[dropcap]H[/dropcap]ace una semana en esta misma sección nos referíamos a quién habrá de pagar los platos rotos de lo que ha sido el aumento de gases de efecto invernadero (GEI) hasta ahora. Y vislumbrábamos, muy someramente, cómo China e India rehúyen esos pagamentos, y también cómo los Estados insulares con mayor incidencia del calentamiento global, piden medidas especiales.
Nos ocupamos hoy de los argumentos de esas tres entidades geográficas, para apreciar su verdadero nivel de posibilidades, y sus argumentos para soslayar ciertos compromisos en los casos de las dos naciones más pobladas del planeta.
En lo que concierne a China, en 2009 anunció su compromiso de reducir la intensidad de carbono (el CO2 por unidad de Producto Interior Bruto) en un 45 por 100. Y más adelante, ya en París, se comprometió también a reducir emisiones a partir de 2030, y a llegar en esa fecha a un 20 por 100 de la generación eléctrica por vías alternativas y no de combustibles fósiles.
Por lo demás, a lo largo de toda la Conferencia de París, China emergió como portavoz de las naciones en vías de desarrollo, actuando como puente entre estas y las más desarrolladas. De modo que Pekín encabezó el grupo de las potencias emergentes, como India y Brasil, para defender que la mayor financiación debe quedar a cargo de los países que históricamente han emitido más gases en la atmósfera desde la revolución industrial.
Debe destacarse, además, ya en París, desde el propio comienzo de la COP-21, llegaron noticias de Pekín de que se estaban alcanzando los índices máximos de contaminación atmosférica, a lo largo y ancho de todo un territorio equivalente a la superficie de España (504.700 km2). Con el trasfondo de que la primera potencia mundial que ya es China, según su PIB a precios de paridad de poder adquisitivo, marcaba máximos de gravedad en el problema que se estaba discutiendo en la capital francesa.
Por ello mismo, la República Popular tendrá que fijar, más adelante, objetivos muy ambiciosos, muy por encima de los ya comprometidos. Por la sencilla razón de que el Partido Comunista de China (PCCh), regulador del cambio económico y social del gran país, tiene que afrontar cada vez mayores críticas de su ciudadanía, a causa de su política ambiental y la excesiva proliferación de GEI. De modo que si no cambiara rápidamente el escenario, el propio PCCh se vería amenazado.
Sorprendentemente, la alerta roja de Pekín del 30 de noviembre de 2015, fue explicada, en un contexto alentador, no por las autoridades chinas, sino por la Delegación de Greenpeace en la capital de la República Popular; editando una nota ad hoc, en la que se manifestaba que, en general, los indicadores de contaminación están bajando de manera importante en los últimos tiempos. Sucediendo lo propio en la provincia de Hebei, que rodea la gran aglomeración pekinesa, debiendo destacarse que en toda esa área el consumo de carbón está bajando con cierta rapidez desde 2014.
[pull_quote_left]China emergió como portavoz de las naciones en vías de desarrollo, actuando como puente entre estas y las más desarrolladas para defender que la mayor financiación debe quedar a cargo de los países que históricamente han emitido más gases en la atmósfera[/pull_quote_left]En el caso de India, teniendo en cuenta su población (1.200 millones de personas), sus emisiones de GEI siguen siendo pequeñas en términos per cápita: 1,6 toneladas de CO2 por persona y año, algo menos que la cuarta parte de un chino, y equivalente al nivel de la República Popular en 1980. Pero como el primer ministro de la India (Narendra Modi), quiere emular el crecimiento de su poderoso vecino, a base de un 8 por 100 de expansión anual del PIB, las emisiones de GEI en la Unión India irán en aumento en los próximos años. Por mucho que Ajay Mathur, director general de la Oficina de Eficiencia Energética de la India, diga que “hemos dejado muy claro que la solar, la eólica, y la nuclear son nuestros compromisos”. Sin embargo, lo cierto es que el 1 de octubre de 2015, el Gobierno de Modi presentó sus planes de emisiones a la COP-21, negándose a fijar una fecha para iniciar el comienzo de los recortes de GEI; prometiendo, a cambio, reducir la intensidad de carbono por unidad de PIB en un tercio antes de 2030.
Si como ya vimos en un artículo anterior, China e India están planteando la diferenciación a efectos de financiar los platos rotos, el bloque de las Islas del Índico y el Pacífico plantearon en París sus propias exigencias a corto plazo. A fin de recibir financiación especial entre 2015 y 2020 de cara a los proyectos de adaptación para resistir el creciente nivel del mar por la fusión de los hielos polares y de los glaciares de otras zonas: «Los que estamos en el Pacífico, somos personas inocentes en lo que es el mayor acto de locura de la historia”, advirtió Frank Bainimarama, primer ministro de las Islas Fiji. «De manera que –agregó—, a menos que el mundo actúe con decisión para abordar el mayor desafío de nuestro tiempo, estamos condenados”.
Las inquietudes de los referidos Estados-isla, en situación de mayor peligro son lógicas, pues el archipiélago de las Marshall, las Salomón, los Estados Federados de la Micronesia y países insulares de resonancias tan exóticas como Vanuatu, Kiritabi y Tuvalu, sufrieron recientemente los estragos de ciclones y tifones, que conducen a la erosión costera, la degradación de los hábitats marinos y la salinización del agua dulce. Por ello, el presidente de Tuvalu, Enele Sosene Sopoaga, se sumó en París a la coalición de situar la temperatura de la Tierra en sólo 1,5 grados por encima de la pre-industrial, en vez de dos. Y dijo solemnemente que «Nuestro pequeño país es el símbolo de lo que le espera al planeta si no actuamos pronto. Necesitamos salvar Tuvalu para salvar el mundo».
Dejamos aquí el tema, de momento, porque de cara al futuro en el problema que nos ocupa, “hay mucha tela que cortar”.
— oOo —
1 comentario en «China, India y los archipiélagos en el acuerdo del Clima de París»
Digamos, ya de paso, que EEUU vetó el que el Acuerdo de París tuviera carácter vinculante. Digamos también que hasta 2020 no entra en vigor, que no hay dinero para reparación de daños, que el objetivo de 1.5ºC es inviable porque se deja que todos los países alcancen su «techo de emisiones». Digamos que el acuerdo es una completa farsa, incumplible pero que lava la imagen de los países desarrollados. Digamos también que abre la puerta a mercadear con el CO2, ya que el mecanismo financiero que regula el intercambio de estos derechos continúa. Digamos también que deja la puerta abierta a implementar tecnologías de «secuestro de carbono» artificial. No nos quedemos solo en China e India. Hagamos análisis más a fondo, por favor.