– Quedamos ayer en que me diría que piensa sobre los seres con brazos y alas. Que conste que yo no creo en ello, pero quiero saber su opinión como científico.
-Pues… para mí está clarísimo. ¡No han existido nunca! No puede haber en un vertebrado seis extremidades. Lo que me sorprende es que haya todavía alguien que defienda que ha habido realmente dragones.
– ¿Y de dónde vienen tales leyendas? ¿Cómo nacieron?
– Mire usted… Los dragones son mitos tanto en la cultura occidental como en el Extremo Oriente; pero no en el antiguo Egipto. También lo son en Mesopotamia, donde añadieron leones y otros animales alados a sus dioses propios. Yo pienso que hay un origen común, remotísimo.
– ¿Ah, síi? ¿Y cuál es ese origen?
– Igual que el Camino de Santiago –me refiero al Francés– unificó culturas en la Europa Occidental, por aquello del intercambio de ideas, es posible un nexo entre China y el Cercano Oriente, y que éste fuese la Ruta de la Seda. También se dice que en Grecia la conexión entró con los escitas por las riberas del Mar Negro.
– Pues, ahora que lo dice, es posible que fuese así. ¿Pero dónde nació el mito de los dragones, aquí o allí?
– En ninguno de los dos extremos.
-¿Y entonces, dónde? ¿En medio? ¿En Persia?
– No. No. Verá usted. Las rutas caravaneras tenían que atravesar desiertos. Pues bien. Hace unos 90 años el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York organizó, creo que en colaboración con una prestigiosa y millonaria revista geográfica, una expedición paleontológica al desierto de Gobi, en Mongolia, al estilo de aquellas famosas al Oeste americano en el siglo XIX, en las que Cope y Marsh tenían que viajar y excavar con la escopeta al hombro, dando pie a una gran rivalidad que llenó de fósiles los museos de Washington y Nueva York. Algún día le contaré aquellas grandes aventuras.
– ¿Y qué pasó en el desierto de Gobi?
– Pues que encontraron gran cantidad de vertebrados fósiles de todo tipo. Había yacimientos de reptiles mesozoicos, es decir de la Era Secundaria, en los que había acumulaciones de esqueletos completos de dinosaurios en su postura de muerte. Los huesos destacaban en superficie, limpiada la ganga por las partículas de arena movidas por el sempiterno viento. Muchos mostraban largas apófisis vertebrales que sostendrían, en vida, una gran membrana que les serviría a estos reptiles de sangre fría como un termorregulador, algo así como las pantallas solares, tan de moda hoy.
– ¿Como las que tuvieron los dimetrodontes y el ahora tan cacareado Spinosaurio?
– Sí, Algo así.
– ¿Y eso que tiene que ver con los dragones?
– Imagínese usted que está en aquellos lejanísimos tiempos y lugares, con unos rudos caravaneros atravesando el cálido desierto, con sus terroríficos ruidos nocturnos, que hoy sabemos que son provocados al estallar las piedras debido a la extrema diferencia de temperatura entre el día y la noche. Ellos pensaban, temblando de miedo, insomnes, que eran sonidos que producían los seres malignos, demoníacos, que nunca vieron salvo en sus pesadillas.
«Y siga imaginando que, de pronto, estos rudos caravaneros encuentran gran cantidad de esqueletos de animales pavorosos, que además de tener rasgos de reptiles, con sus enormes garras y dientes, poseían algo parecido a un ala, enorme, suponiendo que la otra estaría debajo. ¡A mí no me cabe duda de que éste es el origen de las leyendas draconianas, que penetraron en China y fueron llevadas a lo largo de la Ruta de la Seda, llegando a Europa merced al intercambio con los escitas en el Ponto Euxino!
– ¡Pero el desierto de Gobi no estaba en las rutas caravaneras entre Oriente y Occidente!
– No. Pero piense en los aduares o campamentos nocturnos, cercanos a las hamadas, al calor de las acogedoras hogueras, escuchando el aullido de los chacales y a otras alimañas, el ruido de las resquebrajaduras pétreas, el aullar de Eolo… Piense en las terroríficos relatos que contarían los viajeros, alguno quizás testigo de los osarios mongoles, supuesto vestigio de aquellas batallas entre gigantescos reptiles desgarradores y supuestamente alados, quizás achicharrados por el fuego desértico exhalado por sus matadores…
– ¡Muy interesante! ¿Y no serían reptiles voladores, como los pterosaurios?
