[dropcap]D[/dropcap]entro de las cosas novedosas que ha traído la llamada nueva política a nuestro país, está el «suspense» y el interés ante el resultado de unas elecciones primarias. En este caso las del PSOE. Que la política deje de ser aburrida, siempre es un riesgo para el poder constituido. Que la política nos resbale, siempre es una garantía de que el poder se corromperá.
Se percibe el aspecto ilusionante del asunto por un lado, el de los militantes, y el envaramiento artrítico y preocupado del aparato, por el otro. Aparato que en este caso concreto del PSOE, ha dado todas las largas que ha podido a este asunto, y si no fuera porque a la fuerza ahorcan, aplazaría esa cita con las urnas sine die, contento de seguir en la vieja era del cotarro mal ventilado.
Que es la misma era antediluviana en que sigue vegetando el PP, cuyas nuevas promesas de apertura (esas juventudes añosas) nacen ya viejas y encorsetadas dentro de una armadura oxidada que es básicamente ideológica.
En esto como en tantas cosas, y si los ánimos no estuvieran tan caldeados y las experiencias tan escaldadas, como evidentemente están, el aparato del PSOE seguiría el ejemplo y las huellas del aparato del PP, y prolongaría el golpe cuartelero de septiembre en algún tipo de «solución Armada» o «golpe de timón» a la turca. Experiencia en este campo no le falta a uno de sus más veteranos y señalados dirigentes.
Si pensamos en las consecuencias que pueden tener las primarias en el PSOE, llegaremos a la conclusión de que los militantes de los partidos tienen más fuerza de la que se quiere admitir, y sobre todo más fuerza de la que se quiere conceder.
Y esto, permítanme que lo diga, me parece muy bien y motivo de alegría democrática.
Lo que se dilucida en las próximas primarias del PSOE es quienes son los dueños del partido, si los poderes económicos (y aquí incluyo también a los bancos alemanes) o los militantes socialistas.
Lo que se decide es si el PSOE va a seguir siendo muleta y palmero de la política coja y reaccionaria del PP (cómplice, por tanto, del recorte de derechos y de la involución en marcha), o parte de una opción progresista mucho más amplia, que sin duda tiene más futuro, no sólo aquí, sino también en Europa.
Lo que se decide es si persistirá en su papel -como hasta ahora- de monaguillo fiel de los principios neoliberales de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, o intentará acercarse, aunque sea un poco, a la socialdemocracia Olof Palme y Pablo Iglesias.
Si fiel al proyecto del partido único, continuará ahondando en la actual dinámica de desigualdad, caos, desapegó ciudadano, y catástrofe social, o negará que este es el único modelo posible, y participará en diseñar y construir la alternativa, que quizás es la única alternativa que le queda ya a Europa.
Se decide también si prefiere seguir formando parte del organigrama de la corrupción y de su tóxico anagrama, PPSOE, o repudiando pelotazos, EREs, y amnistías fiscales, se regenerará a sí mismo para nunca más volver a aquellas andadas. Incluida la reforma de la reforma laboral, que como muy bien saben –no en balde ayudaron a parirla- es básicamente esclavista.
[pull_quote_left]Se decide si persistirá en el inmovilismo, rehén del pasado, o afrontará la reforma de la Constitución que debe conducirnos a un futuro más solidario y democrático.[/pull_quote_left]Se decide si se inclina por la dinámica partidocrática de los aparatos endiosados y corruptos, tan alejados del pulso ciudadano y de las calles, o se abre a una nueva política basada en la democracia interna.
Se decide si persistirá en el inmovilismo, rehén del pasado, o afrontará la reforma de la Constitución que debe conducirnos a un futuro más solidario y democrático.
Y por tanto, si además de conceder a Merkel el privilegio de violar nuestra Constitución a través del artículo 135, concede también a los ciudadanos españoles el derecho soberano a reformarla.
Todo esto se decide y no es poco, en esas primarias expectantes.
En resumen, una serie de disyuntivas en las que al día de hoy, tras la crisis y su gestión sectaria, las opciones están mucho más claras.
Al lado de estos dilemas, la «tercera vía» de Patxi López hoy no se la cree nadie. Aparece desvaída y desdibujada, casi como un fantasma, si es que no se trata en el fondo de un disfraz de la primera y fracasada vía, o un subterfugio para su mantenimiento postmorten.
Como lo es ya -un fantasma- Blair, padre de la susodicha “tercera vía”. Como lo es ya también Felipe González, fiel pupilo de Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
Ese fue el origen de la actual crisis del PSOE, y por extensión, del socialismo Europeo, caído al día de hoy en un descrédito total.
Ahora los militantes tienen en su mano reparar ese gran error histórico.
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