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Opinión

Dragones

El Dragón heráldico junto al Oso y el Madroño y el escudo de Fernando VI, en la Casa de la Villa (Madrid).

 

– ¿Así que usted opina que el supuesto dragón sagrado de Axoum, que adoraron aquellos israelitas, era en realidad un cocodrilo?

 

– ¡Por supuesto! ¿Qué otra cosa podría ser? Recuerde que entre los dioses egipcios estaba Sobek, con cabeza de cocodrilo y que en el Nilo, al sur, hay un templo dedicado a él, donde se han encontrado numerosas momias de estos reptiles.

– ¿Y cómo se explica que lo cambiasen en el libro sagrado etíope por un dragón?

– Seguramente fue por influencia del mito de San Jorge u otro similar. Tenga en cuenta que se escribió en el siglo XIII o XIV.

– Pues parece que esta, digamos, afición por los cocodrilos no es exclusiva de los antiguos egipcios. ¿Sabía usted que, en el siglo XIII, el califa entonces reinante en El Cairo –¡califa o sultán, según que fuentes!– quiso casar un hijo suyo nada menos que con Berenguela, la hija  de Alfonso X, nuestro sabio rey? ¿No lo sabía?  ¡Pues así fue! Entre los presentes que le envió con el embajador peticionario figuraba un cocodrilo que el rey mandó colgar, una vez muerto, en la Catedral de Sevilla. ¡Qué sí, qué es verdad! Tenga en cuenta que para los cristianos medievales estos animales eran demoníacos, y lo colocaron en la iglesia como un triunfo sobre las fuerzas malignas. Lo que no sé es que se hizo con una jirafa que también llegó con él a Sevilla

– ¿Y qué fue de aquel despojo cocodrilesco?

– Pues que con el tiempo se deterioró mucho y lo tuvieron que quemar. Pero los sevillanos, tan fieles a sus tradiciones, lo sustituyeron por una burda reproducción cubierta de pieles, que con el tiempo eran harapientas, y finalmente por una copia en madera, pintada, colocándola en el mismo sitio que ocupaba el regalo cairota.

El "lagarto" del Patio de los Naranjos de la Catedral de Sevilla.
El «lagarto» del Patio de los Naranjos de la Catedral de Sevilla.

– ¿Y sigue allí?

– Pues sí. Allí está. Puede verla en la Puerta del Patio de los Naranjos. No sé si le acompaña la vara del embajador castellano que fue a El Cairo a devolver la visita.

– ¡Pues no le quepa duda que cuando vaya a Sevilla no dejaré de visitarla!

– ¡Pues sé de otra historia parecida, madrileña por más señas! ¿Quiere que se la cuente?

– ¡Claro que sí! Cuente, cuente…

–  ¡Pues verá! Cuando en el sigo XI Alfonso VI reconquistó Madrid se realizó una distribución por parroquias, erigiéndose iglesias sobre edificios previos o edificándolas nuevas. Una de éstas fue la de San Ginés, muy próxima a la Puerta del Sol. Pues bien, hubo que escavar los cimientos en un arenal –a lo que se debe el nombre de la calle— y al hacerlo encontraron ¡UN DRAGÓN!

– ¿Un dragoón?

– Bueno. Eso se creyó. Yo pienso que sería un cocodrilo amaestrado, traído del Nilo por algún caprichoso magnate musulmán, y que al morir fue enterrado en el arenal. El caso es que este hecho causó tal impresión en los nuevos madrileños que incluyeron al dragón en su escudo. Ignoro por qué se sustituyó por un oso pastando en una pradera, que figuró al frente de las tropas madrileñas en la vanguardia de Alfonso VIII en Las Navas de Tolosa, y también cuando la reconquista de Sevilla con Fernando III. La famosa postura del oso empinado en el árbol –¿madroño?–es posterior. El dragón fue olvidado, pero parece ser que en tiempos de Felipe III, al hacer unas obras en la Puerta Cerrada, se encontró en piedra un escudo con él.

Escudo de Madrid (1859).
Escudo de Madrid (1859).

– Ahora que lo dice, recuerdo que no hace muchos años, sí figuraba un dragón heráldico y una corona de laurel en el escudo de la Villa y Corte.

– Efectivamente, fue adoptado así desde mediados del XIX durante casi un siglo, con diversas vicisitudes, hasta que fue suprimido el grifo de oro –que es el nombre heráldico del dragón– y la corona de laurel, hace unos 50 años.

– Pero… ¡y digo yo! Si era un cocodrilo lo que encontraron en aquel arenal…, ¿no vieron que no tenía alas?

– ¡Qué sé yo que vieron o dejaron de ver! A lo mejor se les deshizo en las manos… Pero… ¡asómbrese! ¿Sabe que no hace mucho leí un artículo en el que se hablaba muy seriamente de que probablemente los dragones sí habían existido y que incluso citaba personas que los habían visto volando?

– ¡No me diga! ¿Y echaban fuego por la boca?

– ¡Seguro que sí! ¡Era lo que faltaba! ¡Parece mentira que en estos tiempos se sigan creyendo estas patrañas! ¿Pero no se dan cuenta de que es imposible que haya vertebrados que tengan al mismo tiempo alas y patas delanteras, que sería lo mismo que decir, por ejemplo, que hubiese seres humanos con cuatro brazos?

– Y sin embargo, brazos junto a alas están muy arraigados en tradiciones o culturas muy antiguas, bien como dragones, grifos, ángeles o demonios… ¿Qué opina de ello?

– ¿Quiere que le diga lo que pienso…? Pues… Pero… ¿por qué no lo dejamos para mañana?

– ¡De acuerdo! ¡Para mañana…!

3 comentarios en «Dragones»

  1. Querido Emiliano,

    El otro día me acordé de tí porque estuve poniendo en twitter unos cuantos twits sobre cocodrilos en iglesias. Te mando algunos enlaces:

    https://twitter.com/BiologiaPensamt/status/796672468907937792

    https://twitter.com/BiologiaPensamt/status/796672343808557060

    https://twitter.com/BiologiaPensamt/status/796672173247229952

    Hay alguno más…

    Claro que yo no tengo la erudición que tu tienes y twitter tampoco permite escribir tanto como para contar todo lo que has contado aquí.

    Muchas gracias y un abrazo. A ver cuándo nos vemos…

    Hasta pronto,

    Emilio

    Responder
    • Querido casitocayo: hay muchos más cocodrilos repartidos por toda la geografía española. El más cercano es el de Santiago de la Puebla, del que escribí un relato hace años (y me parece que lo voy a incluir en una «ocurrencia»)
      El cocodrilo de Sonsoles lo vi hace muchos años. Me parece muy moderno; quizás sea un «repuesto».
      El de Berlanga puede que sea el más famoso de todos, al estar ligado nada menos que a fray Tomás de Berlanga. el descubridor de la corriente de Humbold y de las Islas Galápagos. También os recontaré su bonita historia algún día.
      El de Fuensanta lo conocía pero no tuve ocasión de verlo. Por cierto: la defensa de elefante puede que sea parte del obsequio que le hicieron a Alfonso X. Sería muy interesante comprobarlo.
      Un abrazo

      Responder

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