Miles de salmantinos se congregaron este lunes por la noche en El Zurguén para ver la hoguera de San Juan, la única que sobrevive en la capital del Tormes.
Para ver el fuego y para arrojar en él los deseos que quieren que se cumplan y que las llamas contribuya a convertirlos en realidad, o para quemar las cosas que han causado problemas y dificultades, toda la negatividad. Cabe todo.
Y si el fuego se limita a quemar los palés y demás materiales apilados en el descampado del Zurguén, que nos quiten lo bailao.
Porque también había baile y una banda con un gran sentido del humor, que recordó a los asistentes que este año ya habíamos tenido mucha suerte, porque ha habido dos hogueras, la que prendieron las vándalos en la madrugada del domingo al lunes y la buena, la de la medianoche del lunes.
Al borde de la extinción
Esta tradición, al borde de la extinción en la capital, es una fiesta pagana con la que los pueblos antiguos celebraban la llegada del solsticio de verano, ya que la noche de San Juan es la más corta del año. Con el fuego se pretendía darle más fuerza a los rayos del sol, porque los días empiezan a ser más cortos paulatinamente hasta el solsticio de invierno, el 24 de diciembre, que es la noche más larga y a partir de ese momento los días empiezan a crecer.
Luego llegaron los romanos, se apropiaron de la fiesta y en la era cristiana se unió este día con la festividad de San Juan.
Este año se dejaron ver por allí el alcalde de la ciudad, Alfonso Fernández Mañueco, el portavoz municipal del PSOE, Enrique Cabero, ZOES y miles de salmantinos.
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