Opinión

El extremismo del centro

[dropcap]L[/dropcap]a sensación que tenemos es que nos ha pasado una apisonadora por encima.
¡Y eso que todavía no han llegado los «radicales» al poder!
Y quien dice radicales dice «extremistas», o lo que es aún peor, «ecologistas». De la piel del diablo, propiamente.

Que el «centro» esté situado en el centro es una ilusión que Einstein no daría por buena.
Para la geometría no euclidea -que es la que verdaderamente explica los misterios de la realidad- la distancia más corta entre dos puntos no siempre es la recta.

Si elevamos nuestro nivel perceptivo en política, igual que lo hacemos en física, tenemos que poner en duda esos mensajes machacones con que los dueños de la caverna bombardean nuestros sentidos, e intentan inculcarnos geometría política.

En realidad, si agudizamos nuestra consciencia y trascendemos este mundo de apariencias mediáticas y publicidad institucional, comprenderemos que esa obsesión por ocultarse en el centro llamándose centristas (así de fácil), denota un talante extremista y una intención evidente de engaño. Y todo engaño deliberado y finalista es de partida extremista.

De ahí que en ese simulacro de centro no haya sitio para tantos, porque los honestos no abundan precisamente. Ese espacio tan solicitado, más que el centro de nada parece el disfraz de casi todos.

Pongamos un ejemplo: ¿hay algo más equilibrado y de centro que «la gran coalición» que defienden al alimón Felipe González, Mariano Rajoy, y Albert Rivera?

[pull_quote_left]Ese espacio tan solicitado, más que el centro de nada parece el disfraz de casi todos.[/pull_quote_left]Pues bien, esa fórmula política es la que ha protagonizado las acciones políticas más extremistas que ha conocido Occidente (incluida Europa) en los últimos decenios. De su mano hemos regresado al «ancien régime», es decir, a momentos previos a la declaración de los Derechos Humanos. Sus apóstoles fueron Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Sus monaguillos casi todos los que hoy desgobiernan el mundo.

Cómo será este centro que hasta el FMI dice (ahora) que la corrupción está acabando con nuestra civilización. Ya no es solo el Papa, Oxfam Intermon, o Podemos.

Sin ir más lejos, gracias a esa fórmula política «de centro», Juncker ha podido librarse de responder por sus fechorías (Luxleacks), y la amenaza de castigo por los hechos protagonizados por tan infame mandatario, recae ahora sobre el honesto auditor que los destapó, Antoine Deltour. No me cansaré de mencionar este caso.

¿Cabe algo más extremista, radical, y facineroso?
Pues fue la equilibrada y centrista «gran coalición» la que protagonizó ese golpe mafioso, tan templado y responsable. Y así todo.

Ese es el eje geométrico de la esquizofrenia del PSOE: se sabe un partido de derechas tirando a rancio, con su bastante de corrupto, pero tiene que aparentar ser de izquierdas (mejor de centro-izquierda) y decente, para no perder votos.

Este es -dicen- un lenguaje antiguo. Derechas, izquierdas. El planeta que nos estamos cargando solo entiende de vida. Es cierto. Pero también es cierto que en esa “gran coalición” que se disfraza de centro, no veo yo mucha preocupación por el planeta, y si por mantener el modelo económico y social que nos ha traído hasta aquí.

Tampoco creo que al planeta le importe un bledo nuestra civilización. Pero a nosotros si nos debe importar el planeta que nos mantiene.

[pull_quote_left]Incluso podríamos llamar guerra a esta revolución, como la llama Warren Bufett. Una guerra que inaugura la Era de la estupidez[/pull_quote_left]So capa de «centro», aquí se ha producido una revolución socio-política (aumento de la desigualdad y la pobreza, desaparición de las clases medias, concentración de la riqueza en pocas manos, explotación irracional de los recursos, contaminación ambiental, grandes movimientos de población desesperada) inspirada en principios extremistas y radicales, y que hace juego con la destrucción acelerada del planeta. El cambio climático es tan radical y extremista como el modelo económico y de pensamiento que lo ha propiciado.

Incluso podríamos llamar guerra a esta revolución, como la llama Warren Bufett. Una guerra que inaugura la Era de la estupidez, con armas insonoras pero muy eficaces en cuanto a mortandad. Y la guerra es siempre extremista, aunque los que las organizan se llamen de centro.

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