Opinión

Los Bandos desbandados

Una proyección de cómo quedaría la plaza con el proyecto municipal.

[dropcap]M[/dropcap]e hubiera gustado conocer la reacción de Carmen Martín Gaite ante el que yo califico como demencial proyecto de reforma de la plaza de Los Bandos, porque pienso que ella no hubiera andado muy lejos de tal apreciación. La de Los Bandos era su plaza, y la escuché sobre lo que ese espacio representó para ella en su infancia y adolescencia, cuando la plaza era más “boscosa”. Pero, además, nos lo dejó establecido por escrito, fundamentalmente en su obra “El cuarto de atrás”.

Ahora, lo que pretenden hacer con la plaza de Los Bandos los responsables del municipio es reventarla, en mi opinión de ciudadano ilustrado –¿para qué lo voy a negar?–, aunque renuncio a los razonamientos y argumentaciones que podría aportar con documentación que no es éste el lugar para exhibir. Como estas líneas hilan un artículo periodístico, sólo me voy a fijar en algunos detalles relativos a ese proyecto demencial –es mi opinión, insisto– que parece que en la nueva estrategia se quiere dormir para quizá acunarlo con el arranque de otro estremecimiento que a lo peor hasta hace removerse a los huesos de los ilustres enterrados en el subsuelo de la soterrada iglesia de Santo Tomé, cabecera de uno de los bandos salmantinos.

Me ha puesto los pelos de punta que se afirme por políticos y técnicos que se eliminan los actuales árboles para sustituirlos por otros que permitan “ver los monumentos” del recinto.  Ésta es una ciudad arboricida, desde largo se arremete contra los árboles. Pero en el caso concreto de Los Bandos se cuenta con una arboleda proporcionada, adecuada al ámbito en el que se cuenta con cuatro referencias monumentales, si incluimos dentro de la plaza la Casa de doña María la Brava. Y el palacio de  Solís, el edificio de la Caja de Previsión Social –ahora Centro de la Memoria Histórica–, la iglesia del Carmen y el palacio de Garci-Grande en absoluto quedan tapados por la hojarasca, para nada queda obstaculizada su contemplación por las ramas de los actuales troncos enraizados en ese territorio. Es más, esa arboleda casa ejemplarmente con el color dorado de la piedra de Villamayor que también cubre al resto de los edificios de la plaza, incluso no estaría de sobra contar con alguna planta más. Quien quiera plantarse ante los monumentos los puede contemplar perfectamente. Y quien salga con el cante de que los árboles obstaculizan es que incluso carece de ojos para ser consciente de lo que es la llana realidad y me temo que bien puede carecer también de gusto estético.  Por ello, en definitiva, sacar ese factor como motivo de reforma me parece una degeneración y enlace con intereses seguramente torcidos.

[pull_quote_left]Ésta es una ciudad arboricida, desde largo se arremete contra los árboles. Pero en el caso concreto de Los Bandos se cuenta con una arboleda proporcionada[/pull_quote_left]Y luego está el granito. Salamanca es la ciudad de la granitosis, una enfermedad que no decae, que ya ha causado tremendos estragos. Ahora se pretende incorporar a la plaza de Los Bandos a esa fiebre tan perversa que va despersonalizando la ciudad. ¿Alguien se ha preguntado dónde radica la causa de que en esta ciudad se asiente tanto y tanto granito, con frecuencia de modo nada racional? Desde luego, yo desde hace tiempo me vengo preguntando por qué huele tan mal el granito que nos plantan debajo de los zapatos. Lo que uno desearía conocer es “la intríngulis” de por qué políticos y técnicos son tan amantes de suelos graníticos o asimilados en lugar de que los espacios urbanos cuenten con variedad de tratamiento en las calles y plazas, como se advierte en otros lugares de cualquier país europeo.  En esta ciudad no, porque paulatinamente la piedra y el cemento van mordiendo y mordiendo con rapacidad los ámbitos ya escasos que no han caído bajo la pesada losa. En esta coyuntura, se quiere incorporar a Los Bandos, que ya de por sí cuenta con exceso de losetas que se aposentaron sobre los restos de la iglesia en la última reforma tras las catas que se practicaron.

Y el caso es gastar dinero. Con una enorme alegría se han metido euros y más euros en el proyecto para echarle la palada a la plaza que lo único que necesita es un adecentamiento adecuado como consecuencia del paso del tiempo, mejorar sus desperfectos y dejarla rejuvenecida. Pero lo que no requiere es destinar a ese espacio cientos de miles de euros que sí son necesarios en otros puntos de la ciudad donde parece que se tiene olvidados a quienes residen por esas zonas marginales y no tan marginales. Todo lo demás es un exceso caprichoso como si fuéramos nuevos ricos de esos que cuando lo son se ponen a hacer ostentación con resultados tan lamentables que todos los festejamos con risas. Lo que ocurre es que aquí el dinero es público y, por tanto, el festejo ya se torna en indignación cuando nos topamos con esa forma de espolvorear el dinero sin sentido.

Déjese en paz la plaza de Los Bandos, más allá de un aliño normal como todo lo que acusa el paso de los años. Los árboles casan perfectamente con los edificios monumentales, no impiden ver las piedras con historia e historias, y que el granito no ahogue con su peso berroqueño los restos históricos del subsuelo ni se torne en nuevo solar enardecido donde rebote el sol, además de que se vuelvan a su seno los excesivos dineros previstos, porque otros lugares de la urbe sí requieren atenciones que se les niegan. No cometan esa burrada, otra más, señores con mando en el municipio.

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