-¿Y por dónde ha estado estos días?
– Estuve por la Mariña de Lugo, con unos amigos.
– ¡Aah! Conozco esa región. ¿Le gustó la Playa de las Catedrales?
– Pues si le digo la verdad, ni bajamos del coche al ver la aglomeración de gente que estaba esperando para bajar a verlo. ¡Así no se puede disfrutar de nada! Recalamos en Foz…
– ¿En Foz? ¿Y qué le pareció?
– Bueno… Pues me parece una villa que ha perdido todo su primitivo encanto. Del antiguo puerto ballenero no queda nada. Las construcciones son muy modernas, todo muy limpio. ¡Ideal para la comodidad vacacional! Pero yo andaba buscando la antigua Galicia, la tradicional…
– ¿Y la encontró?
– Algo encontré. ¿Conoce San Martín de Mondoñedo?
– Sí. ¡La Catedral más antigua de España!
– Pero… ¡Si es románica! ¿Es que no hubo antes otras?
– Me parece que está usted confundiendo los edificios con las sedes episcopales, que son herederas de la administración romana.
– Sí. Eso ya lo sabía. Y que todo se desbarató con la invasión musulmana.
– Efectivamente. En San Martín, o San Martiño, a raíz de aquello confluyeron dos obispados más antiguos, el de Dumio y el de Britania.
– Me llamó la atención este nombre. ¿A qué se debe?
– Parece ser que en esa región hubo una evangelización a cargo de monjes bretones, que tuvieron su propio obispo. Se supone que la sede estuvo en Bretoña, un pueblecito que conserva algún resto muy primitivo, prerrománico, puede que suevo.
– ¿Y qué pasó?
– Pues que los discípulos de San Martín de Braga, o de Dumio, al emigrar empujados por los ismaelitas, decidieron instalarse allí y reunificarlas, trasladando la sede a una situación más cercana al mar.
– ¿Y por qué no la pusieron en la costa?
– Es que por entonces eran frecuentes las incursiones vikingas. Por ello en la costa o en el interior de la ría del Masma sólo había pequeñas construcciones de pescadores.
– ¡Ya! Hasta que el obispo Gelmírez acabó con ellas. ¿Noo?
– ¡Eso fue mucho después! ¡Gelmírez fue el primer arzobispo de Santiago y constructor de su catedral, en el reinado de los Alfonsos VI y VII! Por entonces ya hacía mucho tiempo que la sede episcopal de San Martín se había trasladado a Mondoñedo, incluso con su nombre, más tierra adentro. Creo que fue en tiempos de Alfonso III.
– ¿Y qué pasó con los vikingos en Foz?
– Toda esa costa era muy batida por las depredaciones. Hoy parece que se consideran a estos nórdicos como unos angelitos que sólo querían divertirse como unos gamberros, pero la verdad es que eran unos auténticos salvajes, que no sólo robaban y violaban. ¡Torturaban y dejaban todo arrasado por donde pasaban! ¡Eran un verdadero terror que obligaba a las gentes a vivir en constante zozobra, hacia el interior! ¡Hasta que ocurrió el milagro de San Gonzalo!
– Sí. Algo me contaron en San Martín. Hundía las naves vikingas con sus rezos. ¿Noo?
– Algo así. Dice la leyenda que siendo muy mayor, le avisaron de que una gran flota se avistaba desde el Alto de Grela, situado entre San Martín y Foz. Emprendió la subida desde su sede, pero era muy anciano y, además, renqueaba por la fuerte artrosis que padecía, de modo que tenía que detenerse a cada momento para descansar. Cuentan que las oraciones de cada parada motivaban el hundimiento de una nave, de modo que cuando llegaron a lo alto ya no quedaba ninguna. Desde entonces se celebra allí una romería que sube hasta la Ermida do Santo Obispo.
– ¿Y qué hay de cierto en todo esto? ¿Qué dice la Historia?
– Pues verá usted. De las incursiones vikingas, o normandas, no hay que dudar. Eran la peste no sólo de las costas del Cantábrico, sino de todo el orbe cristiano, e incluso del musulmán. Se conocen las fechas de depredaciones en Sevilla, Lisboa, Iría Flavia y también en muchas poblaciones del Mediterráneo. Pero se sabe poco de los obispos antes del traslado de la sede episcopal al actual Mondoñedo. En San Martín se conserva la tumba de San Gonzalo, el más conocido y querido de todos. Se trata de un sarcófago de piedra, tardorromano, muy rústico, de una pieza, cerrado por una gruesa losa sin adornos.
«Pues bien, hace unos cien años se decidió abrirlo. En su interior estaba el esqueleto de un anciano con gran artrosis en las rodillas. También encontraron un báculo y un anillo. Dicen que son de características nórdicas.
– ¿Y qué hicieron? ¿Volvieron a cerrar la tumba?
– ¡Por supuesto! Y lo sellaron con unas grapas metálicas para que nadie pudiese mover la lápida. El báculo y el anillo de San Gonzalo se conservan hoy en un Museo, no sé si el Provincial de Lugo o el Diocesano de Mondoñedo.
– ¿Y usted qué opina de todo esto?
– Se está haciendo un poco tarde ¿No le parece? Si quiere, mañana se lo digo…
7 comentarios en «Vikingos»
un placer aprender contigo
Muchas gracias, Juli. La historia nos trae ejemplos maravillosos de abnegación y entrega a los demás, que son recordados a través de los siglos. Desgraciadamente hoy se trata de borrar a los buenos y festejar a los malos. ¿Por qué será?
Un abrazo
Lo mismo digo…conservo tu recuerdo como un poco de sabiduría en todos los sentidos. Sigue iluminando….
Muchas gracias, Luis. Incluso he oído comentarios de que qué lástima no haber sido conquistados por los normandos, como les ocurrió a los anglosajones. O también otra: que ojalá los reyes cristianos no hubiesen ganado la gran batalla de Las Navas de Tolosa. Estamos viviendo una época de cretinez e ignorancia que parece imposible de superar. Pero así es. Es lo que se llama la anti-historia. ¡Ahora no seríamos españoles, sino sabe Alá qué!
Un abrazo muy fuerte.
Cuánto sabes, Emiliano!!! Un abrazo.
¡No es saber! ¡Es recordar!
Muchos besos