[dropcap]E[/dropcap]n cierta ocasión, a finales de los 80, me visitó mi gran amigo Ramón Grande del Brío, famoso naturalista, arqueólogo, filósofo, autor de muchos e interesantes libros y relator de innumerables anécdotas.
Vino a decirme que había encontrado un extraño fósil en un bloque que formaba parte de una valla, cerca de Endrinal de la Sierra, población salmantina donde vivían sus tíos.
Cerca de esta localidad mi entrañable amigo Antonio Perejón había descrito en 1972 un arqueociato nuevo, Rasetticyathus endrinalensis, en unas muestras que le había entregado mi compañero de Facultad, Enrique Martínez. Posteriormente en las canteras de caliza del cerro Monrreal, de Casafranca, cercano a Endrinal, se descubrió un importante yacimiento de estos organismos, que vivían en arrecifes tropicales hace unos 570 a 500 millones de años, caracterizando al primer periodo de la Era Primaria, el Cámbrico.
![Arqueociatos (esquema).](https://lacronicadesalamanca.com/wp-content/uploads/2016/09/1-archaeocyatha3-256x300.jpg)
Como supongo que muchos de mis lectores no saben mucho sobre estos interesantes animales, los arqueociatos, me vais a permitir extenderme un poquitín sobre ellos.
Se trata de organismos recifales con forma de copa, a lo que alude su nombre (ciatus). Su estructura esquelética estaba formada por dos paredes unidas por tabiques longitudinales y septos transversales, de modo que formaban receptáculos de seis caras en las que vivían las células. En las paredes habían poros que servían de entrada y salida de los alimentos; algo parecido a la digestión en las esponjas.
Cuando encontramos arqueociatos –o arqueociátidos, que dicen algunos– no vemos estas copas, sino cortes aleatorios de ellas. Recuerdo algunos mostradores o placas de mármol en edificios de Salamanca que estaban repletos de estos fósiles. Procedían de Casafranca.
Con estos antecedentes era de esperar que tuviese curiosidad por lo que traía Ramón Grande. Pero como era parte de una cerca no lo había podido separar y me presentó unas diapositivas. Lo que mostraban era una estructura sorprendente. Consistía en una superficie plana, de un color gris muy claro, en la que destacaban pequeños cuadrados separados por surcos muy finos. Conocía estructuras orgánicas parecidas pero siempre solían ser de celdas hexagonales, no cuadradas. Los tetracoralarios, o Rugosos, tienen simetría bilateral, pero nunca cuadrada. ¿Qué podía ser lo de las diapositivas? ¡No tenía ni idea! Ante lo cual, lo mejor que se podía hacer era ir a verlo directamente, sacar el bloque de la cerca y traerlo a la Facultad, donde –antes o después– alguien con más conocimientos pudiese aclarar de que se trataba y, si merecía la pena, publicarlo en Studia Geologica o en otra revista científica.
![Rugosos o Tetracoralarios (grabado de Ernst Haeckel, 1899-1904).)](https://lacronicadesalamanca.com/wp-content/uploads/2016/09/3--212x300.jpg)
Con esta idea organicé una excursión en la que me acompañaron Ramón Grande, Emilio Romero y Eduardo Carbajosa, el descubridor de los primeros hallazgos importantes de tortugas fósiles en el Teso de la Flecha.
Llegamos a Endrinal una tarde gris y dejamos el coche lo más cerca de la dichosa cerca. Todavía tuvimos que andar lo suyo y atravesar varios obstáculos y dos arroyos temporales, crecidos por las recientes lluvias.
Allí estaba, destacando su gris claro entre los oscuros bloques que lo rodeaban. Pero la visión directa de aquella superficie con cuadraditos no nos aclaró nada. De modo que desmontamos la cerca y lo separamos.
¡Sorpresa y desilusión! ¡Era el contenido de un saco de escayola que había solidificado conservando la forma del recipiente, incluso con los pliegues de su boca, cerrada, y que sólo en la superficie plana de apoyo en el suelo –la que se veía en las diapositivas– había moldeado la estructura de la tarlatana! ¡Eso eran los cuadraditos, los huecos de la tela, de la que no quedaba nada!
No sabíamos si llorar o reír. Tomándolo con buen humor decidimos llevárnoslo como ejemplo de que los científicos también se pueden equivocar y que más vale «enmendarla y no mantenerla«, si sabes que estás equivocado.
Por supuesto, antes de irnos con nuestro «tesoro», que pesaría unos 26 a 30 kg, arreglamos la valla con los bloques que habíamos sacado antes.
Aquel bloque de escayola estuvo guardado, y a veces se mostraba, en las dependencias auxiliares de la Sala de las Tortugas hasta 1994. En una mudanza que hubo en la Facultad se rompió y decidí no arreglarlo. No he encontrado las diapositivas que me entregó Ramón Grande, de modo que de todo aquel asunto sólo conservo el recuerdo, que quiero perdure.
1 comentario en «Un extraño fósil»
Te tengo en el recuerdo. Fuiste u gran descubridor aunque tu profesor y jefe, hizo suyos la mayor parte de tus descubrimientos.
Descansa en paz y sabiendo que fuiste tú el joven estudiante de Salamanca, a quién el egoismo ajeno y la poca gratitud, hizo que abandonaras tus estudios.
Dios te tenga a su lado.