Salamanca tuvo una muralla de 5,5 km y 13 puertas

Imagen de la unión de las "dos murallas", en la que aun se aprecia el acceso por la Puerta de San Pablo. FOTO. salamancapasoapaso.blogspot.com

 

Como apuntabamos en la entrega anterior, la ciudad de Toledo fue tomada a finales del siglo XI, tras esto, se buscó estabilizar el centro de la península repoblando la zona con gentes del interior del reino.

 

Siendo el caso de Salamanca el que nos toca, hay que decir que el aumento demográfico debido a estas repoblaciones hizo que se rebasaran por mucho los límites de aquella Cerca Vieja que defendía la villa, agrupándose los nuevos moradores en torno a parroquias alrededor de la ciudad.

La muralla de Salamanca, cuando aún había casas junto a ella.
La muralla de Salamanca, cuando aún había casas junto a ella.

Así pues, con motivo de defender estos núcleos y por poder cobrarles los impuestos, el rey Alfonso VII, manda en 1147 a los alcaldes de la ciudad que crearan una Cerca Nueva en el “arravalde”, cuando terminasen de reparar la Cerca Vieja, para englobar a las nuevas construcciones.

Puede parecer extraño que fuese el rey quien mandase expresamente construir una muralla en una ciudad que, pese a ser importante en cuanto a estrategia, no era capital del reino, pero ya en las Partidas se hace referencia a que proveer de murallas a las ciudades era obligación del rey para velar por su defensa y prestigio:

“Honor debe facer el rey á su tierra, et señaladamiente en mandar cercar las cibdades, et las villas, et los castiellos de buenos muros de buenas torres, ca esto le face seer más noble et más honrada et más apuesta”

Pasado medio siglo, en 1206, las obras no habían avanzado tan rápido como debieran, por ello Alfonso IX exime del pago de algunos impuestos a los salmantinos que trabajasen en la obra, con la intención de apremiarles. Esta lentitud puede deberse al agotamiento bélico por los enfrentamientos entre el reino de Castilla y el de León, sumado a la muerte del emperador Alfonso VII, quien fue quien promovió la obra, y al hecho de que la Cerca Vieja ya ofrecía suficiente protección.

Vista de Salamanca de Anton van den Wyngaerde, de 1572.
Vista de Salamanca de Anton van den Wyngaerde, de 1572.

Aun así, este siglo XIII se presenta más propicio para las obras militares, dado que se da una nueva etapa en el desarrollo de murallas urbanas en Castilla y León. A pesar de que ya no hay razias musulmanas, aunque es un periodo de enfrentamientos entre la monarquía y la nobleza. De todas formas es, de nuevo, el crecimiento demográfico el factor decisivo en el desempeño de defensas, como es el caso de la propia Salamanca, Burgos, Valladolid, León, Palencia o Zamora.

A las causas económicas y sociales como el cobro de impuestos y el crecimiento poblacional, hay que sumarles el prestigio real, señorial o del concejo que aportaba la construcción de la muralla. Esto se nota, sobretodo, en la remodelación de las puertas, que son el escaparate de la pujanza de la ciudad.

El trazado del muro tenía 6.300 paso

Una vez terminada, la cerca abarcaba una superficie de 110 hectáreas, con lo que no solo rodeaba esas pequeñas poblaciones que habían surgido extramuros, sino un gran número de espacios vacíos  utilizados como tierras de cultivo y terreno para el ganado en caso de asedio. La intención de abarcar más terreno que el del propio caserío era que estos núcleos o collacionesse expandieran de modo que formasen un poblado homogéneo.

El trazado del muro tenía unos 6.300 pasos, una legua según Bernardo Dorado, que vendrían  a ser 5,5 kilómetros. Este, seguía prácticamente el trazado actual de la Avenida de Mirat, Paseo de Canalejas, Paseo de San Vicente, Paseo de Carmelitas, Paseo de San Gregorio y Paseo del Rector Esperabe, prolongándose en estos dos últimos paseos el muro existente de la Cerca Vieja  para englobar tanto el cerro de San Vicente como el de San Cristóbal.

