[dropcap]T[/dropcap]rump es un mal menor, grande y pelirrojo (peligroso, quise decir). Su peluquín de fuego amenaza crear un incendio donde ya existe un infierno.
Por eso es un mal menor (creen), porque un fuego con fuego no se apaga, y el infierno oficial tiene garantizada, así, su rutina diaria.
Tras un breve aspaviento, las bolsas volverán a inflarse, los «trading» a hincharse, los mercados a comprar seres humanos y vender almas al maligno (en España hemos pasado en los últimos años de tener un exorcista a tener trece), y el establishment soltará un eructo, una vez digerida la extraña y aciaga noticia.
Es de los nuestros, pensarán. Y con razón.
¿Qué es xenófobo?
También lo es el cardenal Cañizares.
¿Qué quiere levantar un muro?
También aquí tenemos vallas y los echamos a patadas y pelotazos de goma, hasta hundirlos en el mar.
Y eso que allí no son mayoría los refugiados de guerra que intentan salvar la vida para perderla a miles en el intento. Son más los refugiados del hambre y la miseria, o de gobiernos tan anómalos como consentidos. Allí no va Felipe González, a cantarle las cuarenta al establishment de su patrono, Carlos Slim.
El PP y nuestro gobierno son de los que mejor y más rápido han digerido la noticia (si hubiera salido Bernie Sanders ya estarían cargando las baterías antiaéreas), porque perro no come perro. Y menos con el mismo collar.
Los del distinto collar pero el mismo perro, tienen que hacer un poco de teatro (lo que hacen siempre), y hubieran preferido a Clinton (la corrupción andante), ciertamente, pero antes que Sanders -el rebelde y socialista- no está mal Trump -el bárbaro y filonazi-.
¿Hasta cuándo gestora golpista que siga manifestando opiniones y gustos tan extraños?
¿No está ya investido -como querían- el gobierno de los recortes y con el hacha de Conan a punto de soltar el tajo? ¿Por qué Fernández y colegas siguen en la poltrona, como si ir de golpe fuera quedarse de tertulia, y tomando decisiones que no les competen?
En resumen, nada nuevo bajo el sol, y todo ha cambiado de nuevo para que no cambie nada, como siempre.
Allí ha salido Trump, ayudado entre todos, para que no salga Sanders.
Aquí ha salido Rajoy, ayudado por el PSOE y otros cuantos, para que no salga una opción progresista. Y en Francia, si un resto de lucidez no lo remedia, saldrá Marine Le Pen, sin demasiado escándalo, ni sorpresa, ni disgusto, por parte de los que hoy practican los recortes más inhumanos y consuman la estafa más tramposa.
¡Y a mí que esto me recuerda a otros tiempos!
En definitiva, un nuevo capítulo de esta novela que podemos ir ya titulando «Neoliberalismo y barbarie», con el subtítulo «De como Felipe González se enamoró de Margaret Thatcher cuando tomaba el té con Pinochet».
Y es que les debemos mucho: por ejemplo, a Donald Trump.
— oOo —