Opinión

Tirando del hilo y de la manta

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El presidente de la Generalitat, Artur Mas.

[dropcap]E[/dropcap]n el vídeo blog de Iñaqui Gabilondo de hoy (El País, 4 de noviembre de 2015), titulado “El escamoteo”, el veterano periodista viene a denunciar una circunstancia que ha sido repetidamente señalada, cual es la utilidad de la “crisis catalana” para alejar el foco de la atención mediática de la “crisis española”, que incluye y es congénere de la catalana, y que a estas alturas ya nadie ignora que no es solo económica, sino política, ética, y social.

Algo de esto dije yo también en un artículo de 24 de julio de 2015 (“Centrípetos y Centrífugos”).

El ínfimo nivel democrático de nuestras clases dirigentes (políticas y económicas) se puso de manifiesto cuando muchos de ellos quisieron escamotear la naturaleza múltiple de la crisis, llegando incluso a reflexionar en voz alta que de no ser por el batacazo económico que nos pilló de lleno (y que no era otra cosa que la implosión de una mentira favorecida por la falta de controles y la desregulación) la corrupción en España (y en Cataluña) que hoy sabemos sistémica y “organizada”, cual si se tratara de bandas de criminales, habría pasado desapercibida y desconocida para la mayoría de los ciudadanos, de forma que ellos podrían haber seguido en sus rutinas de medro, corrupción y crimen sin ningún obstáculo (lo cual da una idea también del concepto en que tienen a la justicia española y sus severos controles), o en el peor de los casos habría sido disculpada y olvidada rápidamente ante el primer anuncio de superación del mal momento económico. Y como digo, todo ello reflexionando en voz alta ante una ciudadanía cuya inteligencia y cuya ética no deben tener en gran consideración.

Por eso hemos visto todos estos años al presidente de gobierno, ensimismado en una actitud autista y misántropa (una vez descubierto que Bárcenas era su amiguito del alma), coherente con el carácter de apisonadora de su acción de gobierno, sin más objetivo al frente de sus anteojeras que lograr a costa de los más débiles y siempre sin molestar a los más fuertes, aunque solo fuera una apariencia de recuperación económica, intentando echar tierra con ese logro macroeconómico sobre las auténticas raíces del problema en vez de arrancarlas de cuajo.

[pull_quote_left]Desde hace tiempo, que ya podemos computar en años (los que van de crisis), España y Cataluña viven o malviven a la sombra del mismo monotema, y desde uno y otro lado del conflicto secesionista muchos corruptos han logrado sobrevivir -políticamente hablando- amparados bajo ese paraguas[/pull_quote_left]No han puesto ningún empeño serio ni tienen interés en desmochar la planta frondosa de la corrupción que como mala hierba ha arraigado en nuestro país. Incluso reformar la Constitución que ha producido frutos tan amargos (ha bastado una sequía seria para descubrir sus raíces pochas), les parece pecado casi teológico. Al contrario, los que han señalado ese objetivo de regeneración como fundamental y previo a todos los demás (porque si no será pan –y escaso- para hoy y hambre para mañana) han sido calificados enseguida, con la ayuda de los medios públicos de intoxicación, en el mejor estilo goebbeliano, como “radicales” y “antisistema”. La utilización bananera o claramente antidemocrática de los medios públicos de información daría para otro capítulo entero, pero en definitiva está en consonancia con el estado de la nación. Si hoy no hay motivo para reformar la constitución ¿cuándo lo habrá?

Desde hace tiempo, que ya podemos computar en años (los que van de crisis), España y Cataluña viven o malviven a la sombra del mismo monotema, y desde uno y otro lado del conflicto secesionista muchos corruptos han logrado sobrevivir -políticamente hablando- amparados bajo ese paraguas. El carácter instrumental de esa fiebre independentista tan repentina, se descubre con toda su desnudez en la actual situación política de Artur Mas, nadando entre dos aguas, a punto de hundirse como una piedra lastrada por la corrupción, pero consiguiendo flotar dejándose llevar como un corcho por la corriente, o recibiendo energía de los ataques de la parte contraria. El desencuentro que cada día abre y encabeza los medios de comunicación de masas, ha resultado extremadamente útil para que efectivamente la luz del foco no incidiera sobre las verdaderas causas y causantes del problema español y catalán.

Problema que ha sido tratado hasta la saciedad y abordado de múltiples formas, aunque se ha escamoteado, se ha esquivado sistemáticamente (en medio del vocerío patriótico) el “hilo” que lleva al origen del asunto: la corrupción y la desigualdad económica que, favorecida por el régimen, se ha enseñoreado de la nación en su conjunto. Cuando interesó, se hizo la vista gorda (incluso desde gobiernos sedicentes socialistas) con la corrupción de las clases dirigentes catalanas, en contraprestación del mutuo beneficio de la ley de la omertá. Y quizás esa complicidad (a dos bandas) en el delito es la que hoy complica la solución del tema, pues quienes tienen la responsabilidad de solucionarlo son los que antes fueron cómplices. Los que nos han degenerado son los que nos tienen que regenerar. Permítanme que no me lo crea.

[pull_quote_left]En España, Mariano Rajoy es un digno representante de su partido trufado de corrupción hasta extremos difícilmente igualables (aunque el otro partido del régimen le va a la zaga), y al que la bandera patriótica le viene muy bien para cubrir sus vergüenzas[/pull_quote_left]De un lado y de otro, los ciudadanos estafados, inmersos en una amnesia colectiva, hacen el papel de convidados de piedra, no aciertan con las causas de sus males (para los catalanes son los españoles, para los españoles son los catalanes -como en otro tiempo fueron los judíos-) y se aprestan unos y otros a engrosar las filas de la barata “carne de cañón” patriótica.
En Cataluña, Artur Mas es un fiel representante de su partido y de la clase dirigente corrupta que se agarra al clavo de la independencia en busca, quizás, de una inmunidad autónoma ysoberana para sus delitos del 3% al 7%.

En España, Mariano Rajoy es un digno representante de su partido trufado de corrupción hasta extremos difícilmente igualables (aunque el otro partido del régimen le va a la zaga), y al que la bandera patriótica le viene muy bien para cubrir sus vergüenzas gestoras o sus excursiones suizas (las de muy importantes miembros de su formación política).

Pudiendo muy bien ocurrir por la dinámica de los hechos que los corruptos de un bando se conviertan (incluso no logrando sus objetivos) en héroes de la independencia, y los corruptos del otro bando en héroes de la unidad y grandeza de la patria, incluso no anexionándose Suiza, Andorra, o Singapur, que tanto aman como destino de sus afanes y trabajos.

Un lavado de cara magistral.

Lorenzo Sentenac Merchán

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