Muralla desde el mirador de San Vicente.
Muralla desde el mirador de San Vicente.

Para el acceso, el perímetro contaba con 13 puertas, de las cuales solo dos pertenecían a la muralla anterior. Estas eran la puerta del Rio en la calle Tentenecio y la puerta del Alcázar, junto al mismo, en la calle de San Juan del Alcázar, al lado de la Facultad de Ciencias y Química. El resto de accesos a la ciudad eran la puerta de los Milagros en la Vaguada de la Palma, la puerta de San Vicente frente a Hospitales, la Puerta Falsa situada en la actual calle del espejo y llamada así debido al intento en 1469 del duque de Alba de Tormes, que por entonces tenía el título de Conde, de apoderarse de la ciudad a traición entrando por esa puerta.

En la calle que daba a la puerta se produjo una dura pelea entre salmantinos y los hombres del conde, ocasionándose ambas partes importantes bajas y rechazándose, así, el ataque. Debido a esto, esa calle se llamó de los Mártires y la puerta fue tapiada por más de un siglo.

Siguiendo el lienzo de la muralla, se encuentra un poco más arriba el portón de San Bernardo frente a la Avenida de Filiberto Villalobos la puerta de Villamayor frente a la avenida del mismo nombre, la Puerta de Zamora al final de la calle de Zamora, junto a la iglesia de San Marcos, la Puerta de Toro en la actual plaza de España, la Puerta de Sancti-Spiritus frente del paseo de San Antonio, la Puerta de Santo Tomas en la calle del Rosario, la Puerta Nueva por ser la última en construirse y también conocida como del Sol y de la Vega, se encontraba frente al Colegio de Huérfanos que posteriormente seria el Hospital de Dementes y actualmente es la Facultad de Educación. Y por último, la Puerta de San Pablo, junto a la iglesia de San Polo, bajo el huerto de Calixto y Melibea.

Las defensas de la Cerca Nueva

La Cerca Nueva estaba construida con un tipo de aparejo llamado mampostería concertada en la que los mampuestos tienen sus caras engarzadas las unas con las otras de forma que la parte superior quede lo más plana y regular posible.

Contaba con defensas adicionales a modo de cava o foso en las zonas más llanas, que eran las más vulnerables, situadas en las inmediaciones de la Puerta de Villamayor, la de Zamora y la de Toro.

Además, es más que probable que tuviera una serie de cubos defensivos, a modo de torre, aunque hay discrepancias en cuanto a esto. Mientras que en el plano de García de Quiñones de 1784 y en el de Juan Marcelino de Sagarvinaga, de 1804 no hay referencias a estas construcciones defensivas, en la “Vista de Salamanca” de Anton van den Wyngaerde de 1572, se aprecian varios cubos, entre las puertas de Zamora y la de Toro, dos entre las puertas de San Pablo y Santo Tomas, así como otras dos al menos entre esta última y la de Sancti-Spiritus.

Vista de la Muralla en la zona del Huerto de Calisto y Melibea.
Vista de la Muralla en la zona del Huerto de Calisto y Melibea.

Lo que queda de la Cerca Nueva

De todo el conjunto defensivo de la Cerca Nueva, solo queda constancia del tramo, en el cerro de San Vicente, que baja desde Hospitales, la pared medianera junto a la plaza de los niños del coro y bajo el huerto de Calixto y Melibea, que constituye el arranque de la Cerca, y en el Paseo del Rector Esperabe. Es en este último punto donde se aprecia el acabado puntiagudo de las almenas que en aquel tiempo tenía todo el recinto, además del Puente Romano.

Ya en el siglo XVIII las murallas medievales dejan de tener un papel defensivo por ser poco eficaces frente a la pólvora. Si se mantienen en pie, es por su valor higiénico y fiscal, ya que en primer lugar aísla frente a epidemias y por otro lado se debía pagar un impuesto por transitar mercaderías por sus puertas. Por otro lado se le añade, al fiscal, un sentido lúdico, de recreo, de zona de paseo durante la ilustración.

