[dropcap]E[/dropcap]stimado lector. Hoy quiero compartir contigo un cuento popular que me llamó poderosamente la atención.
Hace mucho, mucho tiempo en un pequeño y lejano pueblo llamado “Besalú”, había un lugar conocido como la casa de los 1.000 espejos.
Un perrito pequeño y feliz supo de este lugar y decidió ir a visitarlo. Cuando llegó, subió felizmente por las escaleras hasta la puerta de la casa. Miró a través de la puerta con las orejas levantadas y moviendo la cola tan rápido como podía. Para su gran sorpresa, se encontró mirando a otros 1.000 perritos felices con sus colas en constante movimiento y moviéndolas tan rápido como él.
El perro sonrió con una gran sonrisa, y fue respondido por 1.000 cálidas y acogedoras sonrisas. Al salir de la casa pensó para sí: “¡Este es un lugar maravilloso,vendré otra vez, lo visitaré a menudo!.”
En este mismo pueblo, otro perrito, que no era tan feliz como el primero, decidió visitar la casa. Subió lentamente las escaleras y agachó la cabeza bien baja mientras miraba hacia la puerta. Y vio a 1.000 perros poco amistosos que le miraban. Les gruñó y quedó horrorizado al ver a 1.000 pequeños perros gruñéndole a él. Al salir, pensó para sí: “¡Es un lugar horrible, y nunca voy a volver aquí de nuevo!.”
Cuento popular japonés
Cuando leí este cuento, realmente entendí que lo que veo proyectado en los demás es aquello que escondo de mi misma.
Aprendí a enfocar la lente de mi cámara hacia el interior en lugar de hacia el exterior.
Te invito a reflexionar sobre ello.
¿Qué puedo aprender de mí mismo a partir de las proyecciones que hago de mi vida?
¿Cuándo fue la última vez que alguien me dio su opinión positiva o negativa, acerca de mí?
¿Qué espejo soy para los demás? ¿Qué quiero proyectar?
Te invito a que pruebes y me cuentes tu experiencia.
Coach. Experta en proyectos Online.
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