[dropcap]L[/dropcap]es separan la historia y el tiempo. Sin embargo, en un mismo ser las unió el cine. Cosas de la gran pantalla y de Ridley Scott, la actriz norteamericana Sigourney Weaver fue Isabel la Católica e Isabel la Católica se convirtió en Sigourney Weaver gracias a 1492. La conquista del paraíso, cuyo rodaje en Salamanca, entre el 8 y el 21 de enero de 1992, estuvo marcado por un hecho que, oh casualidad, también une (y de qué forma) a estas dos mujeres con empaque y poderío. Vamos a verlo
12 de enero de 1992. La actriz Sigourney Weaver se incorpora al rodaje de 1492. La conquista del paraíso en Salamanca sin poder pasar por Sevilla, ciudad de la que llegaba el equipo y en la que se la esperaba. El plan de rodaje sufre un vuelco; la razón, ésta: Sigourney acaba de tener un aborto, embarazada como estaba de cuatro meses.
La actriz, de 42 años en ese momento, se ve obligada a retrasar su viaje a España desde Estados Unidos. Aparece finalmente ese día 12 en la capital charra para ser Isabel la Católica a las órdenes de Ridley Scott, y lo hace acompaña de su marido, James Simpson, y de la hija de ambos, una chiquitina que nació a los 40 años de la actriz y con la, acomodada en su sillita, paseó la pareja en ese frío invierno salmantino por las calles más concurridas del centro.
Sigourney le puso todo su poderío -y su metro 85 de altura- a la reina Isabel en los planos que se rodaron en la Catedral charra. La productora Calle Cruzada, la misma que traerá a Salamanca en unos días una versión de Romeo y Julieta a recrear en este castellano casco histórico, se encargó de todos los detalles del rodaje español, que fue muy participativo, hasta multitudinario. Tuvo incluso su recepción en el Ayuntamiento, con Jesús Málaga como alcalde; acto oficial al que, por cierto, declinó asistir la Weaver. Evidentemente, no andaban sus ganas para saraos.
Isabel la Católica, en cambio, no pudo declinar ni una coma en aquellos embarullados años de finales del siglo XV. Nada más y nada menos que metida en una guerra andaba la futura reina, combatiendo por tierras ganadas a los moros; una guerra llamada ‘de Sucesión Castellana’ (1475-1479) que supuso un conflicto bélico de repercusión internacional y enfrentó a los partidarios de Isabel, casada con Fernando, y los de Juana de Trastámara (la Beltraneja), que tenía por marido al rey Alfonso V de Portugal. En juego estaba el trono de Castilla y, también, dos formas de entender España.
Isabel, como Sigourney, era guerrera, poderosa y, desde luego, de las que no se arredraban. En 1970, la futura reina Católica acababa de ser madre por primera vez de su primogénita, Isabel. En mitad de los combates con la Beltraneja, vuelve a quedarse embarazada… pero no se detiene. Cabalgaba de aquí para allá sin miramientos la indómita Isabel madre y en una de esas andanzas, próxima a Toledo, le sobreviene un aborto en un estado avanzado de gestación. Trasciende que la que sería en breve monarca de Castilla había perdido un varón.
Malos ratos pasó la reina, sin duda, porque no podía volver a quedarse en estado. Desde su primer parto al segundo transcurren nada más y nada menos que ocho años. Y cuentan que Isabel, más allá de encomendarse a todos los santos, se encomendó a las curas y tratamientos de un físico judío llamado Lorenzo Badoc.
La intervención divina, o la judía, o las dos, dieron resultado y el 30 de junio de 1478 nace en el Alcázar de Sevilla su hijo Juan, el único hombre que nació de los católicos reyes de Castilla y Aragón.