[dropcap type=»1″]R[/dropcap]afael Alberti vino a Salamanca con el pintor Gastón Orellana traído por Juan Mari López y su mujer, que nos invitaron también a Mª José y a mí a su casa, el antiguo Palacio de la Moneda o Casa de Torres Villarroel, perteneciente, en su día, a la orden de Santiago, en la avenida de la Merced, para entrevistarnos con el poeta y su mujer. Juan Mari López compró el caserón a los Jesuitas, sus últimos propietarios, cuando estaba en ruinas, y con mucho esfuerzo lo salvaron para siempre, después de una respetuosa y costosa restauración.
Alberti era ya muy anciano, pero mantenía su cabeza despierta y sugerente. Acompañado del pintor Gastón Orellana, mantuvimos una velada larga e interesante. De aquella entrevista guardo un libro de Alberti, El Mar, que María José trajo de casa, donde el venerable poeta plasmó una dedicatoria y un dibujo, al que se le añadió otro de Orellana. En aquella velada hablamos de política y cultura, la República, la Guerra Civil, la dictadura, la transición y, por supuesto, de su vuelta a España. Éramos conscientes de que estábamos con uno de los referentes de la historia y la literatura española. En un momento concreto pidió que le dejáramos reposar y se echó una siestecita de la que salió recuperado, reiniciando de inmediato la conversación donde la habíamos dejado.
Después de estar con Alberti, con más de 90 años, me di cuenta de la suerte de ser en ese preciso momento alcalde de Salamanca y, además, amigo de Juan Mari, que había sido alumno mío en la Universidad, donde estudió Psicología; alumno y amigo del que guardo muy buenos recuerdos.
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