Opinión

No sé cómo lo verán

[dropcap]N[/dropcap]o sé cómo lo verán ustedes, pero yo estoy preocupado. En algún momento, incluso aterrado, aunque no sea Halloween.

Es como si los dueños del mundo prefirieran que llegara el fascismo y los cuatro jinetes del Apocalipsis, antes que soltar algún privilegio, alguna prebenda; antes incluso que rechazar alguna mordida o alguna estafa; antes que cambiar de rumbo o cambiar de secta.

Lo cual indica a que grado de insensatez ha llegado su codicia.

Parece como si desde los años treinta a esta parte, sólo hubiera pasado media hora, y todos estos años hubieran transcurrido en vano, a efectos de aprender alguna cosa útil de nuestra historia siniestra más recalcitrante.

Se me dirá: «el fascismo siempre estuvo aquí, con nosotros, en la democracia cristiana que se alió con la mafia, en los consejos de administración de las empresas salvajes, en los criminales nazis que encontraron guarida en España y refugio en Argentina, en los turnos bipartidistas del primero tú y luego yo, en el partido único y la ideología sectaria, en las finanzas desreguladas y asesinas, en el neoliberalismo de Pinochet y los Chicago boys, en los campos de fútbol y sus escupitajos al «negro», en las cloacas del Estado».

Incluso agazapado dentro de muchos partidos que se dicen liberales o semisocialistas.

Lo sabemos todos. Lo sabe incluso Obama, que en Grecia, donde Occidente nació y Occidente murió, confiesa que las reglas no son iguales para todos; que algunos -por su sangre azul hecha de vil metal- no pagan impuestos; que el sistema ha fabricado desigualdad e injusticia; que el 1% mangonea y manga al 99% restante; que los paraísos fiscales siguen en pie y los derechos humanos ya no; que hay que cambiar de rumbo, y que él, Obama, lo sabe porque le ha visto las orejas al lobo; y que ese lobo, que entre todos han alimentado -en medio de tanta juerga desregulada- se llama fascismo.

No hay cámaras de gas, pero hay miles de muertos en las ciudades iluminadas con luces de neón, y miles de ahogados en los mares oscuros y silenciosos.

Un anciana, pobre y vulnerable, asesinada por una vela y un corte de luz, asesinada por una cuenta de resultados, es una más de esas víctimas, casi anónimas y olvidadas al día siguiente.
O quien se quemó a lo bonzo delante de su banco, mientras sus directivos daban el pelotazo de su vida, riéndose del mundo.

No hay cámaras de gas, pero hay corrupción, puertas giratorias y paraísos fiscales que van quitando la vida a la gente. Se derribó un muro y se levantaron cientos.

En la Inglaterra de la City, las agresiones racistas van en aumento (hoy unos adolescentes han arrojado ácido a la cara de un inocente), y los emigrantes se llevan los tortazos que no se lleva la City.

Huele a fascismo redivivo, y es un tufo que apesta. Y Rajoy, que nada percibe (como tantos otros) sigue en sus trece: premiando lo más impresentable, lo más indigno, lo más corrupto.
Con Trump en su puesto y Marine Le Pen a punto de llegar.

¿Se han vuelto locos o los locos somos nosotros que les hemos votado, que les hemos consentido y dado alas para que nos las corten?

No sin motivo, la palabra del año, según el diccionario Oxford, no ha sido «populismo» sino «posverdad».
Y es que después de tanta verdad (y liberalismo) de mentira, llega ahora el fascismo de verdad. Se niega el cambio climático, en medio de él, y se niega que el rumbo esté equivocado, en medio del naufragio.

[pull_quote_left]Huele a fascismo redivivo, y es un tufo que apesta. Y Rajoy, que nada percibe (como tantos otros) sigue en sus trece: premiando lo más impresentable, lo más indigno, lo más corrupto. [/pull_quote_left]Hessel (autor de «Indignaos»), que conoció aquella barbarie en primera persona, y fue trabajador infatigable por la justicia y los derechos humanos, advirtió, como lo hicieron Sampedro y Saramago y tantos otros, lo que se nos venía encima con aquella crisis y estafa tan oportuna.
Incluso Sarkozy y Zapatero llamaron a «reformar el capitalismo».
Pronto se echó tierra sobre el asunto, y sobre tan buenas como falsas intenciones.

Hoy Zapatero no se sabe dónde está (probablemente apoyando a una gestora golpista), y Sarkozy, en vez de reformando el capitalismo, está copiando detalles al neofascismo emergente para parecerse un poco a Marine Le Pen.

Por eso, esta declaración de intenciones de Obama, no nos resulta nueva (ni creíble).
Se contradice Obama con lo dicho en Grecia, cuando luego en Alemania asegura que si fuera alemán votaría a Merkel. ¡Merkel! que es la que, como «jefa» de Europa (y esa «jefatura» es otro síntoma más del fascismo rampante), ha marcado el rumbo inhumano que un poco antes, en Grecia, Obama dijo que había que cambiar.
Ideas muy poco claras de dirigentes muy poco sensatos, sobre un rumbo político que a ellos les ha venido muy bien, pero que ha colocado al mundo en su situación actual.

En definitiva, Obama ha ido a Grecia (cuna de la democracia y hoy país intervenido) para dar la voz de alarma con muy poca fe, reconociendo que la democracia en Occidente ha estirado tanto sus límites, ha incrementado tanto sus desigualdades, y se ha alejado tanto de sus fundamentos, que hoy es irreconocible.

Y por esa brecha, por ese grave error, que ha propiciado el mercado desregulado y la plutocracia triunfante aliada con la política corrupta, se está colando de nuevo el fascismo.

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