[dropcap]C[/dropcap]asi siempre que se ve como se excava un fósil en una película parece muy sencillo: un paleontólogo con una brocha o un pincel va separando los granos de arena que lo cubren y va apareciendo, tan limpio, tan bonito, tan… cinematográfico. Es así porque el día anterior habían colocado allí la réplica de un maravilloso ejemplar, que pasaba a ser el actor principal de la escena.
Pero la realidad es muy distinta. Tienes que estar tumbado en el suelo horas y horas quitando con un punzón o una lezna la roca que ha sido su envoltura desde hace millones de años, cuidando de no pasarte porque si lo haces no tiene remedio. Muchas veces el ejemplar que intentas extraer se deshace si no lo has endurecido antes…
Y sin embargo… ¡como empieces a excavar coges la pasión de seguir y seguir! ¡Has adquirido un vicio difícil de erradicar!
Pues bien, en mi vida de paleontólogo de campo solamente una vez excavé en un yacimiento excepcional que parecía apropiado para rodar una película: Corrales del Vino.
Esta población zamorana es un clásico de la paleontología española conocido desde 1914. Sí, el año pasado se cumplió el Centenario y ha pasado desapercibido. Fue entonces cuando aparece citado por Eduardo Hernández Pacheco, a quien dieron unos dientes que depositó en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. En 1921 José Royo Gómez y Frederic Roman los determinaron y dieron su edad (parte media del Eoceno medio; unos 42 millones de años); visitaron Corrales pero no encontraron nada nuevo. En 1959 un entonces estudiante de Ingeniería de Caminos, Arturo Rebollo, llevó al mismo Museo una caja de latón con unos restos, que fueron identificados por mí en 1986. Desde mi llegada a Salamanca, hace ahora 50 años, y mi nacimiento como paleovertebrista, Corrales estuvo siempre en mi punto de mira, como lo había sido antes y después por muchos colegas.
Pero el mérito de haber hecho que su pueblo sea hoy considerado como un «clásico» se debe a los dos Luis Alonso, padre e hijo, que han dedicado todo su tiempo libre, durante yo diría que toda su vida, a desentrañar los enigmas paleontológicos de Corrales.
Fruto de ello fue el hallazgo que realizaron, en compañía de Eliseo Carrascal, el domingo 11 de noviembre de 1990. Aquel día me llamaron por la noche para informarme que habían encontrado un Allaeochelys completo.
¿Que qué es Allaeochelys? Es una tortuga fluvial que vivió allá por el Eoceno medio y que se había encontrado antes de 1965 en Francia, Bélgica e Inglaterra. Últimamente se está ampliando su presencia en toda Europa occidental y central, siempre restringida a esa edad. El primer hallazgo español se debe a los hermanos del catedrático de Botánica de la Universidad de Salamanca, Bartolomé Casaseca, que me entregaron los fragmentos de un ejemplar corralino que había aparecido al hacer un pozo. Lo llamé Allaeochelys casasecai en 1970.
Estas tortugas fluviales tienen la peculiaridad, como los actuales Trionícidos, de que no tienen caparazón dérmico; sólo el óseo. Ello hace que fuesen muy frágiles en vida, siendo fácilmente depredadas por los cocodrilos, tanto de agua como de tierra, durante el Eoceno. También esa es la causa de que se conservasen muy mal una vez muertas, ya que cada placa se separaba de las demás ante la más mínima corriente. En los yacimientos zamoranos es muy frecuente encontrar cientos de placas sueltas, pero hasta entonces tan sólo se conocían muy pocas empalmadas.
Ante aquella información, el equipo que trabajaba conmigo —Santiago Martín, Eugenia Mulas, Santi Gil, Elisa Pérez Ramos y el recién incorporado Francisco Javier Ortega— marchó a la mañana siguiente a valorar lo que había. Yo no pude ir hasta la tarde por tener que impartir clase. Cuando llegué vi el mayor espectáculo de mi vida: una superficie de unos 4 m2 abarrotada de placas y con más de 15 ejemplares completos. Estaban en una arena suelta que se podía limpiar con una escoba.
Aquella tarde apareció por allí un señor que supuse había ido a curiosear lo que hacíamos y al que le comenté que estaba contemplando algo así como la «capilla Sixtina» de los yacimientos de tortugas fósiles. Era Pablo Criado, el dueño de la cantera, que, entusiasmado, nos ofreció toda la ayuda material de su empresa, lo que no nos vino nada mal. Una pala mecánica nos limpió parte de la colina adyacente, y comprobamos que el riquísimo nivel o canal era más amplio.
Se excavó durante una semana y se extrajeron 24 ejemplares, muchos de ellos en contacto, que se conservaron en bloque como estaban.
Hoy son joyas de la Sala de las Tortugas de Salamanca. Uno de los bloques está expuesto en el Claustro Alto de la Universidad.
12 comentarios en «Corrales del Vino»
Querido Emiliano,
Muchas gracias por este relato de primera mano. Ahi queda todo dicho aunque seguramente que habrá más que decir. A Corrales del Vino bien podíamos escaparnos un día y nos cuentas alguna cosa más sobre el terreno.
Ánimo y sigue con tus «ocurrencias». Sabes que nos tienes esperando los lunes por la mañana. Cada semana más colgados…
Un abrazo,
Emilio
Querido amigo Emilio: No fue esa la primera ni la última vez que se excavó en Corrales. Y podría convertirse en el mejor yacimiento de estas tierras si las circunstancias fuesen favorables y las autoridades me hubiesen hecho caso.. Seguiré la próxima semana con ello.
Un abrazo
Me gusta mucho leer tus relatos. Beso grande desde Brasil…
Dudu
Muchas gracias, querido sobrino. ¡Tienes que escribir algo tú también! ¡Serían las «ocurrencias» de los Jiménez.
Un abrazo desde mi España
Muy interesante lo que nos cuentas,se nota tu pasión por las excavaciones ,eres un gran narrador,y siempre nos enseñas a los profanos..Un abrazo.
Muchas gracias, Azucena. ¡Qué le vamos a hacer! ¡Nací así!
Un abrazo muy fuerte
Con tus palabras y el ritmo de la narración, nos sentimos también arqueólogos y sentimos la emoción de los descubrimientos. Muchas gracias, amigo.
Un abrazo
Muchas gracias, Armando. Si tuviese menos años seguiría excavando. ¡Te puedo asegurar que es de lo más fascinante el ir sacando a la luz esas maravillas que llevan enterradas tantos millones de años!
Un abrazo
Excelente relato de pasión y ciencia Emiliano.
Gracias por mantener nuestra mente alerta los lunes por la mañana!
Un fuerte abrazo
Muchas gracias, David. Seguiré haciéndolo mientras se pueda!
Un abrazo