[dropcap]D[/dropcap]os libros de calidad y de reciente aparición acogen en sus páginas frecuentes referencias a Salamanca. Dos libros con peso histórico y que han sido reconocidos por la crítica como aportaciones destacadas a los campos de la historia y de las letras. Se trata de Ciencia y Política. José Giral Pereira, obra de Francisco Javier Puerto Sarmiento, editado por la Real Academia de la Historia, y de El abrigo de Thomas Mann, del mirobrigense Juan Luis Conde, publicado por la editorial Reino de Cordelia.
Es probable que, a estas alturas, de José Giral se disponga de escasa memoria en Salamanca, mucho más cuando se trata de una ciudad que suele olvidar sin contemplaciones a gentes que alcanzaron relieve en la sociedad salmantina en determinados momentos. Por eso, si se exceptúa a historiadores y un ramillete de personas, no queda recuerdo de aquel José Giral que, hijo de emigrantes en Cuba y tras haberse licenciado en Química, en 1904 consiguió cátedra en la Universidad de Salamanca y que luego estableció una farmacia en la propia Plaza Mayor.
En los 16 años que residió en Salamanca, Giral ya comenzó a destacar como notable científico, situación que creció con el paso de los años. Pero por lo que fundamentalmente se puede rememorar a José Giral fue por su dedicación política. En la ciudad figuró como uno de los más sobresalientes miembros del republicanismo, en un momento en que las filas republicanas contaban con destacados miembros, desde Miguel de Unamuno a Filiberto Villalobos, pasando por Hipólito R. Pinilla, Francisco Núñez, Primitivo Santa Cecilia, entre una amplia relación. En ese ámbito Giral siempre estuvo metido en la acción republicana salmantina, lo que incluso lo llevó a la cárcel en alguna ocasión.
[pull_quote_left]José Giral, figura tan destacada que pasó por Salamanca con dedicación universitaria y de compromiso público carece de una referencia tan elemental como la placa en una calle, mientras más de un pelanas dispone de esos honores[/pull_quote_left]Fue en 1920 cuando José Giral trasladó la residencia a Madrid precisamente por el reclamo de su compromiso político, mientras seguía su tarea científica y docente en la cátedra –fue rector de la Universidad Central– y atendía a la farmacia. En esa rebotica fue donde con M. Azaña puso en marcha el partido Acción Republicana. A partir de entonces y con la llegada de la República, Giral figuró en diferentes Gobiernos: al comienzo de la guerra civil fue el presidente del Consejo de Ministros, fue ministro de Estado y en dos ocasiones ministro de Marina. Tras la guerra civil, volvió a ser presidente del Consejo de Ministros en el exilio, y en esa función en abril de 1946 le correspondió recibir el gran respaldo y homenaje a los españoles repudiados por su país cuando la gran plaza de Capitole de Toulouse se llenó mientras él saludaba desde el balcón del Capitolium.
Que yo sepa, figura tan destacada que pasó por Salamanca con dedicación universitaria y de compromiso público carece de una referencia tan elemental como la placa en una calle, mientras más de un pelanas dispone de esos honores. Pero, sobre todo, a José Giral se le ha sacado de la memoria salmantina. El monumental y riguroso libro de FJ Puerto Sarmiento –900 páginas– debería figurar, sin duda, en las bibliotecas de esta ciudad como elemental homenaje a quien en una etapa importante de su vida se desenvolvió entre la sociedad salmantina. (Uno de sus hijos, Francisco Giral, expulsado de su cátedra al comenzar la guerra cuando era el catedrático más joven, regresó desde el exilio mexicano en 1977 a la Universidad de Salamanca con 66 años. Señaló que había querido volver a la ciudad en la que nació y que como único catedrático en activo de los expulsados por el franquismo se consideraba como “un signo de la superación de una tragedia universitaria y nacional”. En las elecciones de 1977 encabezó a los republicanos españoles que encontraron fuertes dificultades para poder presentar sus listas).
El libro editado por Reino de Cordelia, El abrigo de Thomas Mann. Golo Mann y sus amigos españoles, tiene por autor a Juan Luis Conde Calvo, que nació en Ciudad Rodrigo en 1959, un latinista que ha ejercido la crítica literaria y ha publicado otras obras, tanto de la especialidad como de ficción.
Golo Mann, el personaje al que llegan “los amigos españoles”, fue uno de los seis hijos del escritor y premio Nobel Thomas Mann. Profesor e historiador, Mann residía en Suiza cuando Juan Luis Conde, su hermano Alberto y otros dos amigos le conocieron y establecieron una entrañable amistad, relación en la que precisamente se fundamentan las muchas referencias a Salamanca que aparecen en la obra del profesor y escritor mirobrigense. Era una etapa, al comienzo de los años 80, en la que el profesor alemán se encontraba vivamente interesado en reforzar su conocimiento del idioma español y de penetrar en la literatura e historia españolas: “se estaba hispanizando” a sus 73 años, señala Conde en su libro. Igualmente destaca cómo Golo “actuó como embajador privilegiado de nuestra cultura” en círculos donde antes no se había llegado.
[pull_quote_left]Conde traslada debidamente cómo ese izquierdismo juvenil no fue obstáculo para la entrañable amistad que establecieron con Mann[/pull_quote_left]Golo Mann alentaba una mentalidad conservadora que, lógicamente, trasladaba a la situación española, prendido como estaba de la España tradicional y católica, mientras que “los amigos españoles” estudiantes en la Universidad salmantina se encontraban en el territorio opuesto. Pero Conde traslada debidamente cómo ese izquierdismo juvenil no fue obstáculo para la entrañable amistad que establecieron con Mann. El relato y las reflexiones sobre esas situaciones constituyen una aportación destacable del libro. Y ocurre otro tanto cuando el lenguaje galano y riente del autor, que utiliza con tino el tono irónico, describe y analiza situaciones relacionadas con la etapa de la Transición española, los nuevos aires de libertad que se vivían en España, incluso sin faltar referencias políticas y sociológicas notables, como la referida al oficio que ejercía su propio padre en la empresa en la que trabajaba.
En el libro de Juan Luis Conde, desde luego, se recupera la figura de Golo Mann –donde no faltan los entresijos relacionados con su vida personal–, pero también se aporta un buen material sobre una etapa española, un fondo en el que Salamanca figura con relieve mientras los jóvenes estudiantes (el autor terminó su carrera de Filología Clásica en el colegio de Anaya en 1982) descubren la figura del profesor ya achacoso y se deslumbran ante los paisajes suizos.
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