-¡Venga Julián, levántate! Es hora de ir al colegio.
-Hoy no quiero ir al colegio mamá, estoy enfermo, me duele la cabeza- responde Julián
– No me vengas con pamplinas, levántate y vístete ya, no hagas lo que todas las mañanas, que tardas dos horas en prepararte y al final llegamos tarde.
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Así comienza el día todas las mañanas en casa de Julián. Julián es un niño de 7 años que va a segundo curso de Educación Primaria, aunque no le gusta mucho ir al colegio porque los niños se ríen de él, le llaman torpe, no se le da bien hacer nada, lo que mejor se le da es sentarse y ver las horas pasar.
Además hoy es miércoles y le toca Educación Física, asignatura que Julián odia, ya que tienen que correr, saltar, hacer equilibrios, ya bastante difícil es para él tener que equilibrarse e intentar no caerse cuando va caminando como para que encima le toque hacer toda clase de piruetas, y no hablemos de coger el balón al vuelo, botarlo o pasárselo a sus compañeros. Siempre queda el último en las competiciones.
En el resto de asignaturas no es que vaya mejor, le cuesta mucho escribir y terminar las tareas, en ocasiones, ni las termina. Esto no quiere decir que sea un tonto, de hecho es muy inteligente y sabe muy bien lo que tiene que escribir al hacer sus tareas escolares y completarlas, pero eso de coger un lapicero y plasmarlo en un papel ya es otra cosa y por si fuera poco tiene una letra horrible, o eso es lo que le dicen sus profesores en clase.
En el recreo, suele jugar con una niña que se llama Olga, es su mejor amiga. Suelen jugar a las adivinanzas y a juegos tranquilos. En ocasiones, los compañeros de clase, les piden que jueguen con ellos. Julián hace un tiempo si jugaba con sus compañeros, pero ahora ya no, solo con Olga o se queda solo, porque cuando juegan todos juntos los demás se enfadan con él ya que dicen que quiere ser siempre el jefe y ordenar y no quiere nunca aceptar juegos de otros, sobre todo si proponen jugar al fútbol o al baloncesto.
Por todo esto no quiere ir al colegio. Él intenta hacer lo que los demás, pero no puede, siente que es un torpe y por más que quiere no puede cambiar. La situación en casa tampoco ayuda. Sus padres creen que tarda en hacer las cosas porque es un perezoso y un vago y si intenta ayudar a poner y quitar la mesa y rompe algún vaso o se cae por el camino en seguida le dicen, ¡que torpe eres, ten más cuidado! Pero realmente, lo que no saben sus padres, es que a Julián lo que le pasa es que todo en esta vida le resulta muy difícil y se siente fatal por ello.
Julián probablemente presente un problema de dispraxia o llamado también Trastorno del desarrollo de coordinación motora. Seguramente si a Julián no le llamásemos torpe ni le criticásemos y le proporcionásemos experiencias positivas en las que pueda tener éxito, cambiaría su actitud y se desenvolvería mejor. En este sentido, sería aconsejable buscar ayuda profesional que nos informe y asesore cómo adaptar las tareas y las exigencias al niño para asegurar éxito al llevarlas a cabo. Esto proporcionaría un beneficio en el desarrollo y aprendizaje del niño y una mejora en la calidad de vida.
En Centro Esnia valoramos e intervenimos en este tipo de problemas.
Virginia Hernández Enríquez
Terapeuta Ocupacional