Opinión

Comentarios sobre el acuerdo del Clima de París

 

[dropcap]V[/dropcap]olvemos al Acuerdo de París sobre Cambio Climático, y hoy veremos algunos de los comentarios vertidos al respecto, comenzando por uno de los más elogiosos, el de Leonce Tubiana, una de las principales artífices de lo convenido en la capital francesa; fundadora y presidenta del Instituto de Desarrollo Sostenible de Francia, fue nombrada en mayo de 2014 embajadora especial para la Cumbre del Clima de París: algunas respuestas a las preguntas que le hicieron:

Pregunta (P). ¿Se daban las circunstancias para obtener un pacto mejor?

Respuesta (R). El acuerdo final es más ambicioso de lo que yo esperaba. Por una parte, se ha aceptado el objetivo a largo plazo de no superar en 1,5 grados la temperatura este siglo, pero también el objetivo de equilibrio de emisiones [que no se emita más de lo que con medios humanos se puede absorber]. Pero, además, están las contribuciones nacionales, a revisar cada cinco años. Todos los países han admitido la meta de reducir emisiones, lo que era una línea roja para los países en desarrollo.

P. Lo curioso de esta Cumbre es que uno de los elementos más importantes, la aportación de cada país, ya estaba sobre la mesa antes de iniciarse la reunión.

R. Exacto, aunque ello no garantizaba el acuerdo en París. Pero, además, el pacto ha ido más allá de la financiación y de la diferenciación [exigir a cada país un esfuerzo diferente en función de su economía y sus capacidades].

También interesantes y razonablemente esperanzadoras, son las expectativas de Jonathan Grant, especialista en política climática de la consultora PwC, quien percibe la magnitud del cambio: “Un acuerdo exitoso en París dará forma a las decisiones de negocio en los próximos 15 años, tocando todos los sectores de la economía, no sólo al sistema energético”. Por ello mismo, el Acuerdo de París acelerará las inversiones globales de energías limpias, ahora en más de 300.000 millones de dólares anuales (2015); pues muchas empresas de renovables estiman que con lo ya ofertado por los países firmantes, la expansión será extraordinaria.

Por su parte, el economista Nicholas Stern, de la London School of Economics -donde estudió el que suscribe este artículo en los lejanos años 50 del siglo pasado-, el científico inglés más calificado en la materia, entiende que la acción inversora debe centrarse en lo que hasta ahora han sido las grandes impulsoras de las emisiones: “las ciudades, los sistemas de generación de energía, y el uso que se haga de la tierra. Y al hacerlo, veremos que la gestión de los riesgos del cambio climático puede conducir a un crecimiento económico mucho más atractivo”.

La opinión de Amigos de la Tierra -en contra de lo manifestado por Greenpeace- se pronunció con una serie de puntos de vista altamente críticos:

– Hubo plazos temporales y objetivos concretos de mitigación hasta el penúltimo borrador del Acuerdo, en la idea de forzar la descarbonización de la economía y la erradicación de los combustibles fósiles. En ese sentido, las exigencias de países como Arabia Saudí consiguieron eliminar esos emplazamientos: en el último minuto, EE.UU. presionó para conseguir rebajar una mención a los países desarrollados: de deberán a deberían; tema ya comentado con anterioridad.

– En el Acuerdo no se reconocen los refugiados y otros afectados por cambios climáticos y ambientales, que ya son muchos millones.

– La regla de la libre disposición de cada país, en el sentido de que los elementos del Acuerdo son voluntarios, es el principio general: rige la cláusula que deja a los países su propia decisión. Así, solamente la parte de revisión, comunicación y transmisión de las informaciones a la Secretaría de la Convención son de obligado cumplimiento.

– El acuerdo de París reconoce efectivamente la necesidad de quedarse por debajo de los dos grados, y menciona los esfuerzos para quedarse por debajo del 1,5. Pero Amigos de la Tierra se pregunta por qué no se planteó simplemente el 1,5.

– El IPCC y la AIE preconizan reducir en un 80 por 100 las emisiones de GEI para 2050. Así pues, no basta con hablar de opciones de descarbonización para 2030 (China) o después (India). Porque, explícitamente, esa actitud admite seguir emitiendo lo que sea; confirmando en parte la capacidad de absorción de bosques, suelos, o en tecnologías que no sabemos si serán factibles.

– De hecho, en la Cumbre de París se admitió la dictadura de Arabia Saudí, tras la cual se esconden Argentina (por sus grandes posibilidades de fracking), Sudáfrica (por sus stocks de carbón), y la europea Polonia (también por el carbón), que han destruido las opciones que tenían algo de ambición.

– Por otra parte, se critica que las contribuciones que cada Estado ha remitido a la Secretaría de la Convención se revisarán demasiado tarde, en 2023 con un asesoramiento previo en 2018. Lo cual resulta muy grave.

– El pico de emisiones “se fijará… lo antes posible”, se dice. Una frase que está sujeta a interpretaciones y condicionantes de todo tipo, y a buen seguro los habrá, a fin de priorizar el crecimiento de la economía con la manifiesta dependencia del petróleo, justificando así que las emisiones sigan creciendo. Cuando la Ciencia vía IPCC, recomendaba llegar al pico de emisiones en el año 2015.

– En el acuerdo de París no se recoge ningún compromiso concreto de financiación: se dan por buenos los 100.000 millones de dólares anuales aprobados en Copenhague. Por lo que se trata de una cifra arbitraria, que se impuso, alegremente, en la COP-15 como compromiso de última hora para salir del atolladero de las negociaciones y salvar los muebles de aquella cumbre. Por lo demás, para la cifra de 100.000 millones no se facilitó ningún criterio técnico de contribución y distribución.

[pull_quote_left]Hay ciertos aspectos que inducen a ser positivos, a pesar de que los objetivos decididos no son ambiciosos; y es que se establecen mecanismos de seguimiento, transparencia e información[/pull_quote_left]Finalmente, ofrecemos la visión que plantea todo un futuro evolutivo, el científico español José María Baldasano. Para quien el texto del Acuerdo de París está lleno de pronunciamientos de buenas intenciones, pero no de compromisos formales. Y por ello mismo, el acuerdo es poco más que un mero ejercicio de voluntarismo. Pero hay ciertos aspectos que inducen a ser positivos, a pesar de que los objetivos decididos no son ambiciosos; y es que se establecen mecanismos de seguimiento, transparencia e información, aspectos que son claves para que no quede el esfuerzo realizado en papel mojado y se avance claramente en reducir las emisiones, que es el punto clave de la cuestión; aunque condicionado por lo que se ha dado en llamar la “neutralidad climática”, que no deja de ser un claro eufemismo, para condicionar las decisiones y acciones de reducción.

Es más un convenio de voluntades que un acuerdo de compromisos ambiciosos. Pero debemos ser optimistas, ya que abre un camino para forzar un punto de inflexión que modifique el actual modelo energético y se avance hacia una sociedad descarbonizada mediante el uso de energías renovables y adoptando estrategias de eficiencia energética.

Volveremos al tema en nuevas ocasiones, para seguir analizando una problemática crucial para todos los habitantes del planeta Tierra.

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