[dropcap]E[/dropcap]n una cosa sí tuvo razón Pedro Sánchez, acotado dentro de la estrategia de propia amnesia que tenía que articular con imposible equilibrismo: en cualquier país del occidente reconocido y homologado vía ilustración y luces, el caso Bárcenas, con sus papeles, sus discos duros pulverizados al mazo, y el mensaje presidencial de apoyo y “control” al esbirro intercepto, hubieran supuesto ipso facto la dimisión del presidente del gobierno (por no avergonzar y desprestigiar al conjunto de los ciudadanos españoles) y la caída en desgracia de toda la nomenklatura del partido Popular (por no avergonzar y desprestigiar al conjunto de los militantes anexos).
Pero eso habría ocurrido, como digo, en un país normal (lo cual no es el caso) con ciudadanos, militantes, periodistas, fiscales y jueces, capaces de exigir las explicaciones debidas, y la devolución del dinero robado, así como la restitución del prestigio democrático y la honorabilidad civil. Justamente en el polo opuesto de lo que defiende Celia Villalobos, que sostiene que ellos -los políticos corruptos- no tienen más remedio (pobrecitos) que ser corruptos porque todo el pueblo español lo es. He ahí un argumento que podemos llamar “de camuflaje”.
¿Dónde está hoy Bárcenas? ¿Camuflado y esquiando sobre la nieve? ¿Y el dinero?
Es obvio que pudo pensarse, por parte de Rajoy, que su mensaje a Bárcenas nunca sería conocido, fiado en la cara oculta de su luna triste, pero a veces me pregunto qué abismos de porquería y qué insondables pozos de indecencia nos ocultan, cuando no les importó afrontar la destrucción urgente de los discos duros (guiada sin duda por el pánico) sabiendo como sabían que la investigación estaba en marcha, y la justicia podía, a pesar de toda la instrumentalización y mendacidad de la que hace gala, reclamarlos en cualquier momento. Pudo más la necesidad de ocultar, que la seguridad de que quedarían en evidencia por esa destrucción de pruebas. Tal es el amplio margen de confianza y descontrol con que se mueven en este “sistema” que dicen defender, pero que no les importa enlodar.
[pull_quote_left]Sin duda, este no fue un combate dialéctico por las ideas o los proyectos de sociedad, esta fue una trifulca despiadada por cuotas de poder y porcentajes de mordidas[/pull_quote_left]Pero como la parte contraria está en lo mismo, nuestro deprimente presidente de gobierno le recordó al deprimente líder opositor (y tu más), su créditos “especiales” (bonificados) con entidades bancarias, y la golfería descomunal de los ERE, como podía haberle sacado los colores por las primeras reformas laborales inspiradas en la esclavitud y el maltrato laboral, la primera amnistía a corruptos y delincuentes fiscales, los favores “desinteresados” al banquero Botín y otros potentados de altura, y demás lindezas del estilo en el que coinciden al cien por cien.
Sin duda, este no fue un combate dialéctico por las ideas o los proyectos de sociedad, esta fue una trifulca despiadada por cuotas de poder y porcentajes de mordidas. En el engranaje para ese lucro, están básicamente de acuerdo.
Sin embargo, había que jugar a la diferencia. Para uno hubo rescate, para el otro no lo hubo, para nosotros opinen ustedes mismos, pero el caso es que hoy mismo nos cuenta la prensa, que el ingente dinero público (de cada uno de nosotros) que se dio a los bancos como premio y recompensa por sus prácticas delictivas, se da por perdido, sin esperanza de reintegro a sus verdaderos dueños: ustedes y yo.
Es decir, que según se dijo en el mismo debate, ese rescate a los tramposos, determina que hoy cada español tenga contraída (a lo peor ni lo sabe) una deuda personal de veintitantos mil euros por cabeza, que si al menos pensara, habría esperanza de respuesta contundente y definitiva vía votos.
El debate fue “vibrante” en cuanto que se llenó de temblores y espasmos, pero muy sintomático de la vieja política que se bate en retirada (Dios lo quiera por el bien de todos), y un marco crispado que por su significación negativa, dibujó con perfiles claros y más luminosos a los ausentes, a los que no estaban.
Ya que a nosotros -a los ciudadanos- no nos rescataron de la estafa (de hecho, nosotros pagamos esa juerga), esperemos que al menos las urnas nos rescaten de estos políticos.
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