[dropcap]E[/dropcap]l 4 de junio se cumplen 28 años de la represión de Tiananmen en China, tras una experiencia de ocho años de búsqueda de la libertad en la República Popular. Y creo que ese recuerdo es necesario; sobre todo ahora, cuando China está en la cresta de la ola internacional, por referencia a una Administración Trump tan proteccionista. En contraste, la República Popular preconiza avanzar en la globalización económica. ¿Pero qué pasa con las cuestiones políticas? Harina de otro costal, podríamos decir.
Muy rápidamente expuesto, las varias fases de desarrollo de China con Mao (reforma agraria, gran salto adelante, revolución cultural), acabaron en una situación económica de gran debilidad, y políticamente, en el enfrentamiento con la URSS, que en tiempos de Breznev (1964/1982) llegó a plantearse el bombardeo atómico de las grandes ciudades chinas.
Esa situación fue aprovechada por EE.UU., con el protagonismo de Henry Kissinger, Secretario de Estado con Nixon. Quien en 1971 pactó las bases de un arreglo EE.UU./China en su célebre viaje secreto a Pekín, que precedió el de Nixon en 1972. Con todo lo que ello representó para el ingreso de China en la ONU y la normalización de las relaciones con EE.UU.
En China, después de la muerte de Mao (1976), con Deng Xiaoping asumiendo todos los poderes, comenzó una fuerte recuperación económica, que se reforzó definitivamente con las cuatro modernizaciones (privatización agraria, libertad para el desarrollo industrial privado, defensa con un ejército más eficiente y tecnologizado), que permitieron un rápido crecimiento de China, aprovechando las posibilidades de la globalización.
Con esa recuperación económica de la República Popular (1978-1988) y las ideas de la democratización de la Perestroika de Gorbachov de aquellos tiempos, se despertó en China una cierta idea de ampliar las cuatro modernizaciones -que tal vez fueron inspiración de Chu Enlai, el gran segundo de a bordo de Mao-y en ese ambiente de inquietudes por la libertad, Deng Xiaoping designó como Secretario General del PCCh a Hu Yaobang, en 1981. Quien se convirtió en poco tiempo en auténtico héroe nacional, al vislumbrarse la traza de una posible modernización política democratizadora.
Pero la visión liberalizadora de Hu acabó pareciéndole peligrosa al pequeño timonel, Deng Xiaoping, por lo que pudiera tener de consecuencias retardatorias en el crecimiento económico impulsado por las primeras cuatro modernizaciones. Así las cosas, Deng destituyó a Hu Yaobang en 1987, para nombrar nuevo secretario general a Zhao Ziyang, quien, con ocasión del XIII Congreso del partido en octubre de ese mismo año, hizo una serie de planteamientos en la línea de su precedesor Hu; que dieron la impresión de estar próxima una posible reforma política, en consonancia con el proceso de libertades que ya estaba en marcha en la URSS con Gorbachov.
[pull_quote_left]Fue un trauma político que no pudo por menos de afectar a la situación económica de China, que se deterioró desde el segundo semestre de 1989 con el freno de los movimientos liberalizantes[/pull_quote_left]Según todos los indicios -y en línea de la quinta modernización-, parece que Zhao Ziyang llegó a creer que China ya había alcanzado un estadio de reformas económicas y funcionamiento de los mercados, que inevitablemente necesitaba de medidas de cambio político: mayor libertad de prensa, energía en la lucha contra la corrupción (empezando por investigar a los propios hijos de los mandatarios), separación de Partido y Estado, y de ambas entidades respecto de las empresas públicas. Así como creación de mecanismos de control y contrapeso dentro del sistema del PCCh.
Zhao Ziyang en modo alguno proponía una democracia a la occidental, con división de poderes. Como tampoco invocaba el multipartidismo, ni la elección de las máximas magistraturas políticas por sufragio universal.
En cualquier caso, la confrontación entre el reformismo de Zhao Ziyang y el inmovilismo de Li Peng, primer ministro, se hizo más que evidente a principios de 1989, lo que situó a Deng Xiaoping en una posición muy ambigua, por sus pretensiones de situarse en un término medio, entre Zhao y Li. E inevitablemente fue venciéndose del lado del segundo, al comprobar que, en una parte de las altas esferas del PCCh, estaba en marcha una auténtica ebullición social y cultural en una serie de aspectos: relajamiento del control totalitario, aparición de espacios de autonomía social y cultural, redescubrimiento y afirmación de la individualidad, y benevolencia ante la llegada de influencias externas sobre todo de la Perestroika de Gorbachov. Todo lo cual iba creando un horizonte de expectativas mucho más allá de lo que estaba dispuesta a aceptar la vieja guardia.
En cualquier caso, la deriva a la libertad acabó el 4 de junio de 1989, en la Plaza de Tiananmen en circunstancias bien conocidas. Ese fue un trauma político que no pudo por menos de afectar a la situación económica de China, que se deterioró desde el segundo semestre de 1989 con el freno de los movimientos liberalizantes a los que hubo una réplica muy desfavorable desde el exterior sobre todo en forma de reducción de inversiones foráneas.
Y, políticamente, el sector más duro del PCCh se mantuvo en el absoluto control de la situación: el primer ministro Li Peng y el propio Deng. Y, en sustitución de Zhao Ziyang, fue nombrado secretario general del PCCh Jiang Zemin, alcalde de Shanghái, por el éxito con que había controlado, sin mayores traumas, los movimientos de protesta en su propia ciudad.
Luego, China ha tenido un recorrido económico espectacular, silenciándose la posibilidad de una democracia de tipo occidental. ¿Será posible?
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