-No. No. Todos los animales voladores suelen morir solitarios y en rarísimas ocasiones se les encuentra puntualmente. En cambio, los que llevaban estas pantallas termorreguladoras vivían en manadas. Sus cadáveres sí pudieron acumularse en determinadas circunstancias y formar, con el tiempo, yacimientos paleontológicos. Pudieron ser enterrados por una tormenta de arena…, o morir por una emanación de gases tóxicos…, o despeñarse en masa por un barranco en una estampida… Los herbívoros fósiles pueden encontrarse masivamente, pero los voladores no. Puede ser que estén acompañando a aquellos, pero en casi nula proporción.
– ¿Y no hay voladores con alas y brazos?
– No. Normalmente las alas son modificaciones de los brazos. Mire usted el caso de los murciélagos, por ejemplo. Las alas las forman membranas interdigitales. En el caso de las «ardillas» planeadoras se trata de una extensión de la piel en los costados. En Paleontología se conoce un caso, el Icarosaurus, en el que la membrana planeadora se sostenía por unas largas expansiones de las costillas, pero no era volador.
– ¡Vaya, vaya! ¿Entonces la Ciencia descarta la existencia de dragones?
– Totalmente. Y no solamente a ellos. También ha encontrado explicación para otros seres mitológicos.
– ¡Ah, síi! ¿Por ejemplo…?
– Ya se lo contaré mañana. ¿Vale?
– ¡Vale!
13 comentarios en «El nacimiento de los dragones»
Muy interesante Emiliano y, como siempre dejando la pista abierta para muchas cuestiones. Te propongo yo otra sobre otro dragón pero de diferente tipo:
¿Por qué se llama Drago la planta?
Seguro que la respuesta tiene para rato
Un abrazo,
Emilio
Habrá que buscar la creación original del género para saber que pensaba el autor. Muy interesante. Un abrazo
Homosaurus de Montesagrado
(Literatura Abstracta)
En el centro de Iberia, en plena sierra franca, a la falda del Monte Sagrado, la Naturaleza una vez más nos descubre sus secretos.
El Río Esmeralda ha ido abriendo una profunda garganta para dejar al descubierto paredes verticales como gran libro del pasado.
En la línea que separa el Cretáceo del Terciario un globo envasado al vacío muestra un nido en el que se aprecian tres seres en posición de sueño eterno. El mayor, de un metro y medio, es macho, la mediana hembra y el tercero podría ser hijo de ambos.
La noticia se publica en todas las revistas científicas.
Los científicos corren en peregrinación. Podría tratarse de terápsidos que convivieron con dinosaurios. Por la forma de su columna vertebral podrían andar erguidos, sus extremidades anteriores tienen plumón -¿pequeños vuelos?- sus muñecas acaban en cinco dedos prensiles para manipular cosas. El resto del cuerpo es peludo. Sus extremidades posteriores más largas terminan en pies de cinco dedos. No tienen cola. En su centro un ombligo demuestra que son vivíparos. En la cabeza destaca el cerebro -coeficiente de encefalización 3,7- y un corto cuello. Nariz en forma de pico de loro con apertura labial y pequeñas orejas. Podría tratarse del eslabón perdido entre mamíferos y aves, humanos y dinosaurios.
En tardes de caluroso verano y al entrar en el ágora escuchando los murmullos se contrastaría la hipótesis que nos emparenta con los loros parlanchines.
Silencio, cierren sus ojos y escuchen que para eso tenemos dos orejas y una boca.
Muchas gracias por tan poético relato- Un abrazo
Emiliano,muy interesante lo que nos cuentas..Es muy entretenido leerte.Un saludo y hasta tu próximo relato.Azucena.
¿Por dónde saldré el próximo lunes? Celebro teneros en vilo toda la semana. Un abrazo muy cariñoso, Azucena
Muy,pero qué muy interesante de verdad,¡¡cuántas cosas nos enseñas Emiliano!!..Besitos
Muchas gracias, Justi. Espero que las próximas semanas siga pareciéndote interesante lo que escriba. Un abrazo
Espléndido recorrido por el tiempo y el espacio. Gracias, amigo. Un abrazo
Gracias a ti, Armando. La verdad es que con esto de los diálogos he descubierto un filón. Es «otra» manera de enseñar que ojalá se me hubiese ocurrido antes. ¡Da para mucho!
Un fuerte abrazo, amigo mío, a todos.
Interesantísimo , Emiliano. se lo leeré a mis alumnos. Cada vez escribes mejor!! Besos.
He aprendido mucho con los diálogos, un beso abuelo.
Muchos besos a los dos. Os quiero muchísimooooo.