[dropcap]L[/dropcap]as casetas de las Ferias son solo una parte de la fatiga que producen las fiestas de Salamanca. Quizá la mayor, porque se ha confiado el entretenimiento y la diversión de los salmantinos a convertir la ciudad en una enorme tasca. Un gran botellón patrimonio de la humanidad que daña la ciudad y su buen nombre.
Son unas fiestas de mirar y gastar. De beber para olvidar y no darse cuenta de que el programa está hueco.
Las tascas flotantes no pueden llenarlo, por mucho que se empeñen en lo contrario quienes han convertido el Ayuntamiento en una sucursal de la asociación de hosteleros y sus satélites, que viven de este cuento.
Las fiestas de Salamanca han confiado la diversión de los parroquianos a acudir endomingados a estos abrevaderos sin clase y cada vez menos interesantes para los salmantinos y sus visitantes, que ya se han hartado de ver siempre lo mismo.
En las casetas y fuera de ellas, porque al programa se le saltan las costuras. Si le quitas los tres conciertos de postín, esto se cae entre los dedos. Da la sensación de que el programa está poco trabajado. Descompensado, repetitivo y viejuno. Rezuma desgana y no anima a participar. Los programadores podían haberse fijado un poco en los programas de las decenas de pueblos que este verano han disfrutado de sus fiestas patronales, unos con más presupuesto y otros con menos, pero todos con una premisa en común: hacer que sus vecinos disfrutaran. La programación festiva de Salamanca posiblemente no divierte ni a los que la han elaborado.
Es la quintaesencia del mirar y gastar. En las casetas, en el mercado medieval, en los carruseles y en los espectáculos de nivel que llegan estos días, a excepción de los tres conciertos, repito, más destacados de la Plaza mayor.
Pobres fiestas y qué pobres.
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1 comentario en «Pobres fiestas, fiestas pobres»
Muy buenas alternativas las que propones. Me encantan tus ideas para hacerlas mejor, ojala se lleven todas a cabo, sobre todo la tercera y la septima, muy buenas !!!