El valor defensivo que había tenido hasta la llegada de la artillería, resurge por la necesidad de protección con el estallido de la guerra de sucesión que enfrenta entre 1701 y 1713, tras la muerte sin descendencia de Carlos II “El Hechizado”, a los partidarios de Felipe V de Borbón y a los del Archiduque Carlos de Austria.

Plano de Salamanca, obra de García de Quiñones, de 1784 .
Plano de Salamanca, obra de García de Quiñones, de 1784 .

Así, ante el temor a las represalias por el asalto al convoy de San Jerónimo, del que hablaré en otra ocasión, se ordena reforzar las murallas con parapetos y revellines en las puertas de San Pablo, Santo Tomas, San Bernardo y Zamora.

Los temores a un ataque eran ciertos y así, las tropas favorables al archiduque apostan las baterías ante la puerta de Toro, Sancti-Spiritus y Santo Tomas, bombardeándolas durante varios días causando enormes daños a las propias puertas que habían sido tapiadas, los muros, casas, iglesias y conventos de la zona.

La ciudad, ante esto, no pudo menos que rendirse, siendo retomada de nuevo por las tropas felipistas cuando los hombres del archiduque abandonaron la ciudad.

 

La restauración de la muralla en el siglo XVIII… 30.000 reales

Después del nuevo ataque anglo – portugués del año siguiente, se ordena restaurar la muralla por seguir vigente el peligro de un nuevo asedio, pero a pesar de gastarse la ciudad unos 30.000 reales, cantidad muy superior a la que pretendían, el resultado de la reparación fue mucho peor de lo esperado.

Las sucesivas reparaciones por la mala calidad de la anterior son continuas y numerosas durante todo el siglo XVIII, aunque estas también se hacen con poco ahínco y con malos materiales, sobre todo con reaprovechamientos de derribos, tapias de barro, tizones de piedra tosca y revocados de cal.

Se dejaban muchas veces en manos de los particulares cuyos edificios ocupaban la ronda de la muralla, aunque en bastantes ocasiones estos, no cumplían lo acordado. Todo esto indica el poco valor defensivo que tenía por aquel entonces la muralla.

Plano de Salamanca de de Juan Marcelino de Sagarvinaga, de 1804.
Plano de Salamanca de de Juan Marcelino de Sagarvinaga, de 1804.

La Guerra de la Independencia

Durante la guerra de la independencia, Salamanca se convierte de nuevo en punto estratégico por ser la puerta de Portugal para los franceses y la entrada a Madrid y la meseta para los Anglo – Portugueses.

Por ello, los franceses, en su periodo de ocupación, reforzaron diversos puntos de la defensa en su parte próxima al río para proteger el paso del puente. Hay que decir que el valor defensivo de la muralla medieval ante un ataque con cañones, es prácticamente nulo, por lo que las tropas francesas se afanan en la construcción del fuerte de San Vicente, el de la Merced y el de San Cayetano, olvidándose prácticamente del lienzo de la muralla.

Así pues, construyen escarpas y contraescarpas, fosos y demás instando a los salmantinos a que sufragasen las obras o a que trabajasen en ellas.

El ataque ingles dejo en la ruina los fuertes y las demás defensas, además, la muralla, ya sin funciones fiscales desde 1836, solo presentaba un obstáculo y en ciertos puntos, un peligro para los salmantinos.

Por ello, a mediados de siglo, las tareas de derribo serán constantes, afectando incluso al Puente Romano destruyéndose el castillete central y las almenas de los costados. La labor fue tan concienzuda que lo que quedó fue menos que un leve testimonio.

Por: Jonatán Durán Sánchez. 

Fuentes:

https://es.scribd.com/doc/68896449/La-Cerca-Nueva-de-Salamanca-en-El-Cerro-de-San-Vicente

http://salamancapasoapaso.blogspot.com.es/

http://elsuelodesalamanca.blogspot.com.es/2010/07/la-puerta-falsa.html

http://salamancaenelayer.blogspot.com.es/2014/02/planos-de-salamanca.html

 

Deja un comentario

No dejes ni tu nombre ni el correo. Deja tu comentario como 'Anónimo' o un alias.

Más artículos relacionados

Te recomendamos

Buscar
Servicios