[dropcap]L[/dropcap]a Cervantes, nao capitana de las librerías charras, cierra sus puertas. Me quiero sumar a todos los que han manifestado su pésame a la culta «Roma la Chica», por tan sensible pérdida.
Pero mi sentimiento de melancolía ante lo irreparable va más lejos. Es el síntoma de una epidemia imparable que afecta a la Cultura y, en especial, a su principal adalid: el libro de papel.
Porque antes que la Cervantes cerraron otras librerías, puede que no tan emblemáticas, pero que con ella llenaron una época importante de la vida salmantina, Núñez, Aniceto… y tantas otras.
Todos sabemos la causa de estos cierres, la competencia desigual con la informática. Pero hay algo más… Estas librerías –todas– funcionaron gracias al ímpetu de sus creadores, que continuó una generación tras otra y que se basó en el AMOR al libro, a su tacto, a su olor, a sus imágenes…
Las librerías clásicas cierran cuando cesa ese AMOR, es decir, cuando el corazón se resiente o se detiene. Y supongo que ésta es la causa del cierre de Cervantes. No me puedo imaginar a Jesús Sánchez Ruipérez sin su AMOR AL LIBRO. No me entra en la cabeza. No.
Como no me entra que a otros amigos libreros les pase lo mismo. Pongo por caso a Rafael y Mercedes, los «Navegantes del Palomar», que tuvieron que dejar Urueña, «Villa del Libro», para irse a otro lugar más económico, pero que nunca, nunca, dejarán de luchar por aquello que AMAN. No se trata de un medio de vida: es… SU VIDA.
Cuando llegué a Salamanca ¿cómo no conocer de inmediato a la Librería Cervantes? No en directo, porque de eso se ocupaban otros. Pero sí entré en relación con su imprenta, Graphicesa, por mi condición responsable durante tantísimos años de la revista Stvdia Geologica Salmanticensia. ¡Cuántas horas pasé allí, mecido por el sonido de sus máquinas, que transformaban el pensamiento en letras impresas! ¡Cuánto aprendí de Sinforoso, el corrector de pruebas! Allí conocí a José María Beneítez, el mejor encuadernador de España.
Qué sorpresa y que alegría me llevé cuando, visitando una exposición de maestros encuadernadores, nada menos que en la Biblioteca Nacional, vi en el lugar del máximo honor una obra suya. ¡José María Beneítez, un hombre de una sensibilidad artística exquisita!
Y ¿qué decir de Gráficas Varona, que de dedicarse a la confección de tesis doctorales y tesinas de licenciatura, pasó a ser una poderosa industria impresora a nivel nacional? También desapareció.
¿Cuántas cosas más se han borrado de la vida salmantina, no sólo librerías e imprentas, sino de todo lo que es la Cultura, que hicieron de Salamanca lo que es? ¿Dónde está el Cine Bretón, otro emblema salmantino?
¿Qué fue de todo aquello que estaba en el corazón de los salmantinos y de los que, con ellos, hemos dado vida a su ciudad? Brotan lágrimas del alma al recordarlo.
¿Estamos viviendo el fin de la Cultura? Por supuesto que me estoy refriendo a la de siempre, no a la que nos quieren meter a martillazos en algunos medios.
Creo que no. Más bien pienso que lo que estamos padeciendo –lo digo como paleontólogo– es el fin de una especie, «homo liberpapyri», durante su transición a otra, «Homo liberdigitali». Durante algún tiempo convivirán las dos juntas, pero llegará un día –¿dentro de cien, cincuenta, veinte años?– en que el libro de papel tendrá la categoría de fósil y que el hombre que los amaba habrá desaparecido.
¿Será más culta esa nueva especie de lector? No sé. Supongo que no, porque gran parte de la Cultura se basa en la Memoria y si a ésta no la hacemos luchar con los obstáculos se atrofia, se vuelve comodona y se embota, dejando que piensen otros.
En fin, el tiempo nos dirá qué ocurre, pero yo –gracias a Dios– no lo veré.























10 comentarios en «En el ocaso de una gran librería»
Los tiempos nos traen los cambios pero debe permanecer la esencia y la lectura hace más que muchas «carreras universitarias».
¡Muy bien dicho! Da pena ver lo poco que se lee hoy. ¿Lo resuelve todo Google? Yo creo que no. Ayuda, sí, pero…
Un abrazo
Ciertamente la librería Cervantes es un emblema de esta ciudad.
Y tu reflexión me lleva a un viaje al interior de mis experiencias, convicciones y anhelos. Mientras tanto leo, en papel, a Arto Paasilinna («El mejor amigo del oso») y me río de sus locuras y sus exageraciones. En el trasfondo, pura humanidad, corazón cálido, dulce contradicción, debilidad y grandeza a capas.
La finitud nos asola a diario en múltiples vestimentas, mientras nos mecen las olas de las páginas escritas que un día estaban en blanco.
Nos queda el presente.
Gracias por tu relatos del lunes.
Un fuerte abrazo
Gracias a ti, David. ¡Me ha gustado mucho lo que me has escrito!
Un fuerte abrazo
Emiliano ,como tú siento nostalgia,pero siempre recordaré mis visitas ,para comprar esos libros que me han hecho soñar, reir,y vivir aventuras…Se impone la tecnología,nuestra generación añorará aquellos » días». Un abrazo.
¡Ay, Azucena! Me duele pensar en que los jóvenes no tendrán esa pasión por el libro. ¿Sabes de qué me acuerdo cuando me entra esa tristeza del futuro? ¡En el remoto pasado!. Y veo la maravillosa estatua del Doncel de Sigüenza, enamorado, como tú y como yo, de la lectura, que le acompañó más allá de la muerte, en la eternidad. ¿Hemos avanzado tanto en 500 años?
Un fuerte abrazo
Interesantes reflexiones sobre el cambio de los tiempos; yo creo que el encanto de los libros nunca desaparecerá, pero todo tan rápido… Un abrazo
Viéndolo bien, siempre, siempre, ha habido cambios generacionales. Posiblemente mi preocupación por el libro en papel sea parecida a la que quizás tuvieron con la invención del tren o del vehículo a motor, por ejemplo… ¡Tampoco hay que preocuparse, porque la vida continuara adaptándose a lo que venga y lo que hoy nos preocupa habrá pasado a mejor vida…!
Un abrazo, querido amigo
Querido Emiliano,
Tu página web está muy interesante. Había quedado interrumpida hace cuatro días una conversación sobre el cine y ahora surje otra no menos interesante sobre libros. Ya ves, arriba en un comentario David dice que nos queda el presente y dónde, pregunto yo, ¿Dónde ese presente que nos queda? ¿En hablar de cine como la semana pasada? ¿En los libros? O…pues bien, yo creo que tu mensaje de hoy contiene muy buenas respuestas a estas preguntas en los fragmentos del texto que has destacado con mayúsculas.
Me pregunto si es posible sentir con el libro digital las mismas sensaciones que con el libro en papel y la respuesta es no. Definitvamente no. No me refiero al aprovechamiento de la lectura que sería discutible. Me refiero a las sensaciones que, unas podemos conocer y otras no. Concretamente la sensación del presente a la que se refería arriba el comentario de David es mucho más viva y de mayor contenido al leer un libro de papel.
Ya seguiremos que este tema da para mucho.
Un abrazo y hasta pronto,
Emilio
¡Ya lo creo que da de sí para muchísimo!
Un abrazo