[dropcap]O[/dropcap]s contaba el otro día que, estando con tiempo sobrante durante una excavación en Corrales del Vino, el infatigable Luis Alonso encontró, deambulando por la cantera de Cerámicas SAZA, una notable mandíbula inferior de un mamífero. ¿Sabéis lo difícil que es hallar algo así, de pronto? ¡No os lo podéis imaginar!
Inmediatamente dejamos lo que estábamos haciendo –eso podía esperar– y nos dedicamos a extraerla en bloque, con ayuda de poliuretanos, para que no se perdiese la menor partícula de aquel nuevo tesoro.
Y llegó después el día en que alguien de aquel fenomenal equipo que me ayudaba entonces –creo que fue Santiago Gil— se puso a restaurar aquella mandíbula.
¡Sorpresa! Aquel cuadrúpedo, que vivió hace unos 42 millones de años (parte media del Eoceno medio), y que nuestro inolvidable Miguel Ángel Cuesta determinó como una hembra de Paralophiodon aff. isselense, murió siendo muy vieja. Sus dientes estaban muy desgastados, ¡¡PERO NO TODOS!!. ¡Había uno, el último premolar izquierdo, que casi no presentaba desgaste!
¿Eso, como es posible? Pensad un poco y pronto llegaréis a la conclusión evidente de que era así porque a esta antepasada de nuestros caballos y rinocerontes le faltó, durante toda su vida, el premolar superior que se le oponía. No hay en todo el mundo otro ejemplar con esta anomalía.
El primer dentista que lo vio, Alfonso Palomero, quedó admirado. La ausencia total de algún diente, sin alveolo que aloje las raíces, en la especie humana recibe el nombre de anodoncia, me dijo. Después, a lo largo de los años, varios visitantes de la Sala de las Tortugas me han comentado que ellos tienen esta patología de un diente, y algunos, de dos. La ausencia es relativamente frecuente en estomatología humana, diagnosticada también como agenesia dentaria.
Posteriormente Pilar Julia Pérez y Miguel Ángel Cuesta han estudiado y definido mejor, casi diríamos que clínicamente, a esta viejecita, quizás la tatarabuela de nuestros rocinantes y babiecas.
Pero aquel dentista tan entusiasta que me ilustró inicialmente sobre la anodoncia hizo algo más. Poseía un caso similar registrado en el cráneo disecado de un jabalí al que le falta el primer molar superior derecho; no tiene alveolo. Y se puede ver el similar del otro lado, el izquierdo, muy desgastado. En la mandíbula inferior se observa la notable diferencia del grado de uso entre los dos primeros molares.
Aquel dentista pensó que el cráneo de su jabalí, su tesoro anatómico, estaría mejor colocado junto al Paralophiodon de Corrales, para servir de ejemplo ilustrativo de lo que es la ANODONCIA.
¿Os dais cuenta de lo que significa esto? Una persona se desprende de aquello que es su orgullo, que enseña a los colegas y amigos que le visitan, para que sea visto por los estudiantes y público en general que visiten la Sala de las Tortugas, donde –casi se me olvida decirlo– está catalogado con el número 14.054. El Paralophiodon con anodoncia es el 14.053.
¿Cuántas personas son capaces de afrontar este benemérito sacrificio? ¡Más de lo que parece, os lo puedo asegurar!
4 comentarios en «Sin diente»
Vaya, esa sí que es una curiosa paciente para un dentista, jaja, Muy interesante, como siempre. Un abrazo
Como puedes ver, Armando, a lo largo de mi vida he conocido gentes de todo tipo que me han favorecido con su amistad. ¡Como tú! De todos se puede contar algo. Y se debe contar para ejemplo de aquellos que creen que no hay amistad, sino interés.
Un fuerte abrazo, amigo mío
Ciencia, generosidad y valores humanos…Si van de la mano encontraremos verdaderos científicos y personas
Gracias por tu columna del lunes Emiliano
Muchas gracias, David. Cuando las cosas brotan del alma salen solas, sin ninguna dificultad.
Un abrazo, amigo mío