[dropcap]Ú[/dropcap]ltimamente oímos hablar mucho del “empoderamiento” y del papel del mismo en los usuarios del sistema de sanidad público.
Para empezar descubramos que la palabra es aceptada por la Real Academia y que su significado es el de “conceder poder (a un colectivo desfavorecido socioeconómicamente) para que, mediante su autogestión mejore sus condiciones de vida” y tiene su antecedente en el verbo “empoderar “, que se consideraba un arcaísmo, y que se usa como sinónimo de apoderar. El proceso de empoderar implica información del beneficiario, conocimiento de sus capacidades y desarrollo de acciones para conseguir el cambio, en nuestro caso la salud.
El término, por lo tanto, hace referencia a la adopción de un papel activo del usuario en la gestión de su salud y choca con el tradicional modelo de asistencia paternalista. Su aplicación tendría el inconveniente de pacientes más críticos pero las ventajas de más comprometidos y más motivados para seguir su tratamiento.
Las ventajas no son sólo para el usuario (más protagonismo, más responsabilidad de sus propios cuidados…más poder) sino que el sistema de salud encontraría pacientes con mayor adherencia al tratamiento y menor consumo de fármacos por lo que encontraríamos un cierto descenso del despilfarro.
A todos nos viene a la cabeza el gasto en hipocolesteromiantes: la postura pasiva del paciente es “deme una pastilla” pero la más eficaz, con nulos efectos secundarios y más barata, sería cambiar sus hábitos de vida. Si les informáramos de las alternativas, posiblemente, algunos, por lo menos, les daría por valorar su decisión y hacerse responsable de su propia salud.
Dada la situación sanitaria actual deberíamos reflexionar sobre la necesidad de tomar conciencia de nuestro poder y “utilizar los bienes y derechos conseguidos, necesarios para el desarrollo de los intereses propios” (C. Alborch), en fin, de empoderarnos o apoderarnos de nuestros derechos.
El impulsar este cambio no puede surgir, solamente, desde la comunidad de beneficiarios, sino que desde los sanitarios debemos informar, proponer alternativas e insistir en su responsabilidad y las políticas sanitarias deberían también impulsar esta toma de poder. Sin embargo otra dificultad son los propios gobiernos ya que la participación comunitaria puede verse como un medio para fomentar la crítica y una amenaza para sus directrices o para las de las multinacionales.
Concha Ledesma
Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública