Callejero comunero: Calle del Pellejero Villoria

La calle Juan Villoria.

[dropcap type=»1″]A[/dropcap]unque en el callejero figura como Villoria, existen dudas si su verdadero apellido era Valloria, pues de ambas formas lo hemos visto citado. Es uno de los personajes más interesantes de la revuelta comunera. Debió ser un verdadero líder, y a sus soflamas contestaban las masas enfervorizadas. Junto con Francisco Maldonado y Juan Padilla, Villoria es uno de los tres comuneros que han quedado inmortalizados en el callejero salmantino, aunque el pellejero logró su paso al callejero más tardíamente que Francisco Maldonado.

La calle se encuentra en el barrio Garrido y Bermejo, limitando con la avenida de Federico Anaya y la calle del río Guareña. Esta vía estuvo dedicada al ministro socialista Marcelino Domingo, y en la Guerra Civil pasó a llamarse Onésimo Redondo, fundador, junto con Ramiro Ledesma, de la JONS. En 1934, esta organización política se integró en Falange Española. Onésimo murió en el frente al comienzo de la Guerra Civil, en 1936.

El siete de marzo de 1980 el Ayuntamiento cambió nuevamente el nombre de la calle, dedicándosela al Pellejero Villoria. En 2005 se eliminó la profesión por la que fue conocido el popular agitador de las masas salmantinas durante la asonada comunera. En la actualidad es conocida solamente por el apellido. Juan Villoria, como ya indicamos al hablar de la Peña Celestina, se dedicaba a la confección de botas y calzado de piel, pero también a curtir pellejos para almacenar vino, vinagre, aceites y licores de alta graduación, muy consumidos por estas tierras, como el aguardiente.

Villoria fue detenido cuando huía del ejército real, en las cercanías de Villoria o Palencia de Negrilla, a los pocos días de la derrota de Villalar. Murió ahorcado. De sus andanzas antes del levantamiento comunero se conocen sus combates contra los árabes en Sierra Bermeja, y su intervención en la campaña de Italia contra los franceses. Ambas contiendas le dieron una justa fama de valiente y aguerrido. Cuando llegaron noticias a Salamanca de que las huestes de la Santa Junta habían tomado Tordesillas, ordenó que repicaran las campanas de las iglesias de la ciudad. Debido a la prohibición o entredicho que pesaba sobre el toque de campanas se produjeron dudas a la hora de obedecer la orden. El pellejero Villoria disipó las indecisiones dando a sus seguidores consignas que han pasado a la historia con la famosa expresión de “¡Juras a Dios no haber más rey ni papa que Villoria! “.

Los salmantinos han tardado casi 500 años en homenajear a uno de sus más preclaros comuneros dedicándole una de sus calles.

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