclavismo, no hay ni un paso. Esa mentalidad cavernaria es uno de los factores que lastra la competitividad de las empresas españolas, porque hay empresarios que no pueden evitar ver a sus empleados como un mal necesario con el que tienen que convivir y, como tal, tratan de combatirlo para que sea menos dañino.
[pull_quote_left]Hay empresarios que no pueden evitar ver a sus empleados como un mal necesario con el que tienen que convivir y, como tal, tratan de combatirlo para que sea menos dañino, en lugar de verlo como su principal activo[/pull_quote_left]En lugar de ver al trabajador como su principal activo, se le trata como si fuera un enemigo, un gorrón que se lleva su dinero y vive a su costa. Lo mismo que luego hace cuando lo manda al paro. Con esa mentalidad no llegaremos muy lejos.
El Gobierno ha puesto patas arriba el mercado laboral con el único objetivo de abaratar el despido y precarizar la contratación, reivindicaciones históricas de la patronal española para combatir el mal que compromete la viabilidad de las empresas. Una reforma que no se utilizará para echar a los pelotas y a los jetas, que son los activos más valiosos para los jefes (no de las empresas), ni para mejorar el sistema productivo, sino para despedir a los que tienen experiencia y contratar mano de obra barata.
Ahora que ya lo tienen, no es el momento para que trabajadores y desempleados se pongan “exquisitos” para volver al mercado de trabajo, bien lo saben empresarios como el vicepresidente de la CEOE, una organización que debería estar más preocupada por la pérdida de valor de sus empresas desprendiéndose de gente muy valiosa, y que últimamente no es, precisamente, un modelo de exquisitez y ejemplaridad, a la vista del comportamiento de algunos de sus dirigentes como Díaz Ferrán, Arturo Fernández y, ahora, González, que además de faltar al respeto a los trabajadores con el sueldo, también los ofenden de palabra. Es tiempo de despreciar el trabajo y al trabajador.
— oOo —