[dropcap type=»1″]L[/dropcap]os actuales emperadores de Japón visitaron por primera vez Salamanca cuando eran príncipes herederos. Se trataba de una vista de Estado, devolución de la realizada por los reyes de España a su país. Llegaron en helicóptero a Calatrava, donde fueron recibidos por el presidente de la Junta de Castilla y León, Demetrio Madrid. La visita oficial tuvo dos partes, una en el Ayuntamiento y otra en el Paraninfo de la Universidad. Al entrar en el Ayuntamiento entregué el bastón de mando a Akihito, que no lo abandonaría a lo largo de sus horas de estancia en Salamanca. En el salón de recepciones el príncipe contestó a mi discurso de bienvenida a pesar de que no estaba previsto en el protocolo. Este imprevisto alargó más de lo estipulado su estancia en el Consistorio.
Saludó a la colonia nipona en Salamanca, entre ellos a cuatro niños ataviados con el traje típico japonés. Contemplaron el Fuero de Salamanca y recibieron como regalo piezas de orfebrería y alfarería charra. Firmaron en el Libro de Honor y saludaron desde el balcón a los salmantinos congregados en la Plaza Mayor. El trayecto desde la Plaza Mayor hasta el Patio de Escuelas lo hicieron a pie. El príncipe iba delante conmigo, y unos pasos atrás, como obliga el protocolo nipón, la princesa. Habían venido para acompañarlos las infantas Elena y Cristina.
[pull_quote_left]En el camino pasé muy mal rato. Algunas voces que llegaban a mis oídos hablaban de las infantas sin ningún pudor, en voz alta. Igual que me llegaban a mí con nitidez, estoy seguro de que ellas oían los comentarios de mal gusto[/pull_quote_left]Hice un bando llamando a la población a salir a la calle para recibir a los ilustres huéspedes, y, como estaba previsto, el recorrido se llenó de curiosos que aplaudían a rabiar a los herederos del Imperio del Sol Naciente. Las mujeres comentaban en voz alta el maquillaje de la futura emperatriz, que según la multitud estaba embadurnada de polvos de arroz. Como bien se conoce, nadie debe tocar ni mirar a los emperadores. La colonia japonesa en Salamanca, muy numerosa porque entonces funcionaba la Nachi, fábrica nipona de rodamientos, cuando tuvieron enfrente a los príncipes inclinaron la cabeza para no mirarlos. Este comportamiento falló en el recorrido por Salamanca. Las mujeres y hombres que se agolpaban a lo largo del recorrido se abalanzaban sobre la princesa abrazándola, achuchándola y besándola.
En el camino pasé muy mal rato. Algunas voces que llegaban a mis oídos hablaban de las infantas sin ningún pudor, en voz alta. Igual que me llegaban a mí con nitidez, estoy seguro de que ellas oían los comentarios de mal gusto:
-¡Mira, ahí viene la guapa, y al lado la fea!
En el Paraninfo el príncipe pronunció un discurso. Mientras todo el auditorio permanecía sentado, su esposa estuvo de pie durante toda la alocución entera de su marido. El Ayuntamiento ofreció un almuerzo oficial a los príncipes del que guardo gratos recuerdos. Estuvieron simpáticos, desinhibidos y a gusto. Nos contaron que el entonces emperador Hirohito se encontraba muy anciano e incapacitado, por este motivo no realizaba viajes al extranjero.
Temían que sufriera una caída en público por las graves consecuencias que esto podía traer para la Casa del Emperador. Solamente podían tocarle en público su esposa y su médico personal, y en caso de producirse una caída tenían que cerrar el palacio para socorrerle. Habían mandado pulir el suelo de sus estancias para evitar accidentes. Sus muchos años le hacían desplazarse lentamente, arrastrando los pies.
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1 comentario en «Los emperadores del Japón en Salamanca»
¿Se ha invitado ya a la familia Imperial Japonesa a las celebraciones del VIII Centenario?
Un gran concierto en la Catedral con el órgano rehabilitado por una asociación cultural de amigos japoneses sería lo ideal como muestras de que aún somos «agradecidos» con los que nos quieren.