[dropcap]C[/dropcap]astronuño es una típica villa castellana situada entre Tordesillas y Toro, en la orilla izquierda del río Duero. Merece la pena ir allí por muchas razones, a las que voy a añadir una más: los ventifactos.
Si os gusta el arte románico hay ocasión de visitar una preciosa iglesia, desde la que, además, se contempla una maravillosa vista panorámica del gran meandro que hace el río antes de llegar a la presa de San José.
Como en todos los meandros fluviales, la orilla cóncava, erosiva, forma un abrupto escarpe en cuyo borde se asienta la villa, testigo y baluarte de la frontera –«Extremadura»– entre moros y cristianos. Enfrente, durante todo el Cuaternario se han ido depositando sedimentos, formando múltiples terrazas y arenales. Hacia el norte se encuentra San Román de La Hornija, antigua población que en tiempos visigóticos tuvo su importancia, como lo demuestra la tumba de la reina esposa de Chindasvinto.
Antes de llegar a San Román, el gran triángulo que forma por dos lados el Duero tiene una gran importancia para entender la geología y evolución del paisaje durante el último, pongamos, millón de años.
Hay allí un cerro —Cubillas--, con las ruinas de una casita (no sé si aún quedará algo), que es conocido como el «Gurugú», en recuerdo de aquel otro, tristemente célebre, de las guerras en Marruecos hace 100 años.
Para estudiar el terreno se contaba en 1980 con las fotografías aéreas americanas de los vuelos de 1956 y 1957. En las que incluían al «Gurugú» se apreciaba claramente, en la cumbre, una típica duna semilunar, diluida por la vegetación. Los «cuernos» apuntaban hacia el sudoeste-nordeste. Hoy se puede ver perfectamente en Internet.
Por si no lo recordáis, las dunas se forman por la acción del viento cuando actúa sobre arenales y su sentido no varía, movilizando los granos de arena. Se originan como una colina arenosa alargada perpendicular al viento, pero como los extremos tienen menos arena avanzan más deprisa que el centro, produciéndose por ello la forma semilunar característica. No son exclusivas de los desiertos, periglaciares y trasplayas. Si tuviese tiempo, os explicaría curiosos episodios de la historia medieval en las provincias de Segovia y Valladolid. Otra vez será.
Bueno, pues el caso es que, movido por la curiosidad, subí al «Gurugú» y observé que en uno de los «cuernos» apuntaba otro más ligero.
Baje del cerro. Como no había caminos había dejado el coche en medio del campo. Y resultó que no lo podía sacar, hundidas las ruedas en un arenal. Intenté solucionar el problema con retamas y piedras, de lo que el lugar no era escaso. Entre los cantos había uno que me llamó la atención, pensando si sería una herramienta neolítica, y lo metí en mi bolsillo. Por fin pude sacar el coche del atolladero en que le había metido.
Aquella noche, con tranquilidad, me acordé del canto. No era industria humana. Se trataba de un VENTIFACTO, un canto facetado, un dreikanter, pulido por el viento, que labró en él varias caras o facetas separadas por suavizadas aristas.
En los días siguientes volví al meandro de Castronuño-San Román y descubrí un enorme pavimento de cantos eólicos que se extendía durante varios km. En varias ocasiones he vuelto por allí para poder regalar a los alumnos estos testigos de un curioso pasado.
Se suele pensar que la mal llamada Era Cuaternaria registró una alternancia de climas glaciares e interglaciares, con el resultado de dejar, en las orillas de los grandes ríos, 4 terrazas cuya edad de depósito es mayor en la más alta. Pero ello, que es válido en Europa Central, se presenta muy modificado en la Meseta Castellana, donde pueden llegar a encontrarse más de 10 terrazas.
El pavimento eólico se presenta, en San Román de La Hornija, en una superficie a una altura superior a los 100 m sobre el río Duero, lo que parece presuponer una gran antigüedad (¿pliocénica, es decir, anterior al Cuaternario?.
No. La época de fuerte viento puede haber afectado a un cantorral pliocénico, limpiándolo de arenas y limos. Pero el hecho de que los arenales y ventifactos se encuentren sobre algunas terrazas cuaternarias permite deducir que el período árido y ventoso es posterior a ellas.
Las terrazas inferiores, más modernas, al no presentar sobre ellas estos testigos eólicos, se deducen posteriores.
En Castronuño-San Román los ventifactos están por encima de los 35 a 40 m sobre el río Duero. En Salamanca los encontré en el anfiteatro de Aldearrubia y al norte de Alba, donde también están a la misma altura sobre el Tormes.
Parece ser que en época histórica ha habido zonas en la Meseta Castellana con épocas ventosas, especialmente en los siglos IX y X. En ese tiempo debió haber una removilización de dunas. Posiblemente ocurrió así en el «Gurugú».
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¿Qué? ¿Os gustó esta clase que os he soltado? Si os ponéis a pensar –que es lo que yo siempre quiero– podéis hacerlo sobre la relación de estos tiempos ventosos con el Hombre ¿Cómo lo combatiría? Y puestos a pensar… ¿no inspirarían los ventifactos a nuestros antepasados del Paleolítico nuevas ideas para fabricar sus utensilios? ¡Pensad, pensad!
9 comentarios en «Ventifactos»
Emiliano, siempre nos sorprendes.
Da gusto escucharte…, digo… leerte.
Pues seguiré hablando…, digo… escribiendo.
Un abrazo
Emiliano felicidades por tu 50 aniversario. Ojala pudieras cumplir otros 50 regalándonos clases como la de hoy y como las que me diste en el pasado.
Un abrazo.
¡Ojalá pudiera, Goyo! ¡Y tú que las recibieses!
Un abrazo muy fuerte
Aplausos, Emiliano. Un tema muy interesante para estos días de viento. Y un motivo más para una visita a Castronuño.
Un abrazo,
Emilio
También yo me he acordado hoy del viento. ¡Cuánto me gustaría poderte acompañar en esa visita! ¡Merece la pena hacerla!
Un abrazo
Clase magistral !.. Se nota que la enseñanza es tu pasión..Enhorabuena por esos 50.Intuyo que has amasado en ellos comprensión,paciencia y ese afán de darte a los demás.Que Dios te bendiga,seguro que tu huella será imborrable….Un abrazo
Muchas gracias Azucena. Así ha debido ser. Aunque creo que cuando llegué a Salamanca, con mis 22 añitos, ya me apasionaba enseñar. ¡Debí nacer para ello!
Un abrazo muy fuerte
Gracias Emiliano , me dejas perplejo nunca imagine que el viento pudgiera tallar Los ventifactos, Es tuya esta palabra?
Me gustan y conservo como pisapapeles algun canto rodado, nunca pense que el viento y la abrasion pudiera tallar de tal manera
Un abrazo