Opinión

Mi gusanito

Esquema de mi gusanito.
Esquema de mi gusanito.

[dropcap]E[/dropcap]Era un sábado primaveral del 62. Estaba yo en clase –entonces sí las había– cuando, de pronto, un grueso punto negro me dificultó la visión. Me alarmé porque unos días antes había recibido un golpe durante un partido de rugby.

De modo que aquella misma tarde acudí al oftalmólogo José Manuel Díaz Cortés, que tenía la consulta pared por pared con la casa de mis padres. Consulta que había heredado de su tío, José Lorenzo Cortés, prestigioso oculista de Madrid en las décadas del 30 al 60 . Eran como de la familia y habían cuidado mis pobres ojos desde que nací.

¡Sorpresa! ¡El punto que molestaba mi vista era una FILARIA!

¡Una Filaria! José Manuel me dijo que en España se daba en los ojos un caso de cada 600 millones. ¿Qué es? Pues me explicó que se trata de un gusano, parásito del Hombre, como la Tenia, que tiene forma de hilo –de ahí su nombre– y que se da en los países tropicales cuando un mosquito se mete en un ojo y defeca. Dicen que es un caso muy aparatoso de dimorfismo sexual pues mientras que el macho es milimétrico, la hembra puede llegar a medir más de metro y medio.

¡Afortunadamente mi gusanito era macho! Estaba como enrollado en un ovillo del que salían los dos extremos, cortos. ¿Os imagináis que hubiese ocurrido si me conquista una hembra? ¡A lo mejor un extremo saldría de mi ojo –para ver también ella el mundo, supongo– y tirando, tirando, la hubiesen sacado!

Bonellia, un ejemplo de dimorfismo sexual en gusanos,
Bonellia, un ejemplo de dimorfismo sexual en gusanos,

Dada la rareza del caso José Manuel me pidió que fuese a la Facultad de Medicina, Hospital de San Carlos, que entonces estaba al final de la calle Atocha, donde ahora se asienta el Museo de Arte Contemporáneo.

Y allí me presenté a la hora acordada, las 12, del lunes. Yo diría que me estaban esperando todos los oftalmólogos de Madrid, por la cantidad de ellos que había. Incluso estaban un par de sudamericanos de paso por España. ¡Todos como locos por ver mi ojo con mi gusanito!

La visita fue larga y se repitió en el San Carlos y, algunas tardes, en casa del catedrático, que me hizo varias fotografías.

Ahora bien, ¿cómo se había alojado aquel anélido en mi ojo, si yo no había estado nunca en los Trópicos? Una extraña explicación, que me preguntaron si era posible, era que hubiese pisado barro estando descalzo. ¡Pues sí, había ocurrido eso unos meses antes en Valladolid, donde había habido unas inundaciones aquel invierno! Había ido a jugar un partido de rugby contra el CADU en el campo de Zorrilla y el acceso a las duchas estaba muy embarrado.

Pero había que comprobarlo. Parece ser que estos bichitos tienen costumbres nocturnas y corren por la sangre a esas horas en que la Humanidad suele descansar. ¡Había que estudiar la mía, extraída a las 12 de la noche, o más tarde! De modo que acudí a casa de un analista –recuerdo que vivía en la calle Imperial, al lado de la Plaza Mayor– a esas intempestivas horas. ¡A sufrir el pinchazo en el dedo con aquel aparatejo que era como un bolígrafo metálico que al ser pulsado te daba un pellizco sangriento! Ya no se usan, salvo para medir la glucosa.

Pinchazo.
Pinchazo.

A la mañana siguiente: «Nada, Emiliano. No se ve nada. Tienes que repetir el pinchazo esta noche».

Y así una y otra vez, siempre con resultados negativos. Hasta que un día…

«Mira, Emiliano. Toma este portaobjetos y te pinchas tú solito con una aguja desinfectada. Me lo traes por la mañana muy temprano. ¿De acuerdo?»

¿Os habéis tenido que pinchar en el dedo para sangraros? Intentadlo y veréis que no es tan sencillo. Como yo era incapaz –la aguja no penetraba mi sensible piel dáctil– tuvo que ayudarme mi hermana Petri. ¡Tampoco a ella se le dio bien! Eso hay que hacerlo –ahora lo sé– con decisión y ella lo hacía despacio. ¡Teníais que oír mis gritos! ¡Una vecina, Angelines, subió asustada para ver que estaba pasando!

¡Pues no sirvió de nada! Llevada mi preciosa sangre al analista, tampoco así se vieron rastros de gusanos por ninguna parte. ¡A repetir, y a repetir, y a repetir! Nada. Nada. Nada…

Al final, enseñe a mi querido gusanito a no molestar. Con unos movimientos de mi mirada se iba hacia un lado. ¡Qué obediente me resultó mi machito! Me cansé de estar con los ojos como un besugo, pues cada vez que me los curioseaban tenían que dilatar mi pupila… Únicamente mi vecino José Manuel lo exploraba de tarde en tarde, más que nada por ver si cambiaba de forma. No. Y seguí mi vida tranquilamente. Hasta que… Pero eso lo contaré otro día…

9 comentarios en «Mi gusanito»

  1. Querido Emiliano,

    Muchas gracias por explicar tu asunto con la filaria. Cuando me lo habías contado no me había quedado claro del todo pero aquí queda perfectamente aclarado con tu prosa impecable. Esperamos la continuación de tan interesante affaire.

    También tengo que invitarte el próximo jueves, dia 12 al seminario que dará Bertha Gutiérrez Rodilla en el IRNASA, sobre El lenguaje y la ciencia. Ya sabes, es para conmemorar la festividad de San Alberto Magno, que llaman ahora Semana de la Ciencia. En la misma ocasión que tú nos diste el de Tesoros Fósiles hace ya dos años. Cómo pasa el tiempo Emiliano y que afortunados somos de tenerte aquí, al pie del cañón todos los lunes.

    Un abrazo y hsta pronto,

    Emilio

    Responder
    • Muchas gracias, Emilio por tu ayuda y por la invitación. No estoy seguro de que pueda ir. Ya te explicaré
      Un abrazo.

      Responder
  2. Nos has dejado en ascuas con la historia del gusanito…
    Me has recordado a un profesor que yo tuve en primero de bachiller que nos tuvo a toda la clase pendiente de una historia que él se había inventado a lo largo de todo el curso…inteligente estrategia.
    Gracias de nuevo Emiliano

    Responder
  3. Hola Emiliano. Lo del gusanito tiene intriga y espero que nos lo cuentes en breve. Eso te pasa por tener ojos verdes y grandes. Un abrazo Loli

    Responder
    • Querida Loli: Hoy me han contado el caso de una persona que tuvo invasión de filarias en el brazo. Las cogió en la antigua nuestra Guinea. ¡Decía que notaba cuando se le movían! ¡Anda que si a mí me ocurre lo mismo en el ojo!
      Un abrazo

      Responder

Deja un comentario

No dejes ni tu nombre ni el correo. Deja tu comentario como 'Anónimo' o un alias.

Te recomendamos

Buscar
Servicios