El hospital del Cabildo

La capilla de San Bartolomé.

[dropcap type=»1″]D[/dropcap]el Hospital del Cabildo sabemos algunas cosas: el lugar que ocupaba en las dependencias del claustro y su función de auxilio a los peregrinos; de ahí el nombre por el que se le conocía, la fecha aproximada de su desaparición y la posible distribución del espacio.
El lugar ocupado por la Alberguería de Santa María de la Sede es el mismo en el que hoy se encuentra la capilla de San Bartolomé. Este espacio, denominado entonces “Capilla Nueva”, fue cedido por el obispo de Salamanca Alfonso Carranza para enterramiento de Diego de Anaya, arzobispo de Sevilla, y de sus familiares más directos. La firma de cesión se realizó el 13 de marzo de 1422.

Entrar en la capilla de San Bartolomé produce una profunda emoción estética. En un espacio reducido, de 14,60 metros de largo por 8,20 de ancho. Todo parece colocado para dar realce a un magnífico sepulcro donde reposan los restos del arzobispo. Algo menos de 120 metros cuadrados en los que se expone lo mejor de nuestra talla.

El hospital de Santa María de la Sede funcionó desde 1144 hasta finales del siglo XIV o principios del XV. Seguramente los camastros para albergar a los asilados se colocaban en dos salas corridas, separadas por algún tabique o cortinón. En cada una de las habitaciones, una para hombres y otra para mujeres, una quincena de lechos acogían a los enfermos o peregrinos en tránsito.

[pull_quote_left]Para recrear virtualmente el hospital debemos desplazarnos hasta la capilla y hacernos a la idea de cómo se realizaría la atención médica en los más de dos siglos de existencia de la Alberguería.[/pull_quote_left]Para recrear virtualmente el hospital debemos desplazarnos hasta la capilla, recorrer cada uno de sus rincones y hacernos a la idea de cómo se realizaría la atención médica en los más de dos siglos de existencia de la Alberguería. La capilla está presidida por el sepulcro del arzobispo con su estatua yacente, en la que el arzobispo permanece con los ojos abiertos como si la escultura hubiera sido realizada con el prelado todavía vivo. A ambos lados de la cabeza se encuentran un profeta y un ángel, símbolos de la verdad. A los pies un león, un perro y una liebre evocan la fortaleza, la fidelidad y la vigilancia respectivamente. En los laterales se encuentran estelas de santos con Cristo y santas con la Virgen. A los pies, unos ángeles sostienen el escudo de los Anaya. El autor de este magnífico sepulcro es un escultor centroeuropeo, y el de la verja que lo rodea, una de las obras más sublimes del arte hispano del hierro, un artesano español. Las dos obras fueron realizadas en el siglo XV.

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