Opinión

Contra Salamanca

Casetas en la zona de San Juan de Sahagún.

[dropcap]C[/dropcap]ada septiembre a Salamanca le sobreviene la plaga de casetas que infectan puntos estratégicos del entramado monumental salmantino, de espacios que contribuyen decisivamente a la configuración de la esencia de Salamanca como núcleo urbano privilegiado. Lugares, por tanto, que nunca deberían ser hollados por esos tabernuchos que revientan unos ámbitos que están establecidos para el respeto y la serenidad, para tender la mirada que se topará con la fiesta para ojos y espíritu que supone el latido de un pasado que afortunadamente ha llegado a este tiempo.

De siempre, Salamanca ha sido una ciudad entretenida, incluso bulliciosa a su modo en las calles, nada guardada en sí misma. Pero las tabernas que se han instalado en calles y plazas fundamentales de la zona vieja rompen radicalmente los ámbitos que requieren un trato especial y diferente. Es lamentable que los responsables del gobierno de la ciudad no sean capaces de entender algo tan elemental, mientras se llenan la boca cantando las excelencias de la Salamanca Patrimonio de la Humanidad. Pero con esas tabernuchas, que la autoridad misma promueve, lo que están protegiendo son una serie de ataques de gran calado sobre ese patrimonio.

Los munícipes que gobiernan esta ciudad alardean de que este año han introducido una notable mejora: se han colocado casetas “color arena”. Cielos, como si fuéramos estúpidos, nos tratan de subnormales. Las llamadas casetas “color arena” son casetas tabernarias que resultan tan insultantes como cualquier casetucho plantado en esos espacios: de lo que se trata no es de los colorines, sino de que sobra el asiento de esos tugurios en una serie de territorios de esta ciudad que deben preservarse de ataques como las tabernas que pueblan esa denominada “feria de día” que se viene considerando como la gran aportación de las ferias salmantinas. Pobre ciudad, qué presente tan penoso arrastramos y qué futuro tan fúnebre nos espera con ese tipo de aportaciones.

Si se empeñan en sacar las tabernas a la calle, el entramado urbano dispone de espacios donde las casetas no agredan de la forma en que lo hacen actualmente a las zonas nobles de la ciudad. Por importante que sea el sector hostelero, no puede imponer sus aspiraciones tantas veces nada convenientes, alegando que se crean puestos de trabajo y se revitaliza la ciudad. Lleven todo eso, si es así, a las zonas donde no dinamiten lo que representa esta urbe, que precisamente es lo que a ellos, más que a nadie, les repercute con gentes que llegan a Salamanca. Si se cargan la ciudad, los primeros que lo sufren son ellos mismos, tan habituados a una mirada de negocio de lo inmediato y sin reparar en miramientos, frente a lo que deberían tomar en cuenta si tendieran la mirada con alguna proyección. ¿Tabernas en la calle? Vale, queda mucha calle en la que quizá encajen esas casetas…, aunque fastidiarán también a otros vecinos. Pero no donde se monta, en los lugares de respeto, un año tras otro esa especie de botellón encubierto, que ha señalado con acierto una amiga.

Sospecho que, de nuevo, desde el anonimato y la cobardía se me tachará de la serie de majaderías que se les ocurren a determinadas gentes y determinados hosteleros, simplemente porque expreso una opinión que expone que Salamanca debe ser respetada para que pueda seguir manteniendo el legado que nos llegó de antaño y del que, en gran porcentaje, vive esta ciudad. El modelo no pasa, desde luego, por las indecorosas casetas ni por esas despedidas de soltero aberrantes que de tan buen grado acogen los hosteleros. Como no pasa por aquellas vergonzosas fotografías con pintajos sobre esculturas Henry Moore, que para nuestro sonrojo dieron la vuelta al mundo. No pasa por la falta de capacidad de las autoridades para situar en sus justos términos lo que es la custodia del patrimonio monumental y sus ambientes ante agresiones como las casetas, a las que amparan con una política pueblerina, en una extraña conspiración contra Salamanca, lo que es, representa y simboliza. Aunque, claro, qué se puede esperar de unas autoridades municipales que ampararon picar la placa de granito de la entrada del puente de Enrique Esteban –con B siempre, por favor–, precisamente para hacer desaparecer la prueba que no les gustaba de que, como ordenó el rey, Enrique Esteban se escribe con b. Qué mezquindades y carencia de decoro vivimos en esta ciudad que, por fortuna y más allá de reiterados ataques, es hermosa y es universal.

— oOo —

7 comentarios en «Contra Salamanca»

  1. Más razón que un santo! Gracias I.F. por tan sensata y valiente exposición de lo es un ataque mortal a la esencia idéntitaria de Salamanca artística, monumental y académica. Se están cargando «la gallina fe los huevos de oro». Cuando vi un tal desafuero, hace dos años, no pude soportar tan garrafal esperpento y huí a Zamora en busca de la serena apacibilidad que Cervantes atribuyó a la capital charra y que ahora los ineptos regidores profanan. Gracias por señalarlo, los que amamos a esta ciudad lloramos contigo.

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  2. Totalmente de acuerdo, así como de que también se instalen en otro lugar los escenarios de actuaciones y los stands y/o casetas de las distintas ferias del libro, que aunque sea un acto cultural, impiden la contemplacion de nuestra hermosa Plaza Mayor.

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  3. Tenemos unos gobernantes que son unos paletos y no están a la altura de lo que esta ciudad representa desde el punto de vista cultural. Por cierto hay que darse una vuelta por la Vaguada para ver como ha quedado el enlosado recién estrenado con la grasaza del mercado medieval. Todo muy fino y sutil.

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