Los cambios económicos internacionales
[dropcap]E[/dropcap]n la parte I de este artículo, veíamos cómo la llegada de Trump a la Casa Blanca está traumatizando a EE.UU. y al mundo entero; con todo un ataque a la globalización económica, que es el resultado de décadas de cooperación e integración, y de negociaciones en la Organización Mundial de Comercio, OMC (heredera del GATT, General Agreement on Tariffs and Trade). Fue así como se consiguió un mundo con pocas barreras al intercambio, que ahora podrían volver a erigirse.
En el recorrido de retroceso desglobalizador –así lo manifesté en las tres conferencias que pronuncié en Nueva York—, hay que fijarse en la Ronda Doha de la OMC, iniciada en la reunión de Qatar de 2001, con la finalidad de facilitar aún más el comercio mundial. Una negociación estancada, sin que tras quince años de intentos haya visos de terminarla un día. Además, están los dos grandes proyectos de tratados de libre comercio (el TPP del Pacífico, Trans Pacific Partnership, y el TTIP, Transatlantic Trade and Investment Partnership), uno ya denunciado por EE.UU. y el otro relegado como proyecto seguramente inviable por los nuevos vetos proteccionistas.
El caso del TPP es interesante. Promovido por promovió Washington en tiempos de Obama para ambas orillas del Pacífico (con siete países en Asia, Brunei, Japón, Malasia, Singapur y Vietnam, pero no Corea del Sur, ni Indonesia, ni Filipinas, y seis de las Américas, Canadá, EE.UU., México, Colombia, Perú, y Chile), EE.UU. ha abandonado el TTP en el primer día del reinado Trump. Un acuerdo importante para la Alianza de EE.UU. con los países asiáticos.
Por eso, marchase del TPP, podría ser un grave error, al renunciar al protagonismo estadounidense en el Pacífico Occidental, donde Washington DC se situará en condiciones de declive; especialmente por comparación con el expansionismo de China, que ahora podría negociar su ingreso en el TPP.
[pull_quote_left]Va quedando claro, y en mi reciente viaje a Nueva York lo he constatado en no pocas ocasiones, EE.UU. ha perdido –al menos en parte— su capacidad de indiscutido liderazgo a escala mundial[/pull_quote_left]Como dijo hace tiempo Lee Kuan Yew, fundador que fue de Singapur como Estado independiente, “quien domine el Pacífico controlará el mundo”. Para ser replicado por Hu Jintao, presidente que fue de China entre 2004 y 2013: “el Pacífico es suficientemente grande para que quepamos todo”. Sin que podamos olvidar una tercera posición –la que parece potencialmente la más operativa—, la de Henry Kissinger, que en su libro On China, dijo algo bien interesante: es preciso que China y EE.UU. negocien lo antes posible. Por la sencilla razón, agregamos aquí y ahora, de que si el gran pacto China/EE.UU. se dejara para 2030, la República Popular podría ser para entonces dos veces el tamaño económico de EE.UU., lo que haría más difícil el acuerdo.
Sobre las comentadas tratativas comerciales, que son clave para el futuro del mundo, sobrevuelan, de forma amenazadora, las tensiones en el Mar de la China Meridional, que la República Popular quiere convertir en aguas territoriales propias. Lo que favorece un armamentismo al alza en todo el Pacífico, un contexto en el que tuvo gran resonancia negativa la actitud inicial de Trump de ignorar la doctrina de ‘una sola China’, asentada nada menos que por Nixon y Mao en 1972.
Definitivamente, Trump no puede ser el Hegemon que él quiere acabar siendo, y análogamente a que se ha retractado frente a Pekín (“desde luego hay una sola China”), otro tanto tendrá que hacer dentro de la OTAN, y en relación con la UE; tras los primeros ataques del Presidente a sus socios transatlánticos en ambas organizaciones, se verá en el brete de suavizarlo todo con palabras conciliatorias. Por lo demás, en las relaciones con Rusia (extraña amistad la de Vladimir Putin y Donald Trump), la cosa será más complicada de lo que en principio pareció iba a ser una especie de conexión fraternal del zar de todas las Rusias, con el magnate, enrocado en sus propias torres y al frente de los destinos de EE.UU.
Va quedando claro, y en mi reciente viaje a Nueva York lo he constatado en no pocas ocasiones, EE.UU. ha perdido –al menos en parte— su capacidad de indiscutido liderazgo a escala mundial, y seguramente lo va a perder aún más con Trump. Lo cual no significa que China esté preparada para asumir ese papel que la Unión norteamericana tuvo durante tanto tiempo, desde 1945. Nadie ve posible una hegemonía mundial de China como la que todavía pretende mantener EE.UU. Más bien, las cosas llevan a pensar, cada vez más, en un nuevo orden mundial multipolar, compartido por EE.UU. con China, India, UE, Iberoamérica, etc.
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Ramón TAMAMES, es Catedrático Jean Monnet de la Unión Europea y Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
NOTA: quiero dejar aquí constancia de mi agradecimiento a Andrea Carlón Tamames y a Alicia Tamames Prieto-Castro, por su valiosa ayuda en Nueva York.
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