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Dorado Montero y Unamuno

Pedro Dorado Montero.

[dropcap type=»1″]A[/dropcap]l lado de San Esteban se encuentra el convento de los padres carmelitas calzados, los que santa Teresa llamaba “los de paño” para distinguirlos de los descalzos. Enfrente del templo de la tercera orden del Carmen se encuentra una casa que hace frontera con el hotel San Polo y con las ruinas de esta iglesia románica mudéjar. Se trata de una vivienda unifamiliar, de planta baja, que hoy es propiedad de la Universidad de Salamanca y en la que está instalado el Instituto de Estudios Medievales y Renacentistas en el que trabaja la catedrática María Jesús Mancho, vicepresidenta del Centro de Estudios Salmantinos.

Pues bien, en esta casa vivió Pedro Dorado Montero, nacido junto a Béjar, en el pueblecito de Navacarros, en 1861. Siendo muy pequeño perdió el brazo derecho, desgracia que sus enemigos aprovecharon para llamarle el “eximio penalista manco”. Su discapacidad física no le impidió su dedicación al estudio. Cursó las carreras de Leyes y Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, trasladándose con posterioridad a la Universidad de Bolonia para estudiar Antropología Criminal con excelente aprovechamiento. Se presentó y ganó la plaza de catedrático de Derecho Público y Administrativo de la Universidad de Granada que permutó por la de Derecho Penal de Salamanca.

Dorado Montero es, sin duda, uno de los mejores penalistas que ha aportado España a lo largo de su historia. De ideas progresistas, fue el primer concejal socialista de la ciudad de Salamanca y una de las pocas actas que ese partido logró en las elecciones municipales de 1895.

Su amistad con Unamuno se acrecentó al compartir ambos una misma forma de enfocar la vida política y pública que les tocó vivir. Dorado Montero estuvo enfrentado con el obispo Cámara al igual que don Miguel, y del periódico del prelado salían, un día sí y otro también, descalificaciones sin fin y sin fundamento contra don Pedro.

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